La lengua también dice mucho acerca de nuestras ideologías
Como sabemos, la lengua es el mayor instrumento del que disponemos para comunicarnos. Sin ella sería casi imposible transmitir nuestras ideas y sentimientos; sería complicado llegar a acuerdos, construir puentes. Por las palabras pasa todo lo que somos: nuestra historia, nuestra realidad, nuestros sueños y nuestra memoria. Y por las palabras pasa también nuestra ideología, nuestra manera de pensar y de percibir el mundo. Las palabras que elegimos dicen más acerca de nosotros de lo que podemos imaginar. Muchas veces, también, las usamos para hablar sobre la misma lengua y para dar cuenta de las percepciones que tenemos acerca de ella. Esto se conoce como ‘ideología lingüística’.
Muchas veces, seguramente habremos escuchado este tipo de ideologías acerca de la lengua. Por ejemplo, una ideología lingüística muy común dice que el inglés es la ‘lengua franca’ de la comunicación actual, que quien no conoce y habla este idioma es, prácticamente, un analfabeto funcional. Vemos aquí cómo las ideas preconcebidas que tenemos acerca de la hegemonía política, académica y cultural de Estados Unidos se manifiestan en nuestra percepción de la lengua. Pensamos que para tener acceso a un mejor estatus de vida debemos manejar esta lengua. Lo mismo sucede actualmente con el chino y la ideología lingüística que lo ubica como el idioma del futuro. En tiempos pasados sucedió, por ejemplo, con el francés, y la ideología dominante respecto a este, que lo ubicaba como un idioma elegante y elitista.
En relación con el español también suelen generarse ideologías, como, por ejemplo, cuando se repite que es la segunda lengua materna más hablada, o cuando se cuestiona su escasa presencia en las publicaciones académicas. También ocurre cuando debatimos acerca de cuál es el mejor español de todas las variantes que se hablan en el mundo. Todas estas percepciones están configuradas por otras maneras más ‘macro’ de ver el mundo, pues evidencian una realidad de tensiones, de los hablantes de una lengua (y ciudadanos) que se disputan hegemonías y buscan posicionar sus realidades a través del idioma. En el caso de las lenguas ancestrales, las ideologías lingüísticas también se hacen patentes. Por ejemplo, al luchar por reivindicar una lengua o al identificarla como un ‘idioma menor’ o inútil que no conduce al progreso.
Las ideologías lingüísticas también se manifiestan en otros campos que no se relacionan con lo regional. Por ejemplo, cuando decimos que el español es un idioma sexista, y cuando se toman decisiones con respecto a esto. Optar, por ejemplo, por escribir la letra ‘e’ en lugar de los marcadores de género es hacer de la lengua algo más que un instrumento de comunicación, es dotarla de ideología y hacer que transmita nuestra manera de ver el mundo, las luchas, las rebeliones. Por eso, cada vez que hablamos de la lengua, hablamos de lo que somos, de lo que tenemos, de lo que esperamos. Solo que, a veces, nos quedamos en un nivel superficial que nos impide ver el potencial de lo que decimos, o callamos.
Apuntes
Provenir y devenir
Consejos
Para expresar que algo procede o se origina de otra cosa, lo adecuado es emplear el verbo provenir y no devenir, que significa ‘convertirse en algo’. En los medios de comunicación es cada vez más frecuente leer frases como «Pienso que la razón de su éxito deviene de la gestión bilateral por la que se rige» o «Explicó que su apodo deviene de la ocurrencia de un entrenador».
El Diccionario de la lengua española recoge este verbo con el significado de ‘convertirse’ o ‘sobrevenir, suceder, acaecer’, pero ninguna de sus acepciones guarda relación con la de provenir: ‘nacer, originarse, proceder de un lugar, de otra persona, de otra cosa’.
Por ello, el uso de este verbo con el sentido que se pretende comunicar en estas oraciones puede transmitirse con términos como provenir, proceder o venir de.
Además de las diferencias en su significado, es importante señalar que cada verbo tiene una estructura sintáctica diferente. Devenir se forma con un complemento sin preposición («Lo vertical devino horizontal») o con la preposición en («El pensamiento económico devino en ortodoxia»), mientras que provenir se construye con la preposición de («Una importante cantidad de fondos públicos provienen de los impuestos»).
Así, en los ejemplos anteriores lo adecuado habría sido escribir «Pienso que la razón de su éxito proviene de la gestión bilateral por la que se rige» y «Explicó que su apodo proviene de la ocurrencia de un entrenador. (I)