La hermenéutica del rock star
Aquel video de Monthy Python que representa una final de fútbol entre filósofos alemanes y griegos (con la sorpresa de la inclusión de Beckenbauer) recuerda un poco a la retórica de Slavoj Zizek.
Es que Zizek se ha vuelto famoso por la cantidad de referentes de la cultura pop que utiliza para esgrimir teorías que le crean ese halo de accesibilidad, lo que junto a su carisma de comediante que habla en serio, vuelve al esloveno un sujeto de intimidad popular, de simpatía masiva.
Atacado por tics traicioneras cuando tira sus discursos -se pasa las manos, indiscriminadas, por todo el torso, agarrándose a veces los pezones-, Zizek es capaz de poner a un auditorio entero (sus charlas son llenos seguros) a reír, mientras explica, con su inglés eslavo de personaje húngaro en película americana, cómo las diferencias entre los “váterr” actuales en Inglaterra, Alemania y Francia, sirven para explicar esa hegemonía trina que formaban en Europa las tres naciones durante el siglo XIX.
Talvez su aparición emblemática fue la que hizo a finales de 2011, en las calles de Wall Street, trepado en una silla, rodeado de los jóvenes de Ocuppy Nueva York, donde decenas de manifestantes suscribían cada palabra de Zizek, que vestía una camiseta roja como el comunismo (habla de sí como un comunista conservador), en la que iba estampada una caricatura de Marx y Engels sobre el lema “La historia de todas las sociedades hasta hoy es la historia de la lucha de clases”.
Y ahí se permitía lanzar el ejemplo de la caricatura clásica que muestra a un personaje que ha llegado al precipicio, pero sigue corriendo como si nada porque no se ha dado cuenta de lo que pasa, hasta que mira hacia abajo. Habla Zizek así del capitalismo.
En estos tiempos, son muy pocos los pensadores que alcanzan a cruzar los límites de sus propios círculos intelectuales para convertirse con éxito en personajes públicos. Mucho más difícil es lograr el aplauso y las ovaciones que una multitud de jóvenes tiene para ese ser idolatrado que es Slavoj Zizek.
Curiosamente, otros intelectuales lo han acusado de banal. Que cita igual a Wagner, Hitchcock o Lynch como a Bugs Bunny o a Heroes para hablar de filosofía.
Y es que disfruta de verdad (de hecho, Heroes es su teleserie favorita) ese vómito de contenidos que es la posmodernidad, y de cualquier cosa es capaz de sacar una lectura que hable de lo que pasa con el mundo.
Acaso esa simpatía fácil tiene que ver con su honestidad brutal: habla del amor como si fuera un acto de violencia y clama por más hedonismo en un mundo dominado por la represión del deseo.
Y en un acto de coherencia con su condición de rockstar -aunque del pensamiento- y de ídolo de masas -aunque activistas-, estuvo casado con una modelo argentina -aunque hija de psicoanalistas-, siguiendo el ejemplo de Salman Rushdie. Aquello lo convierte talvez en todo un fenómeno de destrucción del estereotipo, aunque no se vea así.
Y acaso como prueba irrevocable de que Slavoj Zizek es una estrella posmoderna, aparecen los rumores, avivados por la prensa rosa, de un supuesto romance con otra estrella -aunque en este caso la “otra” estrella sería Zizek-, Lady Gaga, de quien el esloveno ha dicho que: “Su famoso vestido de carne es un recuerdo constante al imaginario del opresivo patriarcado”.