Teatro
El cíclope y otras rarezas de amor: la realidad en un espacio metafórico
Poco después de terminar una relación, Amanda se encuentra con Pedro, un novio del pasado, ahora casado y con una hija. Pedro vive agobiado por la rutina en su matrimonio con Marta, a quien las energías se le van en mantener una buena situación laboral al tiempo que el orden en la familia.
Marta tiene problemas en la oficina cubriendo la negligencia de su compañera Paz, una joven agente de bienes raíces que descubrió por casualidad que el amor a primera vista existe, mientras le mostraba una casa a un posible cliente, Sergio.
Ellos son los cinco personajes de El cíclope y otras rarezas de amor, escrita y dirigida por Ignasi Vidal, y que se presenta hasta esta semana en el Teatro Sánchez Aguilar.
La obra tiene su génesis en el séptimo capítulo de Rayuela, de Julio Cortázar, titulado también El cíclope. Vidal, el dramaturgo, explica que le atrajo «la forma desordenada en la que Cortázar describe el mundo emocional de sus personajes».
Desorden es una palabra adecuada: aunque ninguno de los personajes interactúa con los otros cuatro —sino con uno o dos más— las acciones de cada uno de ellos tienen incidencia en la vida de los otros.
Amanda (Roberta Pasquinucci), sufre una —nueva— decepción por parte de Pedro (Benjamín Cortés) cuando las cosas se ponen feas en el trabajo para Marta (Alejandra Paredes) a causa de Paz (Verónica Pinzón), quien ha tomado una decisión que se le sale de las manos al conocer a Sergio (Jaime Tamariz).
En esa red caótica, surge una infidelidad por la falta de un cierre, un amor nace en el ambiente laboral, un hogar peligra. Pero hay algo más que los vincula aparte de la regla de los seis grados: «Todos terminan parándose en seco», comentaba Benjamín Cortés en un conversatorio posterior a la función de preestreno de la obra, una pasada para periodistas y estudiantes de teatro.
Esa parada en seco de la que hablaba Cortés encaja con la mirada de Vidal: «Para mí la vida es una tragicomedia», decía mientras explicaba cómo funciona el humor en su obra. Uno que no se expresa en gags, sino en las continuas situaciones de desgracia que no le son ajenas a nadie.
El cíclope narra una historia llena de situaciones tan sobrecogedoras como cotidianas como para dejar en el público la idea de que estas cosas ya las he sentido. Y entonces, esas tragedias diarias se convierten en humor.
Pasquinucci lo explica así: «Si a lo mejor no has llegado a verbalizarlo, como mínimo lo has sentido, y cuando ves representado lo que has sentido, te ríes, y hasta te sientes acompañado».
Estas situaciones en extremo reales se desarrollan en un escenario interesante, formado por 24 paneles rectangulares que los propios actores levantan en las transiciones entre escenas. Ahí escriben con tiza los nombres de las locaciones: «bar», «oficina», «departamento». Además de hacer clic con Rayuela, sirven para dar forma a un escenario metafórico en el que Vidal quería contar su historia desbordante de realidad. (I)