Por los caminos de San Roque
Al local Oe5-32 de la calle Rocafuerte llegó ‘muerto de frío’ el Señor de la Justicia. Rosario Chiliguano lo vistió justo como querían sus devotos. Aunque ella insiste en que no es necesario poner tantas ropas a las imágenes y que basta con una capa bordada de terciopelo, igual los hinchas le piden la camiseta de la ‘Tri’ para su Niño Dios y los militares lo prefieren uniformado. En fin…
Desde 1920, en el almacén El Manto Sagrado del barrio de San Roque en Quito se confeccionan ajuares para los niños dios, que incluyen hasta la ropa interior, sobre todo para los de Caspicara, porque “a ellos, que son más antiguos, les hacían lluchiticos”; además de vestidos, capas, y trajes para vestir a San José, San Pedro, el Divino Niño, la Virgen del Quinche, del Cisne…
Rosario tiene la paciencia de una ‘santa’ y 16 años siendo su modista. Empezó como empleada y se convirtió en la dueña del primer almacén de modas para las imágenes religiosas —que son, a fin de cuentas, un miembro más de las familias quiteñas—. Doña Estelita de Hurtado fue su maestra, y la suya, a la vez, su madre, Angelita Espinosa, a quien los vecinos le timbraban a la hora que sea porque el ‘niño estaba de fiesta’ y debía lucir sus mejores galas. Ambas tradiciones —la de vestir a los niños y la de darles la misa— siguen intactas. Los pétalos de rosas siguen frescos y dan un aroma dulce a la ciudad antigua.
De la mano de su mamá, Rosario recorría San Roque para visitar a la comadre Estelita y así se fue enamorando de la tradición de vestir santos. Rosario no vive en el barrio —como muchos de los artesanos y comerciantes— pero se siente sanroqueña y vecina, tanto como los que nacieron en esas calles empinadas. Entre túnicas bordadas con hilos y lentejuelas, cunas de satín, sandalias doradas y un Divino Niño de más de un metro de estatura, cuenta estas historias a los turistas. Hay una que relata entre risas cómplices: la de un Niño Dios travieso, de 75 años, que su madre le heredó a su hermana mayor, al que le ‘culpa’ de haberse casado. “Dice que las travesuras fueron del Niño”.
A ella y a 20 vecinos más de la Asociación Guardianes del Patrimonio se los encuentra en los ‘Caminos de San Roque’, una iniciativa de turismo comunitario, construida sobre la base de sus memorias, su trabajo y el amor por esos oficios tradicionales que les enseñaron sus mayores. Hay algo más que nunca dejan de aprender: a vivir en comunidad. Todo esto lo difunden para preservar el patrimonio inmaterial y vivo de uno de los barrios más antiguos de Quito. Este proyecto resultó ganador de la convocatoria 2010 de Casa Amèrica Catalunya (Barcelona-España), en la categoría de cooperación cultural para el desarrollo.
Caminos de San Roque es el logro de un proceso que se inició en 2008 con el proyecto de desarrollo y gestión socio-cultural Guardianes del Patrimonio, auspiciado y financiado por 4 empresas privadas: Mutualista Pichincha, Metropolitan Touring, Hotel Boutique Casa Gangotena y el Museo Casa del Alabado. La iniciativa es ejecutada por los vecinos de San Roque en cogestión con la Fundación Gescultura.
Cerca de 3 mil vecinos han participado en las diversas dinámicas de apropiación y valoración de su entorno y patrimonio, talleres de capacitación, emprendimientos, expresión corporal y organización barrial. Fueron turistas en su ciudad: toda una vida en San Roque pero nunca habían visitado el Museo de la Ciudad, el Fray Pedro Gocial, Santa Catalina de Siena o el propio convento de San Francisco. Recorrieron las iglesias y visitaron otros comercios del centro con valor patrimonial inmaterial como santerías, cererías, especerías y dulcerías. Los niños, observadores intrigantes, también son guardianes: luego de 12 talleres de pintura y escritura creativa, 18 chicos de 5 escuelas del barrio contaron la historia a su manera y publicaron el libro La ciudad de los misterios y secretos. Guardianes del Patrimonio–San Roque, una coedición de Gescultura y Grupo Santillana, con 16 microcuentos y 29 dibujos.
Los aliados de los guardianes de la memoria
Pero no todos los caminos conducen a Roma ni a las iglesias y museos de siempre. Los huéspedes del Hotel Boutique Casa Gangotena —calificado como el sexto mejor del mundo—, ubicado en la esquina de las calles Bolívar y Cuenca, al pie de San Francisco, son asiduos a las 2 rutas turísticas propuestas por los vecinos-guardianes de San Roque: Camino de Hoy y Camino del Mercado. Ambas se abren paso entre el vuelo de las palomas de la plaza de Cantuña, siguen cuesta arriba por zaguanes, olores a hierbas, dulces y madera.
El Hotel Boutique ha sido un aliado clave desde el principio, además de ofertar las rutas, compra varios productos a los proveedores del sector (granos, artesanías, hierbas). Algunos guardianes trabajan ahí, como doña Rosa Lagla, tercera de una generación de sanadoras hierbateras, hace limpias igual que lo hacían su madre y su abuela Magdalena. Carga matico, ortiga, floripondio… y va a la gran mansión histórica a curar el espanto de los huéspedes y también ahuyenta el ‘mal aire’ en el local 8 del Mercado de San Francisco.
Las alianzas han sido fundamentales. En marzo de este año, Metropolitan Touring presentó el proyecto en la Feria de Rutas de Turismo, en Londres. También la Fundación Quito Eterno, el Taller La Polilla, La Casa del Alabado, el Buró del Centro Histórico son amigos incondicionales.
Paola Carrera, además de ser la administradora de Guardianes del Patrimonio, a sus 22 años, es anfitriona comunitaria del Camino de Hoy. Nació en la Benalcázar y Bolívar, debe ser por eso que cuando camina por el barrio parece una de aquellas niñas que van jugando a contar las piedras y a los duendes que se colan en las veredas.
Durante hora y media guía a los turistas. Les presenta a estos vecinos que aprendieron los oficios de sus bisabuelos, abuelos, padres y madrinas. Para que sean ellos quienes cuenten cómo se usa un sombrero en las diferentes fiestas populares, cuál es el ajuar más apropiado para el Niño Dios en Pentecostés; hacen una limpia, les brindan ‘agüita de la vida’, les endulzan el día con golosinas y hasta les quitan alguna cicatriz de la memoria.
Los vecinos-guardianes de su propia historia
Ya mencionamos a Rosario Chiliguano, la modista de todos los santos. Están también Rocío Carrión y su esposo Gonzalo Gallardo retocando las pocas figuras de madera de antaño, ahora las hacen de yeso y fibra de vidrio. Cuando se creía que el oficio de restauración y escultura, al estilo de la Escuela Quiteña era únicamente para hombres, Rocío veía calladita cómo su padre, don Alfredo Carrión, ‘sanroqueño puro’ devolvía a las imágenes quemadas o con narices desportilladas y brazos mutilados su belleza angelical. Así lo hizo por casi 70 años. De él también aprendió el ‘encarne en la piel’, una técnica para restaurar rostros humanos con pigmentos naturales, tal cual se hace con los santos. Ella le enseñó a su esposo estos secretos. Muchos turistas han querido que sus manos de sanadora les retoque el rostro y el alma.
Entre las calles Chimborazo e Imbabura, la paila de bronce de su abuela Hortensia Espinosa arde sobre brasas de carbón, lista pata tostar el maní y preparar las colaciones de la Cruz Verde. Luis Banda es el único de los 7 nietos que sigue la misma receta de su ‘mamita’. Ella empezó a endulzar a los quiteños en 1915 con ricuras como higos confitados, almendras, mistelas, turrones, garrapiñadas, dulces de guayaba, etc.
De la pared cuelgan muchos reportajes de este tradicional y delicioso oficio y su título en Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador. Pero hay 2 recortes de periódico que son los que más lo llenan de orgullo: una página completa en inglés del Miami Herald y el primer reportaje que le hicieron a doña Hortensia, publicado en El Diario El Tiempo, el 29 de diciembre de 1969, escrito nada menos que por uno de los más profundos pensadores de este país, Hernán Rodríguez Castelo. Su abuela le contó que al día siguiente él mismo le llevó el periódico y lo enmarcó. Ahí sigue, 45 años después.
La anfitriona de la segunda ruta, Camino al Mercado, trabaja en el puesto Nº. 3 del Mercado de San Francisco, que cumplió 120 años de servicio, desde cuando los aguateros intercambiaban agua por carne y para mantenerla fresca la mezclaban con cal y sal y luego la enterraban.
De ahí el dicho: “Te pago en carne”. Todos estos relatos son de Patricia Pavón, menuda y delgada, con los ojos tiernos de tanto guardar las enseñanzas de su madre y de su abuela: la receta de la chicha de jora para las fiestas y la de morocho para el diario. Ella se guía por los olores de las hierbas, las especias y las aguas medicinales de la Rocafuerte hasta llegar al mundo de las caseritas…
Entre aromas a eucalipto, toronjil, borraja, llantén, manzanilla, ortiga, floripondio, chancapiedra, chuquiragua, sábila, mashua… aparece Rosa González, conocedora de las propiedades de las plantas: “el floripondio limpia las malas energías, la hortiga purifica la sangre…”. Llegó desde Nariño, Colombia, y empezó a extrañar los olores del huerto en el que había crecido. Se puso manos a la obra para apalear la tristeza. Empezó mezclando aromas y así inventó, hace 15 años, el ‘agüita de la vida’, una infusión de 25 hierbas que sana todos los males. A los vecinos, a los niños, a los turistas les encanta. Intentan identificar entre ese sabor dulce, aromático, levemente picante alguna de las plantas. Pero solo Rosa sabe el secreto. Su hija pequeña la espía a la hora de preparar el brebaje mágico.
Las mujeres del mercado se ven más jóvenes de lo que en verdad son. Patricia es una niña inquieta. Y Olga Zapata dice estar en su local de lácteos 18 años. Difícil de creer. Junto a 6 compañeros es una de las guardianas emprendedoras que se encarga de producir y comercializar artesanías que se venden como suvenires, con motivos de los personajes e imaginarios del barrio: botellas en forma de cucuruchos, bombillos de títeres, etc. Los entregan en la Casa Gangotena y en las ferias se venden como “pan caliente”.
Esos ilustres visitantes…
El propio David Harvey, pensador social inglés, anduvo los caminos de San Roque en agosto del año pasado. Constató que es posible el tránsito del “capital urbano a los espacios de la esperanza”.
Su teoría que promueve ‘el derecho a la urbe’ parecía cobrar vida mientras subía un poco agitado la cuesta de la calle Rocafuerte: “Este tipo de iniciativas muestran la cara verdadera de la ciudad, lo que hace atractiva a Quito. Sería detestable tener que venir un día y encontrar en el Centro Histórico únicamente edificios vacíos […]. Es necesario luchar contra esas prácticas turísticas que tienen en cuenta únicamente al lucro como fin y no al desarrollo de las dinámicas sociales reales de los espacios”.
El actor Christoph Baumann, la cantante Margarita Laso, la escritora Edna Iturralde, entre otros han preferido los caminos de San Roque a los city tours para acercarse al Quito que no es una leyenda sino una ciudad que está “vivita y coleando” gracias a las señoras de las limpias, las ‘agüitas de la vida’, los encarnes en la piel y esos traviesos guaguas de Caspicara en calzoncillo.