Tres vidas, $ 1 millón y 770 días de secuestro no conmovieron al ELN
La Biblia se convirtió en el mejor refugio para el empresario ecuatoriano Orlando Sigifredo Ibarra Sarmiento, de 39 años, secuestrado en Ipiales (Colombia) el 2 de agosto de 2010 por el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En total, Ibarra estuvo cautivo 770 días, hasta que el fin de semana pasado escapó con la ayuda de un insurgente que decidió desertar, a quien ahora lo califica como “un enviado de Dios”.
Nada conmovió a la segunda mayor guerrilla de Colombia, con 2.500 hombres en armas, según cifras del Ministerio de Defensa de ese país, en su afán de conseguir 25 millones de dólares de rescate. Por ello, el 11 de julio de 2011 asesinaron al abogado Antonio Burbano y a su esposa, quienes ayudaban a la familia de la víctima a negociar la liberación.
El ELN se enfadó porque le dieron la “insultante” suma de 400.000 dólares, según Jorge Ríos, vicepresidente corporativo de la empresa de transporte Transcomerinter, en la que Ibarra era el gerente. Posteriormente, el 31 de enero de este año, el ELN se volvió a “enfadar” porque Sigifredo Ibarra Enríquez, de 63 años, padre de Orlando, les entregó la suma de 600.000 dólares.
A los tres los mataron en Ipiales, pero en el caso del padre, quien nació en El Carmelo (Sucumbíos), la Fiscalía ayudó a repatriar el cadáver hacia Quito, donde fue sepultado. “Me secuestraron por dinero. Lamentablemente, por la codicia que tienen acabaron con la vida de mi padre, luego de que pagó el rescate siguieron pidiendo más”, reprochó.
Se enteró de la muerte de su progenitor a través de la radio. “Lo que hace el ELN es ambición, no se trata de ninguna lucha por el pueblo, sino por dinero”, añadió.
No conformes con terminar con las tres vidas, quedarse con un millón de dólares y no liberar a Ibarra, el ELN atentó con explosivos contra el edificio en el que operaba la sucursal de Transcomerinter en Ipiales, provocando destrucción y temor. “Gracias a Dios y a lo que aprendí en la montaña con la lectura de la Biblia... no perdí la esperanza”, dijo el lunes tras llegar a la Base Aérea de Quito, procedente de Bogotá.
Agregó que se apoyó en el libro sagrado que se lo encontró en un campamento. “Quiero arrancar con un agradecimiento en primer lugar a nuestro gran Dios, al único, al poderoso, al rey, y a Jesucristo nuestro señor y salvador”, agregó lleno de fe. “Todo el mundo sabe que hay una sola guerra: contra la pobreza, y a eso debemos unir nuestros esfuerzos, porque la Biblia nos enseña que no solo es un deber, sino una felicidad poder ayudar al pobre y al necesitado”, dijo este padre de tres hijos, de 8, 10 y 12 años.
Durante 770 días, el empresario ecuatoriano explicó que vio con sus propios ojos “la injusticia que comete el ELN en las montañas contra humildes campesinos”. La comida que consumía era igual a la que le dan a un campesino. En cuanto al trato permaneció encadenado las 24 horas en los primeros 48 días de cautiverio, incluso para tomar un baño o realizar sus necesidades fisiológicas. Luego, fue solo en las noches y desde junio de este año ya no lo encadenaban.
Un guerrillero le facilitó una radio, por lo que se enteraba de las noticias, así como varios cuadernos y libros, que se convirtieron en sus compañeros inseparables durante su cautiverio, que incluían largas caminatas de hasta 10 horas cada tres días, por zonas rurales y selváticas de los municipios colombianos de Samaniego, Barbacoas y Ricaurte.
Tras ser entregado oficialmente a sus familiares, a las 19:42 del lunes, por parte de las autoridades ecuatorianas, luego de abrazarse y llorar conmovedoramente con sus allegados, Ibarra se marchó a su domicilio ubicado al norte de Quito, en donde como “tratando de recuperar el tiempo perdido”, conversó hasta las 05:00 de ayer con sus hijos, con su esposa, Dayra Benavidez, y su madre, Marina Sarmiento.
La tarde de ayer, en unión de su familia, tenía previsto ver el partido de fútbol entre Ecuador y Uruguay, válido por las eliminatorias al mundial Brasil 2014. Incluso, sus hijos no fueron a clases por estar con él. Todos están ahora bajo protección del Estado. Pese a ello, Ríos destacó: “Ha sido suceso tras suceso y de aquí no sabemos qué más vendrá porque se escapó”.