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El Telégrafo
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El personal del Ministerio de Salud está de forma permanente en las cárceles para tratar el síndrome de abstinencia

“Por la droga me hice violento, comí basura, robé y hasta quité la vida”

Los privados de la libertad escuchan al pastor Jaime Vásconez, quien les explicó cómo empieza el consumo. Foto: José Morán / El Telégrafo
Los privados de la libertad escuchan al pastor Jaime Vásconez, quien les explicó cómo empieza el consumo. Foto: José Morán / El Telégrafo
29 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Justicia

“Jóvenes, luchen por vivir porque la droga nos está matando”, expresó Edwin, una persona privada de la libertad (PPL) del pabellón 10 del Centro de Rehabilitación Social de Varones conocido como la Penitenciaría del Litoral, situado en el km 17 de la vía a Daule, en Guayaquil.

Él le apretó la mano a uno de sus compañeros, lo abrazó y le dijo: “lo mejor está por venir. Dios no te soltará”. Así lo hicieron los alrededor de 800 internos que asistieron a una charla en los predios del penal. La mayoría de ellos se encuentra desde hace un mes en abstinencia.

Una psicóloga del centro se dirigió a ellos para felicitarlos por la decisión y recordarles que cuentan con el apoyo de las autoridades para continuar en la lucha. Acudir a las charlas les ayuda a obtener beneficios penitenciarios (reducción de pena, prelibertad).

Luego, fue el turno del pastor Jaime Vásconez. Sus palabras parecían martillarles la conciencia haciéndoles cerrar los ojos para reflexionar. “Yo me identifico”, gritaban a una sola voz cuando sentían que contaban parte de su vida.

“La mejor definición de dependencia es la esclavitud. El 90% de los que prueban droga por primera vez se quedan ‘enganchados’. Solo el 10% no vuelve a consumir”, detalló.

Vásconez explicó que el consumidor busca pretextos para seguir en el vicio. “Se hacen probadores sociales: en cada fiesta, para declarársele a una pelada o para rendir mejor en un partido de fútbol. De ahí lo hacen diariamente y empiezan a vender su ropa, las cosas de la casa. Y comienzan a robar”, señaló.

Agregó que el consumo de droga vuelve esclavos a los jóvenes, “no les importa estar tirados en la calle, caminar kilómetros hasta tener la droga, comen basura, duermen junto al excremento”.

Este ciclo de charlas de motivación y autoayuda en los centros de detención forman parte de un plan piloto para frenar el consumo de drogas y rescatar a los internos.

Ledy Zúñiga, ministra de Justicia, expresó que el plan se ejecuta en los pabellones 10 y 11 de la expenitenciaría del Litoral.

“Los privados de la libertad (800) se comprometieron voluntariamente a dejar el consumo. Lastimosamente hay ocasiones en que vulneran los controles y eso hace mucho daño a la rehabilitación. Hemos detenido a esposas que ingresan droga a los familiares”, dijo la funcionaria.

El programa ya tiene solicitudes de otros pabellones para sumarse a la iniciativa. Zúñiga explicó que para tratar el síndrome de abstinencia el personal del Ministerio de Salud Pública (MSP) permanece las 24 horas en los centros.

“El número de consumidores ha disminuido, pero recordemos que ingresan nuevas personas con altos problemas de adicción”, añadió.

Un ‘Más buscado’ cambió su vida

Las charlas se efectúan en el patio del pabellón. Algunos internos, que aún no se animan de participar, escuchaban desde las ventanas de sus celdas.

Las palabras de José Carrasco, quien se denomina como un adicto con más de 18 años de recuperación, los mantuvieron expectantes.

El hombre hace más de 2 décadas formó parte de la lista de los ‘Más buscados’ y fue sentenciado a 16 años de reclusión.

Su historia fue una reflexión: “Cuando tenía 13 años mis padres me decían, no te pares en la esquina porque vas a consumir drogas, y yo les decía que eso no pasaría. Pero por la droga me hice violento, comí basura, robé y hasta quité la vida, lo perdí todo”.

Reveló que él quería ser médico o ingeniero, pero nunca estudió. Más bien lo conocían como ‘Churrasquito’, un hombre peligroso. “No podía llegar a mi casa, porque la Policía estaba vigilante. Así que vivía en mi carro”.

El expresidiario relató que un día fue a visitar a su madre y más de una docena de agentes llegaron a su casa; él huyó por el patio. “Yo me creía valiente, pero realmente fui un cobarde. Mi madre aguantaba los golpes por mí”, narró.

‘Churrasquito’ escapó a Cuenca, donde lo detuvieron y acusaron, según él, por un montón de crímenes que no cometió. Pasó por 3 cárceles de las que siempre quiso fugarse, hasta llegó al pabellón ‘Renacimiento’, en la Penitenciaría.

“Le quité la vida a muchos en la cárcel. Aquí antes llevaban los muertos en una carretilla y los presos hacían el sonido de la ambulancia mientras la empujaban. No tenía esperanzas. El 13 de noviembre de 1997, justo el día de mi cumpleaños, me iban a matar. Yo estaba sentado esperando con un machete, porque no me iba a ir solo. Pero el plan de Dios no era que muriera ese día”, recalcó José y todos quienes lo escuchaban aplaudieron y lo miraron con ojos esperanzadores.

Añadió que cometió errores, que dejó de consumir, pero le vendía estupefacientes a otros compañeros. Hasta que un amigo, cuando cumplió un año sin droga, le tiró la torta de celebración en la cara por eso.

José ahora da charlas en escuelas y colegios. No quiere que ningún joven más pase lo que él vivió. “El que estudia y se prepara deja la esclavitud”, manifestó.

Un PPL, que prefirió identificarse como “un preso más”, contó que consumió todo tipo de estupefacientes y que la ‘H’ fue la que más daño le hizo. “Perdí a mi familia, perdí mi libertad, pero no por estar encerrado, sino porque la droga no me dejaba ser libre”.

William F., de 40 años, en cambio pasó la mitad de su vida consumiendo. “Llevo un mes y medio en abstinencia. Aquí en la cárcel nos enseñan cómo salir. Fortalecen nuestro compromiso con charlas, pero además nos han dado tratamiento médico; los primeros 15 días son difíciles”.

Alberto Anzules, de 24 años, mencionó que ha dejado de consumir por su voluntad, pero que no hubiera podido hacerlo sin entregar su problema a Dios. (I)

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