Pese a no resistirse al asalto le dispararon
Un nuevo hecho criminal vuelve a causar conmoción en el país. Se trata del asesinato de Freddy Toledo, de 41 años, quien era entrenador de la Federación Ecuatoriana de Buceo y Actividades Subacuáticas (Fedasub).
Su deceso ocurrió ayer en instantes en que fue abordado por dos sujetos cuando se encontraba en la entrada de la piscina Olímpica, ubicada en las calles José Mascote entre Luque y Hurtado (Guayaquil), donde dirigía los entrenamientos.
Toledo llegó al sitio en su moto, como habitualmente lo hacía, acompañado de una joven deportista, seleccionada del equipo ecuatoriano. Otro joven nadador esperaba en el sitio la apertura del complejo.
Preliminarmente se conoce que los desconocidos les robaron todo lo que cargaban y que el deportista no se resistió al asalto. Los delincuentes regresaron y le dispararon en el pecho, según una testigo.
A la joven se le sustrajeron un celular y un bolso. Se presume que los delincuentes conocían la rutina de Toledo y lo esperaban para perpetrar el asalto.
Según un informe de la Dirección Nacional de la Policía Judicial, las principales causas de crímenes tienen relación con el ajuste de cuentas, seguido por la riña y el sicariato (ver gráfico). En el cuarto y quinto puesto están la violencia interpersonal y el robo a mano, correspondientemente.
El crimen de Toledo es el segundo caso más alarmante que en esta semana se reporta. El otro ocurrió el miércoles pasado en contra del presidente de la Junta Cívica de Manta y Manabí, Lenín Chiriboga Delgado (67), quien fue asesinado por sicarios.
Ayer en el patio del Sindicato de Choferes se realizó su velatorio. Los amigos, compañeros choferes, ex colaboradores y familiares llegaron de diferentes partes de la provincia y del país. Todos entraban incrédulos al ver en el cofre a Lenín.
El prefecto de Manabí, Mariano Zambrano, estuvo presente lamentando la pérdida del dirigente y uniéndose a la marcha que se organiza en Manta.
Culminada la misa, el hijo del occiso Boris Chiriboga dio unas palabras: “La ciudad que él me enseñó a amar se lo lleva… Mi terruño se encuentra lacerado por un puñado de malquerientes que aprovechan del letargo de la sociedad.
Si los honestos somos más, por qué parece que siempre perdemos… Hasta cuándo Manta soportas el sacrificio de tus hijos”.
La caravana fue numerosa. Quienes lo acompañaron por las calles de Manta lo llevaron hasta donde fue su casa, donde su padre Laercio Chiriboga le enseñó a trabajar, donde vivió por años, donde se casó y cuidó de 4 de sus 5 hijos. Luego fue llevado hasta el cementerio general. Ahí los traileros hicieron sonar sus pitos a manera de homenaje.