Paúl Rivas heredó de su padre el arte de la fotografía
Quienes han conocido a Paúl Rivas lo describen como un hombre jovial, bromista y que siempre estaba presto para trabajar y hacer lo que amaba: tomar fotografías, una pasión que la heredó de su padre Ángel Rivas (+) y que lo llevó a ganar siete premios de fotoperiodismo en el país y obtener reconocimientos internacionales.
En el diario El Comercio laboraba desde 1999; le gustaba hacer retratos. En el dormitorio de su casa hay un espacio especial para coleccionar cámaras fotográficas, un total de 40.
A su única hija, Carolina, de 22 años, le transmitió sus conocimientos sobre fotografía. Con ella realizó viajes a la playa, bosques y distintos sitios que sirvieron de escenarios para que él y ella los plasmaran.
La primera cámara de Paúl fue una Yashica, de rollo, que le enseñó a usar su padre, a quien acompañó desde pequeño a actividades deportivas.
En su dormitorio también hay un álbum, pegado en la pared, de las fotos que ha tomado en las coberturas que asistió y son las que más le impactaron.
La secundaria la cursó en el colegio San Gabriel y devoto de la Virgen Dolorosa, tal y como contó en una entrevista su madre Guadalupe. En su casa hay una foto suya cuando tenía 5 años, junto a una pelota de fútbol, que llama la atención a los visitantes.
El pasado 25 de marzo, un día antes de viajar a Esmeraldas, almorzó en familia.
“Coma, coma, Lupita, langostas, quién no le dice que será la última cena”, bromeó, ante los insultos de su familia, recordó su novia Yadira Aguagallo. (I)