Ocho de cada diez mujeres son víctimas de violencia
Desde hace 12 años, cada 25 de noviembre se celebra en el mundo el “Día de la No Violencia Contra la Mujer”. En Ecuador, esa conmemoración no es indiferente, puesto que el denominado femicidio (dar muerte a una mujer en un entorno de violencia) se ha convertido en un problema social que cada vez ocurre con más frecuencia.
Tanto es así, que según Tatiana Ortiz, directora del Cepam-Guayaquil, 8 de cada 10 mujeres han sufrido alguna vez algún tipo de violencia machista, ya sea física, psicológica, sexual o patrimonial.
Estas cifras coinciden con las publicadas en el Plan Nacional de la Erradicación de la Violencia, elaborado en 2009, que indica que el 80% de las mujeres del país ha sido víctima de violencia de género.
Ortiz señala que desde el 1 de enero hasta el 18 de noviembre de 2011, en las cuatro comisarías de la Mujer y la Familia de la provincia, hubo 19.755 denuncias de violencia doméstica. Esta cifra superó ampliamente a las registradas en 2010, que fue de 14.337 casos (de enero a diciembre).
Lenín Sánchez, comisario Segundo de la Mujer y la Familia, menciona que los celos, los problemas mentales, el alcohol y las drogas son algunos de los factores que inciden considerablemente en los crímenes cometidos en el entorno familiar.
Sánchez agrega que es común que la mujer denuncie el caso después de que ha sido agredida siete veces. “Nadie sabe qué ocurre en el último instante en que un hombre, cegado por la ira y los celos, termina con la vida de una mujer a la que, supuestamente, amaba”.
En los últimos meses, dos casos de femicidio consternaron no solamente a los familiares, sino también a la ciudadanía en general.
El pasado 8 de marzo, justo cuando se conmemoraba el Día Internacional de la Mujer, Jonathan Camilo López Cárdenas, de 29 años, se convirtió en el exterminador de su propia familia.
El hombre fríamente degolló con un alambre y un cuchillo a su cónyuge, María Gabriela De Janón González, de 28 años, y asesinó a su hija de seis, quien fue atacada por defender a su progenitora, mientras que el hijo menor de la pareja fue internado de urgencia, en el hospital Roberto Gilbert, tras ser sacado aún con vida de su vivienda, situada en la ciudadela Los Samanes, al norte de Guayaquil.
Siete meses después de ese crimen, María Fernanda Fernández de Córdova Flores, de 21 años, fue asesinada a martillazos en el interior del condominio Viteri, situado en Lomas de Urdesa, al norte de Guayaquil. Los familiares de la víctima aseguran que el asesino fue su ex enamorado, Roberto Campos Crespo, de 39 años, con el que tuvo una relación de apenas cuatro meses.
Fernández de Córdova fue hallada con el cráneo destrozado, la madrugada del 4 de octubre, a causa de los múltiples golpes con el martillo.
Campos Crespo, presunto autor, sigue prófugo, por lo cual los deudos han ofrecido una recompensa de $ 10.000 para dar con su paradero. Una cifra similar ofrece el Gobierno, luego de incluirlo en el listado de los delincuentes más buscados.
Aunque no todos los casos terminan en muerte, existe una amplia posibilidad de que a la víctima se le cree un trauma que puede durar mucho tiempo, indica Carlos Villacreses, delegado de la Defensoría del Pueblo en Guayas, quien agrega que las afectadas, por lo general, sufrieron maltrato doméstico y no se atrevieron a denunciar a sus agresores. “Si lo hubiesen hecho, quizás sus muertes se habrían evitado”.
El término femicidio también abarca los asesinatos realizados por varones motivados por un equivocado sentido de propiedad sobre las mujeres y las muertes que involucran abuso sexual y violaciones, así lo describe Patricia Ordóñez, trabajadora social de Hogar de Cristo.
Expresa que el crimen contra una fémina ocurre solo por el “hecho de ser mujer”.
“No se trata de crímenes casuales o por un intento de asalto. Son asesinatos planificados y con saña perpetrados por parejas y ex parejas, es decir por las personas que supuestamente aman. Son crímenes en el nombre del amor y que, finalmente, acaban con el sueño de cientos de féminas”, señala.
Finalmente considera que estos casos muchas veces quedan en la impunidad por razones culturales.