118 convivientes han cometido femicidio
En el sector de La Mena 2, sur de Quito, la tranquilidad de los moradores se interrumpió el martes 22 de octubre de 2019 cuando su vecina Carmen E., de 42 años, fue asesinada por su esposo Julio R., de 55 años, en su domicilio.
Los familiares de la víctima alertaron a la Policía, que encontró a la mujer muerta a causa de heridas de arma blanca (cuchillo). Junto a ella estaba su esposo con una herida en el cuello, aún con vida.
De las primeras investigaciones, se evidencia que Julio mató a su esposa e intentó suicidarse. La Policía trasladó al herido hasta el hospital Henrique Garcés, en el sur de Quito, donde lo atendieron.
Al día siguiente, miércoles 23 de octubre, en horas de la noche, el femicida, que estaba con custodia policial, pidió permiso para ir al baño, en el trayecto rompió la ventana de vidrió y se lanzó del sexto piso de la casa de salud, sin que los uniformados pudieran detenerlo. Julio dejó una carta, en la cual pedía perdón a su hijo, de 13 años, quien quedó huérfano.
El caso de femicidio de Carmen y Julio no es el primero en Ecuador. No existe a quién juzgar por el desenlace que tuvo, y se encuadra en los resueltos por la Fiscalía, que ya alcanzan los 188 hasta septiembre de este 2019 (ver infografía).
Desde 2014, cuando se puso en vigencia el Código Orgánico Integral Penal (COIP) y tipifica el femicidio, se han registrado -hasta el 29 de octubre de 2019- 355 víctimas, según el último reporte de la Secretaría de Derechos Humanos (CDH).
Para la doctora Cecilia Mena, asesora de la Secretaría de Derechos Humanos, definitivamente lo que está actuando es estos casos es “la relación de poder”.
Relación de poder
Las víctimas son mujeres jóvenes, de 25 y 34 años, que por el nivel de violencia deciden separarse y tomar distancia de su agresor. Esa actitud deriva en una reacción más fuerte. “Desafortunamente el agresor piensa que la pareja, si no es de él, no será de nadie. Incluso esa relación de poder llega a la muerte de la mujer, en ocasiones, delante de sus hijos”.
Muchos de los casos de femicidio son cometidos por exparejas que deciden volver y el desenlace es la muerte de la mujer. También la funcionaria se refirió a los femicidas que luego de cometer el crimen se suicidan, como el caso de Julio. “No lo hacen porque teman enfrentar a la justicia, sino porque piensan que sin ellas no son nadie”.
Esta teoría la corrobora la psicóloga general Silvia Guerra. Ella explica que esos casos se originan porque un femicida siente que ya no tiene sentido su vida después de haber eliminado a la persona que marcó su obsesión.
“Los femicidas se suicidan no porque serán sometidos a un proceso legal, sino porque ya han eliminado al objeto por el que giraba alrededor su vida”, añadió Guerra.
Sensación de impunidad
La abogada Carla Aguirre considera que, si bien el femicidio de Carmen no es aislado, es un hecho alarmante, porque deja un precedente de que los asesinos, no solo que no tienen la intención de ir a prisión por sus actos, sino que dejan en los familiares de las víctimas una sensación de impunidad.
Para ella la situación es preocupante, ya que en caso de suicidio automáticamente desaparece el autor y, por lo tanto, se anula la posibilidad de investigar y de sancionar. A este hecho lo denomina una “extinción de acción penal”.
Aguirre indicó que un detalle no se ha tomado en cuenta dentro de los patrones de estos asesinatos. Este es que un femicida tiende a quitarse la vida en el domicilio de la víctima.
El 34% de los casos se comete con el uso de arma blanca. Es decir, con objetos dentro del hogar, como cuchillos de cocina. También los femicidios se cometen con arma de fuego.
En Macará, provincia de Loja, José G. mató con una escopeta a Benigna T., porque se negaba a ser su pareja. El cuerpo de la mujer, con un impacto de bala, lo hallaron en un terreno, ubicado en el sector de Guatara. Unas horas después fue detenido José y puesto en prisión.
Según familiares, en más de una ocasión el agresor amedrentaba a la joven, porque no lo quería. (I)