«Con Dios o con Satán»
¿Quién no ha leído sobre los discursos del poder punitivo en la edad media o de aquellos que en el nombre de Dios ejercían justicia a buenos y malos de manera radical?
En época de la inquisición, por ejemplo, en Roma los religiosos tuvieron la necesidad de establecer el poder punitivo para frenar a todo aquel que desease “comunicarse” con Dios al margen de su mediación. Para reforzar ese monopolio “telefónico” y concentrar poder económico, se estableció un cuerpo de jueces propios encargados de perseguir a los revoltosos, llamados herejes. Ese fue el tribunal del Santo Oficio o inquisición romana.
Con ese instrumento la Iglesia masacró rápidamente a los “cuantos” herejes, aunque en realidad fueron miles, tanto que pronto la inquisición se quedó sin trabajo y sin enemigos porque los habían matado a todos. Para justificar su poder punitivo necesitaba un enemigo que tuviera más aguante, uno de mejor calidad. Así fue como apeló a uno de muy buen material que duró varios siglos: Satán, que en hebreo significa justamente enemigo.
Para eso se tomó la cosmovisión que siglos antes había imaginado San Agustín, de dos mundos enfrentados en forma de espejo: uno de Dios y otro de Satán, la ciudad de Dios y la del diablo. Lo cierto es que en ese mundo de leyes radicales no había posibilidad de neutralidad: o se estaba con Dios o con Satán.
Y quienes más sufrieron en la aplicación de esa ley punitiva quizá fueron las mujeres. Para eso se inventó la teoría del pacto satánico. Y decían que este utilizó a la mujer porque, según las creencias de aquel tiempo, tenían menos inteligencia y, por ende, menos fe. Y esa teoría funcionó y acabó con miles de ellas. Hoy, esa historia queda solo en eso, la ley trata de ser mucho más justa con todos, en especial con ellas.
(* Resumen de La Cuestión Criminal. Cap. 2 “La Edad Media no ha terminado”. Autor: Eugenio Raúl Zaffaroni).