Creo que los cambios en la justicia tienen sus luces y sus sombras, y solo el futuro podrá permitirnos evaluar positivamente o negativamente los resultados.

Los objetivos o los ideales bajo los que se aplica la transformación son los correctos, porque están apegados al fin mismo del Derecho; pero lo importante es que esos objetivos se materialicen en la práctica ordinaria de la aplicación de justicia y eso es lo que todavía está por verse.

Creo que hay muchos problemas estructurales en la administración, hay que lograr una mejor preparación de los dadores judiciales; es decir, de los jueces, que son los que tienen la tarea de impartir la justicia, sobre todo en el ámbito constitucional.

Considero que en ciertos magistrados hay una verdadera ignorancia en la aplicación de las garantías jurisdiccionales establecidas en la Constitución de la República.

También habría que conseguir una auténtica independencia interna y externa de la Función Judicial, para lo cual habría que transparentar más los concursos de merecimiento, para que no haya sombra de duda de la correcta elección de jueces.

La escuela de la Función Judicial recién está empezando a operar y no se nota su eficacia, falta muchísimo. Hay que incentivar la formación.

Deberían hacerse convenios con universidades para que den verdaderos cursos para jueces. Por ejemplo, en España alguien se puede graduar de abogado con altos honores, pero ese título no le capacita para ser juez; debe hacer una carrera de dos años para acceder a ese cargo.

En cuanto a la infraestructura física, los cambios sí son notables, esa es una verdadera transformación. En ese aspecto se ha dignificado a la Función Judicial y es mejor para los usuarios.