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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo

La rebelión de un nerd o Norman Wray en su salsa

Mientras fue estudiante debió ser un nerd o al menos le ha quedado cierta porfiada apariencia. Debió serlo hasta haberse tropezado con algún enjambre progre que lo obligó a escapar a la calle y se encontró con la izquierda por el lado de la retórica y el desborde romántico de peace and flowers. Muy romántico, menos confrontación de clases sociales y más diálogo para amansar las contradicciones.

Esa es la esencia de Norman Wray, un político para los diálogos. Todos con todos y en todas las circunstancias. ¿Ingenuidad de un dialogante? Quién sabe, o más bien un buen alumno de Herbert Marcuse y si él lo niega, sus palabras le recuerdan los libros new left (nueva izquierda) absorbidos. No hace falta, Wray se proclama representante de esa izquierda que se reclama nueva (no renovada). La proclama de “nuevo” no equivale a “mejor”, ni ser el más joven de los candidatos presidenciales tampoco le resta virtudes para el cargo.  Es del signo del Gallo, en la astrología china, así se describen a los gobernados en este cuadrante: “Son imaginativos y ocurrentes, y les gusta cuidar su aspecto físico”. Si aquello fuera cierto tendría dos de las virtudes para el éxito de un profesional de la política: imaginación y ocurrencia. Y un gallo que canta cada día sin importar si es nuevo o es prolongación del anterior. No es un nuevo tipo de político, en el buen sentido, sino el debutante en la alta política con los arrestos del amateur.   

Él viene de los movimientos sociales y muy bien sabe que la protesta es incompleta si no se llena de propuestas. Esas propuestas deben probarse con la realidad dura, injusta y contradictoria. Y en las urnas. Norman Wray fue de los que se asumió como forajido. Ese debió ser el límite de cualquier activista social: ayudar a colapsar a un Gobierno, fundado en el engaño a sus aliados hasta que metido en su propio laberinto confundió la salida y se consumió. Norman debió hacerse la famosa pregunta leninista: ¿Qué hacer? Esa sola pregunta es probable que llevara a él y a sus camaradas al tema del poder. Saúl Alinsky, ese Moisés laico del activismo social, mostró en sus tablas la ley de las luchas comunitarias, el primer mandamiento del inventario glorioso dice: “No olvidéis nunca la primera regla de la táctica del poder: el poder no es solamente lo que se tiene, sino también lo que el enemigo cree que ustedes tienen”. Al hablar del “poder” se habla de la única manera de disputarlo y ganarlo, la acción político-electoral.

Al salto a la actividad política, Norman Wray y sus amigos (María Paula Romo, Alexandra Ocles, Juan Sebastián Roldán, entre otros), lo llamaron Ruptura de los 25. “Las organizaciones se construyen sobre problemas que son específicos, inmediatos y abarcables […] Las organizaciones deben estar cimentadas sobre muchos problemas. Necesitan la acción como el hombre necesita oxígeno. Si cesan las acciones, la organización muere”, está en la página 142, de El tratado de los radicales, de Saúl Alinsky. La idea fue linda, pero el pragmatismo político de su participación dentro de Movimiento PAIS fue un amargo aprendizaje, pero útil y hasta obligatorio. Las caras más visibles de Ruptura de los 25  defendieron una conducta ética que tiene más del romanticismo bastante lírico de los años 60 del siglo pasado que de la mecánica áspera del poder de principios del siglo XXI. Es muy posible, que Norman haya terminado por comprender que en el ejercicio de la representación política se puede negar la contradicción de las clases sociales, pero no aquella entre poder comunitario y poder institucionalizado, manifestada en constantes encuentros y desencuentros. Ahora va por la presidencia de la República después de haber sido asambleísta constituyente y concejal del Distrito Metropolitano de Quito.

Norman Wray sabe que su candidatura es un ejercicio de provechosa participación, algo como un punto de apoyo para 2014. Ese afán no es testimonial (quisiera que no fuera, pero el programa da unas señales que invitan a pensar lo contrario) o de una neoizquierda presencial como “gritando una llegada”, es de efectivo posicionamiento en el país o en aquellos lugares donde el electorado recepte mejor sus propuestas. La racionalidad se impone en el papel y deja la emoción para los recorridos y el contacto con la gente. Son los avatares de la campaña electoral por el mayor cargo de la República. El retrato de sus pensamientos está en el Plan de Trabajo de la candidatura: “Como nueva izquierda creemos que la democracia es el camino para empoderar a los ecuatorianos y ecuatorianas a buscar el cambio, creando juntos una nueva realidad de este presente hacia el futuro”. La insistencia en agitar la bandera de “nueva izquierda” es una estrategia para sectores sociales mejor informados políticamente y porque sus posibles electores muestran la indecisión en un trío de ases: Alberto Acosta, Rafael Correa y él.

En el Plan de Trabajo Plurianual se mete de lleno en el texto constitucional y proclama que será su cuaderno de navegación: “Un país con un modelo de desarrollo centrado en el ser humano y en la naturaleza”. Para iniciar estos logros,  Norman Wray detalla: en el cambio de la matriz energética actual (o sea de combustibles fósiles a fuentes energéticas alternativas), avanzar hacia el potenciamiento de la producción de alimentos, definición de las políticas de participación popular en la extracción minera, control absoluto sobre los recursos primarios y política internacional verde mediante alianzas. Así serán sus avatares político-electorales. Hasta entonces.

CÉDULA

Nombre completo
Norman Stef Wray Reyes.

Fecha de nacimiento
20 de diciembre de 1969.

Profesión
Abogado y docente de la carrera de jurisprudencia en la Universidad de las Américas.

Participación política
En 2008 empezó su carrera política como asambleísta constituyente en representación de Alianza PAIS.

Último cargo
Concejal de Quito, puesto que desempeñó hasta el 8 de noviembre de 2012.

 

*Nacido en Esmeraldas.Colaborador de diferentes publicaciones de variadas temáticas como revistas universitarias, de divulgación científica, culturales, Casa de la Cultura y organizaciones educativas (UNESCO). Autor de “Así se compone un son”.

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