Informe exige a los países adherirse a la Convención
La Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) acogió en su último día de sesiones en Bolivia el polémico informe de reformas al Sistema Interamericano de Derechos Humanos que piden Ecuador y Venezuela, pero decidió aplazar las decisiones de seis a nueve meses, para discutirlas con las partes involucradas.
La 42 reunión del organismo debía estudiar la paradoja de que América, rica en producción de alimentos, tenga 53 millones de hambrientos, algo que al final quedó relegado debido a la discusión sobre la reforma de la OEA.
Tras horas de debate sin consenso sobre el sistema de derechos humanos se aprobó una resolución conciliadora de un grupo de países encabezados por México para “acoger” las reformas, pero encarga al Consejo Permanente que formule propuestas para su aplicación, “en diálogo con todas las partes involucradas”.
“En el plazo de seis meses, o a más tardar en el primer trimestre del 2013, dichas propuestas se pondrán a consideración de una asamblea general extraordinaria”, explicó el ministro de Exteriores boliviano, David Choquehuanca.
Esta solución salomónica permite que salven la cara tanto los gobiernos de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) como sus rivales, empezando por Estados Unidos, e incluso muchos que aguantaron agachados la tormenta.
El informe exige que todos los países americanos se adhieran a los instrumentos del sistema, así como modificar los estatutos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para que consulte a los Estados antes de emitir medidas cautelares.
También propone que la CIDH revise sus criterios y procedimientos para la elaboración de informes sobre los países que necesitan mejorar en materia de derechos humanos.
Después de ser aprobada la resolución, el ministro de Exteriores de Ecuador, Ricardo Patiño, criticó a los países contrarios a las reformas que no son suscriptores de la Convención Interamericana sobre la materia, como Estados Unidos. “Es como decir te quiero mucho, te quiero mucho, pero no me caso contigo”, ironizó Patiño y añadió que no entiende que haya países que defiendan el sistema y no acepten modificaciones, pero no se adhieren plenamente a esa Convención de 1969.
Los representantes de Estados Unidos exigen que las propuestas de reformas de Ecuador, Venezuela, Bolivia y sus aliados de la ALBA garanticen la independencia y la autonomía de la OEA y del sistema de derechos humanos.
Oenegés relacionadas con el sistema de derechos humanos acusan a Venezuela y Ecuador de impulsar los cambios porque la CIDH emitió informes contrarios a sus presidentes, Hugo Chávez y Rafael Correa, respectivamente.
El secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, dijo en la clausura, que terminó con horas de retraso, que “ciertamente” hubo discrepancias, pero que América tiene “un sistema interamericano de derechos humanos sin el cual la OEA no podría ser”.
Insulza aguantó a pie firme, con cara de “no es conmigo”, las arremetidas contra la OEA y la CIDH de Correa y del mandatario anfitrión Evo Morales, que aprovechó la Asamblea para seguir su campaña proselitista de cara a su reelección en 2014 para un tercer período.
La mayoría de los actos principales de la Asamblea tuvieron en paralelo mítines político-folclóricos del mandatario boliviano, que hicieron el lunes que la secretaria de Estado Adjunta de EE.UU., Roberta Jacobson, se marchara antes de finalizar la cita, sin haber podido leer su discurso.
Morales invitó a Correa a la Asamblea rompiendo los protocolos de la OEA, para que repitiera sus quejas sobre la CIDH y la prensa latinoamericana, a la que acusó una vez más de mentir, manipular e injuriar.
Jacobson, en el discurso que no pudo leer, recordó que la Carta Democrática Interamericana afirma que la “libertad de expresión y prensa son componentes esenciales en el ejercicio de la democracia”.
Por su parte, el canciller chileno, Alfredo Moreno, dijo que el sistema de derechos humanos “permite y requiere de perfeccionamiento, pero no tendría ningún sentido buscar mejorarlo y simultáneamente debilitar su autonomía, que a ratos incomoda a los Estados, pero que es esencial para su existencia y su valor”.