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El Telégrafo

“Correa enseña que no somos inferiores a nadie”

“Correa enseña que no somos inferiores a nadie”
25 de mayo de 2013 - 00:00

Sin ser invitada de honor, Julia Jama, de 49 años de edad y oriunda de Bahía de Caráquez (Manabí), acudió puntual y presurosa a buscar el mejor lugar en el parterre de la calle Piedrahíta, frente a la entrada posterior de la Asamblea Nacional, para apoyar a su manera al reelecto mandatario Rafael Correa Delgado, y ver a las personalidades de la política criolla e internacional que ayer acudieron a la posesión vistiendo sus mejores galas.

Para Julia, quien desde hace 24 maños reside en Quito y se gana la vida impartiendo clases de belleza en una academia ubicada en el centro comercial Hermano Miguel, por tratarse de una “fiesta democrática” -según contó- se levantó a las 05:30 de ayer e hizo despertar a sus hijos Génesis, de 8 años, y Ariel, de 4 años, quienes la noche anterior le pidieron que los llevara a ver en persona “al mashi Correa”, como lo llaman.

“En cuanto les dije: ‘ya amaneció, levántense’, mis niños dejaron la cama y tarareando la canción de ‘Ya tenemos presidente, tenemos a Rafael ’se lavaron, se vistieron, desayunamos y salimos a coger el bus”, añadió Julia, quien arrienda una casa en las calles Montúfar y Rocafuerte, en el centro de Quito. “Tenemos que cultivar valores patrióticos en nuestros niños”, indicó en su discurso Gabriela Rivadeneira, titular de la Asamblea.

Entonces, los aplausos de Julia, Génesis, Ariel y otras personas, grandes y pequeñas, no se hicieron esperar. Esto se vivía frente a la puerta posterior del Parlamento, en donde se colocó una pantalla gigante que transmitía las incidencias del evento que se desarrollaba en el interior. “Esta Revolución Ciudadana ha rescatado la dignidad de la mujer trabajadora del Ecuador”, añadió a reglón seguido la primera mujer presidenta de la Asamblea ecuatoriana, lo que aumentó el júbilo de Julia y decenas de mujeres en los exteriores de ese poder del Estado. “Es un gran logro que las empleadas domésticas hayan conseguido reivindicaciones con este Gobierno a través de un sueldo digno y de la afiliación al IESS”, dijo Martha Fierro, de 55 años, quien desde el sector sur de La Santiago llegó junto a su esposo Marco Tápia, de 61 años, a ver a Correa y a sus invitados, “aunque sea desde afuerita”.

El júbilo se incrementó cuando Julia, Martha y otras jóvenes y adultas escucharon a Rivadeneira decir en voz alta al mundo: “Las mujeres no seremos nunca más esclavas en la historia del continente”. Aplausos y vivas no se hicieron esperar, ante la atenta mirada de hombres, tanto civiles como militares y policías que se aglomeraron frente a la pantalla. Uno de esos uniformados que escuchaba atento el discurso de Rivadeneira y después el de Correa era Steven Guerrero, quiteño de 21 años de edad. Él, por ser cadete de la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro, tuvo que acudir obligatoriamente para formar la calle de honor al ingreso del presidente Correa, autoridades civiles y militares del país, así como de los mandatarios y jefes de Gobierno de otras naciones.

“Estoy ocho meses como estudiante de la Escuela Superior y es la primera vez que vivo una experiencia súper buena como esta, de ver a las autoridades de muchos países como presidentes, vicepresidentes y embajadores”, destacó Guerrero, a quien el lunes pasado le comunicaron que había sido designado para que junto a otros cadetes concurrieran a la ceremonia a cumplir su rol. Cadetes y oficiales, bajo el mando del teniente coronel José Núñez, segundo comandante de la Escuela Superior Eloy Alfaro practicaron el miércoles y jueves pasado. Eso fue suficiente para que a la voz de: “¡Unidades! ¡Atención! ¡Firmes! Presenten armas”, los uniformados rindan honores cada vez que llegaba algún mandatario extranjero a la alfombra roja colocada en el ingreso posterior de la Legislatura.

Si el discurso de Rivadeneira despertó la algarabía de los presentes en la calle Piedrahita, cada palabra que decía Correa caló más profundo y se vivió con mayor intensidad y alegría en los exteriores de la Legislatura, más aún cuando señaló: “Seguro el Papa es Argentino, Dios es brasileño, ¡pero el Ecuador es el paraíso!”. “Ese es mi presidente Correa, nos levanta el ánimo, nos enseña que no debemos sentirnos inferiores a nadie. Lo apoyaremos en su lucha por la reivindicación de la gente pobre, como nosotros”, manifestó Julia, cuyos hijos, al verla tan alegre y agitando la bandera tricolor, se aferraron a sus piernas para ellos también replicar: “Ese es nuestro Correa, mami”.

Julia, Génesis, Ariel y otras personas, pese a que no pudieron acercarse al mandatario y estrecharle la mano o abrazarlo debido a la estricta seguridad, desde el parterre de la calle Piedrahíta fueron “felices” viéndolo, tanto cuando ingresó a las 09:05 como a la salida, a las 13:45. Correa, tras la ceremonia de juramento e imposición de la banda presidencial, por tercera ocasión en seis años, hizo un recorrido en un auto descapotable por la Plaza de la Independencia, para saludar con el pueblo, mientras que Julia y sus dos hijos tomaron un bus y se dirigieron a su casa, “a comer algo”.

El mandatario, en cambio, tenía previsto almorzar con los presidentes de Georgia, Mikheil Saakashvili; Bolivia, Evo Morales; Haití, Michel Martelly; Honduras, Porfirio Lobo; Venezuela, Nicolás Maduro; Costa Rica, Laura Chinchilla; Colombia, Juan Manuel Santos; el vicepresidente de Cuba, Miguel Díaz y demás invitados.

DESDE LA PLAZA GRANDE LO ACOMPAÑARON

Ayer el Palacio de Carondelet lució diferente. El protocolo de seguridad fue más riguroso y decenas de flores adornaban la sede en donde, por la tarde, se congregaron las delegaciones internacionales que llegaron al país para participar de un almuerzo protocolario, después de la ceremonia de posesión del presidente Rafael Correa.

Y precisamente desde allí partió el Mandatario cerca de las 09:50, acompañado de su esposa Anne Malherbe y sus hijos Dominique y Miguelito. Afuera del Palacio lo esperaban decenas de simpatizantes que, a través de un “Viva la Revolución Ciudadana y Rafael Correa”, le expresaban su respaldo. Entre ellos estaba Pilar Narváez, quien llegó desde el sur de la ciudad para que su hijo de 7 años, con síndrome de Down, conociera al Presidente. “¿Mami, cómo debo recibir al Presidente?, decía el pequeño, inquieto por saludarlo.

La salida del Mandatario fue breve, pues debía desplazarse hacia la Asamblea Nacional, por lo que muchos siguieron la caravana presidencial hasta la calle Cuenca. Mientras tanto, otros ciudadanos se ubicaron al frente de la pantalla gigante que se colocó en un extremo de la Plaza de la Independencia para seguir en vivo el acto de posesión. Desde allí aplaudieron cuando vieron ingresar al Mandatario a la sede Legislativa.

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