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El Telégrafo

Ambateños se resisten a la desaparición de sus flores y sus frutas

Ambateños se resisten a la desaparición de sus flores y sus frutas
20 de enero de 2013 - 00:00

La producción de crisantemos, claveles, ilusiones, gladiolos y nardos, por un lado; y por el otro, de manzanas, peras, claudias y moras, dieron a Ambato el título de “Tierra de las flores y las frutas”.
Este proceso se inició tras el  terremoto del 5 de agosto de 1949, hecho que causó la muerte de 5.050 personas, grandes daños materiales y dejó en la población fuertes secuelas psicológicas.

Por ello, los equipos de voluntarios que llegaron de los Estados Unidos introdujeron como terapia de recuperación el cultivo de flores y frutas, y esta receta se extendió por las casas reconstruidas y  nuevas  de los ambateños.

Y tras el desastre, la ciudad fue cambiando de rostro, pues en cada casa, en cada jardín se veían los cultivos de flores y frutas que le daban  una atmósfera única; incluso  el Centro Agrícola Cantonal organizó la primera fiesta de las Flores y las Frutas en  1951, con el fin de levantar el ánimo de la urbe.

No obstante, los años fueron pasando,  Ambato fue creciendo y con el desarrollo, la necesidad de nuevas viviendas e infraestructuras que ganaron terreno a los jardines y, paulatinamente las flores las frutas ambateñas  desaparecieron de la urbe.

“Ambato siempre tuvo una producción de flores ornamentales para abastecer el mercado local, pero ahora vemos que  se consume las de las florícolas de Pichincha y Cotopaxi, porque resulta más rentable”, sostuvo Marcelo Espinosa, gerente de ventas de la Florícola La Herradura.

Al caminar por el mercado de flores de la calle 12 de Noviembre  se encuentran  rosas de todo color y tipo, además de pensamientos y claveles que no son de la zona; mientras que las rosas de jardín se han convertido en un producto muy exclusivo, cuyo costo puede llegar a los cinco dólares el ramo, frente al buqué de rosas de exportación que se obtiene en un dólar.

“Mis abuelos vendían las flores de aquí, tenían un olor exquisito, pero ahora poco se ven, ya no se cultivan porque no hay salida”, señaló Lorena Saona, comerciante de la Asociación del Centro Comercial de Flores.

“Si quiere rosa de Ambato debe salir al campo; pero esa rosa es para lavar los ojos de los guaguas”, señaló Siomara Bastidas, mientras acomodaba un arreglo de claveles.
Hoy por hoy la ciudad se abastece de  flores que provienen de Cayambe, El Quinche, Quito y desde Patate en menor proporción.

Las frutas locales, sin embargo, siguen reinando en Tungurahua. Se estima que 204 mil hectáreas se destinan para ese fin, y es la provincia que abastece el mercado ecuatoriano con alrededor del 55% de las 5 mil toneladas que se cosechan en el país de variedades como tomate de árbol, claudia, pera, durazno y manzana.

Sin embargo, este segmento también atraviesa por altibajos, sobre todo por la importación de productos extranjeros que cubren la demanda nacional con 65 mil toneladas.

Pero el gusto de los clientes aún parece favorecer a la fruta nacional. “Llevo 40 años en el Mercado Central y no hay fruta que le gane a la nuestra; las chilenas están todo el año, pero cuando sale la cosecha de la manzana emilia, el durazno conservero, la uvilla, la gente come lo nuestro, porque es más sabroso”, indicó María Palate, comerciante del lugar.

Pero a los frutales también les afecta el crecimiento urbano. “En pocos jardines usted ve ahora sembrado un frutal, ya ahora está todo encementado, aunque por las afueras sí se ve un poco más  y en los otros cantones también”, sostuvo Palate.

Asimismo, el cultivo de  frutas se ve influido por los precios de los insumos agrícolas, el costo de las tierras y la caída de ceniza del  Tungurahua. “Este año cayó duro la ceniza y por eso se demoran en salir las frutas; pero esa ceniza es caprichosa: a veces ayuda como abono si cae en floración, pero si cae en otra época le quema”, sentenció Sandra Criollo, otra de las comerciantes.

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