El sector es calificado como peligroso por los mismos habitantes
Vecinos de calle 10ª piden intervención del Cabildo
Gente con botellas de cerveza, ojos enrojecidos y ropa enmugrecida pululan en la intersección de la Décima y 10 de Agosto, al suroeste de Guayaquil.
Las paredes con hollín y el olor a orine tornan sombrío el ambiente en ese rincón de la ciudad.
Un hombre en estado etílico y con pocos dientes sale repentinamente de la calle angosta, que colinda con el estero Salado, y grita: “¡Este es el callejón de la muerte!”.
Un agente de la Policía Nacional acompañó al equipo periodístico de EL TELÉGRAFO para transitar por el pasadizo, donde la semana pasada fue hallado un grupo de menores de edad, drogados e inconscientes, en una casa abandonada.
“Aquí es muy peligroso. La venta de drogas afecta a todo el vecindario. No solo a nosotros”, denuncia con recelo un habitante que habla con la puerta entrecerrada para que los demás no vean que tiene contacto con la prensa.
Hay adultos tirados por los suelos, y en las aceras, que miran inquietos hacia todas partes.
Cuando ven la cámara fotográfica de este diario y la presencia de motorizados policiales salen despavoridos, como si los persiguieran, pero después retornan a la esquina.
“Más luego vendrán a preguntarme qué les estaba diciendo a ustedes”, expresa preocupado el vecino que pide el anonimato.
Varios problemas sociales se concentran allí, a pesar de que es una de las áreas regeneradas de la urbe porteña.
El Municipio de Guayaquil, en la década pasada, colocó el monumento de una hélice dorada para darle un “toque” turístico al sector.
También, la administración del alcalde Jaime Nebot Saadi construyó el puente, cerca, con quioscos, para andar en bicicleta y caminar. Pero la advertencia general de los residentes es “tenga cuidado. Si no lo conocen, lo asaltan”.
El problema está relacionado con las casas abandonadas o con viviendas mal utilizadas.
Justo frente al afluente está uno de los inmuebles al que ingresan personas desconocidas a consumir estupefacientes. “Allí están los chamberos”, dicen en el sector los pocos que se atreven a hablar.
La puerta está cerrada y no hay ningún ruido, sin embargo, desde su balcón un menor de edad asoma la cabeza y luego se oculta y desaparece.
Los gendarmes coinciden en que en las viviendas no habitadas se realiza el expendio de alcaloides.
Por eso la semana pasada transcendió que el gobernador del Guayas, Julio César Quiñónez, pediría información al Cabildo para analizar la posibilidad de demoler esas construcciones.
“Yo no tengo casa, solo duermo por aquí, en la calle, recién salí de la cárcel”, expresa Francisco Amagua, quien estaba consumiendo cerveza en la calle. Otro hombre se le acerca y le pide que ya no hable. “Ya deja que se vayan”, le aconseja. Tampoco permite que le pregunten nada.
En total hay 5 casas que lucen deshabitadas. En los últimos días, en ese sector han sido detenidas 30 personas. (I)