Una vuelta por dos cerros del centro en 12 minutos
Un hombre enfurecido con una navaja en la mano le grita a otro de brazos tatuados -que va de pasajero en una furgoneta vetusta- que baje y que lo insulte de nuevo como en otras ocasiones. El amenazado, como si el otro fuera invisible, no se inmuta y solo se aleja de la ventana, desde donde escucha insultos y ve al tipo que blande el arma blanca.
Alrededor de 20 pasajeros más, entre hombres, mujeres y niños, no dicen nada ni se involucran en el conflicto que ocurre frente al hospital Luis Vernaza, en la calle Julián Coronel y Escobedo, por donde se estacionan los carros de la cooperativa Veloz Company. Solo se escucha una voz que sugiere: “¡Arranca rápido, ya!”. En el interior del automotor, el amenazado, con torpeza, balbucea, con la mirada perdida: “Yo peleo duro... Nadie se mete conmigo aquí...”. Los demás solamente lo observan en silencio.
“Así ocurre a veces aquí. Nunca falta la gente que es conflictiva, lo mismo que pasa en los buses urbanos, pero es mejor no meterse”, cuenta tranquilo David Ortiz, de 38 años de edad y conductor de uno de los vehículos que circulan por los zigzagueantes y casi desconocidos accesos vehiculares de los cerros Santa Ana y del Carmen, por donde muchos habitantes todavía no se atreven a cruzar caminando.
Ortiz, mientras maneja, explica que antes, por la delincuencia, era muy peligroso andar a pie por la empinada calle Emilio Estrada, en donde empieza el viaje por el Cerro del Carmen. El alauseño de nacimiento explica que esa es la razón por la que surgió el servicio, hace 14 años. Mujeres con fundas de comida, estudiantes con mochilas y oficinistas son los potenciales usuarios de este servicio, que en 12 minutos recorre las dos colinas del centro.
En el trayecto, de empinadas subidas y bajadas, se ven pequeñas viviendas, de cemento y construcción mixta, con los tonos pasteles que exige el Gobierno Seccional en las zonas regeneradas. En el trayecto no existen paraderos instalados ni nombres específicos de calles que indiquen con precisión el sitio donde hay que detener la marcha.
La referencia de lugares es la única manera de orientar a los conductores: “Me deja en el quiosco”, “pare en la panadería”... son algunas de las “coordenadas” que proporcionan los pasajeros de este transporte a los conductores, quienes en cualquier momento pueden dejar el carro en posición oblicua, por la topografía del terreno.
Por la estrecha calle, de dos carriles (uno para subir y para bajar), solamente entran dos carros livianos o uno pesado. Esa es otra de las razones por las que los impulsores de la compañía la constituyeron con furgonetas, parecidas a las que operaban como transporte público en el cantón, en la década de los 90.
Los automotores, cuya capacidad no va más allá de los 20 pasajeros, no tienen aire acondicionado ni ponen música. El inconveniente con el sol, que en la tarde cae justo del lado del chofer, lo solucionan con la colocación de cortinas o cartones gruesos; y el de entretenimiento, con los celulares o reproductores de pen drive que algunos jóvenes llevan en las manos para hacer más entretenido el corto viaje.
Wilfrido Cruz, de 56 años de edad, como varios de los colegas de los 10 vehículos que hacen la Veloz Company, usa mangas en los brazos para no quemarse y anda con la frente húmeda por el sudor. Hace su trabajo con pasividad: la velocidad a la que maneja es de aproximadamente 20 km/h y no se enfurece con los pasajeros que le avisan repentinamente que pare. No pelea con ellos porque, al ser vecino de la zona, los conoce casi a todos.
En los 14 años de experiencia que tiene brindando el servicio -es uno de sus fundadores- no recuerda si en alguna ocasión algún turista extranjero subió a su unidad para pasear. “Lo ha usado gente que viene de otras provincias que quieren conocer el cerro o vienen a visitar a alguien”.
No hay turistas, pese a que en la transición del Cerro del Carmen al Santa Ana se puede observar de forma panorámica al río Guayas, el complejo de la Unidad Nacional y hasta el nuevo edificio conocido como el “Tornillo”. Cruz, acostumbrado a pasar por allí todos los días, no se sorprende del gran paisaje que se puede ver desde la cima por el costo de $ 0,15, que es el valor que cobran estos carros a los adultos; los niños y personas de la tercera edad pagan $ 0,05. El automotor, que inició su periplo en la calle Alfredo Baquerizo, sale por la Jacinto Morán, pasa junto a la Plaza Colón y regresa frente al hospital.
Ningún bus, indican los usuarios, pasa por la zona, de allí que consideran que la existencia de esa ruta es necesaria para trasladarse con más rapidez. “Por el tamaño, es imposible que ingresen los colectivos a los callejones”, comenta María González, vecina del Santa Ana.
Lo que preocupa a miembros de la cooperativa y algunos usuarios es la desaparición del transporte, pues actualmente no cuenta con un permiso de operación de las autoridades de tránsito. Asimismo, algunos integrantes de la cooperativa, en cambio, manifiestan que si les exigen renovar las unidades también constituiría un problema económico, pues aquello implicaría elevar las tarifas vigentes.
Las 10 unidades, en dos grupos, suben y bajan de los cerros al centro todos los días, de 06:00 a 23:00. Una carrera en taxi, por los dos cerros, está entre los $ 2 y los $ 2,50. Pero aparte de eso, dice Juana Pineda, una de las usuarias, aún existen taxistas que no quieren subir durante la noche. “Uno a veces también tiene recelo”.