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El Telégrafo
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Especial coronavirus

El toque de queda apaga la ciudad cuando llega la noche

Los perros y gatos callejeros deambulan por los barrios, esta vez sin nadie que los alimente. En Los Vergeles un ciudadano caritativo le puso comida a uno de estos animalitos.
Los perros y gatos callejeros deambulan por los barrios, esta vez sin nadie que los alimente. En Los Vergeles un ciudadano caritativo le puso comida a uno de estos animalitos.
Foto: Juan Carlos Holguín / El Telégrafo
30 de marzo de 2020 - 00:00 - Juan Carlos Holguín

El sol se levanta perezoso sobre una ciudad semivacía. A diferencia de un mes atrás, Guayaquil no se activa con las primeras luces del amanecer. Las calles, que a partir de las 06:00 se llenaban de vehículos, de personas que salían a trabajar, ahora reciben un flujo mucho menor de automotores y transeúntes.

En el norte, sectores como La Garzota, Sauces, Kennedy, Alborada, ciudadela Bolivariana, Guayacanes, permanecen casi desolados. La poca actividad se concentra alrededor de los supermercados y farmacias, donde se forman largas filas de personas que acuden para abastecerse de lo necesario. En casi todos los usuarios mantienen la distancia recomendada entre cada uno.

En el centro comercial Albanborja los ciudadanos que se dirigen al Supermaxi esperan en la fila. El celular es un compañero infaltable para los cerca de 15 a 20 minutos que demoran en ingresar.

“Hasta ahora se consigue casi de todo, no hay desabastecimiento. Yo prefiero hacer una sola compra grande, para no tener que volver a salir”, comenta Jorge, uno de los usuarios que aguarda su turno para entrar.

toque de queda→Durante las mañanas y hasta el mediodía, el movimiento se concentra en los supermercados y farmacias. Largas filas se observan en las afueras de estos negocios. Foto: Juan Carlos Holguín / El Telégrafo

Casi sin excepción todos llevan mascarilla. Y ahora algunos establecimientos suministran guantes a los clientes, para que no toquen directamente los productos.

Pero el resto de zonas lucen vacías. Así lo atestigua Ricardo Panchana, quien a diario llega desde el cantón Durán para trabajar como celador nocturno en una cuadra de la ciudadela La Garzota.

“Antes me cruzaba con muchas personas en las mañanas, cuando salía. Ahora todo permanece vacío”, dice el sexagenario a quien, por el toque de queda que rige a nivel nacional, se le dificulta cada vez más acudir a su trabajo. Incluso hay días en los que no ha podido llegar.

En zonas del este (Perimetral), centro, suburbio y sur de la urbe, la actividad no se detiene y la gente sale a comprar, a comer, a rebuscarse el sustento diario. Inclusive este domingo 29 de marzo de 2020, sobre la avenida Tungurahua cerca al Cristo del Consuelo, se observaban personas en grupo, bebiendo cerveza en la calle.

Pero en el norte el panorama es otro. La ciudad se va apagando a medida que pasan las horas. Después del mediodía la escasa actividad desciende. Se aproxima el toque de queda y las personas se apuran para llegar a sus hogares, aunque en algunos semáforos todavía se aprecian vendedores con la esperanza de ganarse un dólar más antes de retirarse.

Se ven personas buscando taxi para ir a sus casas, las gasolineras atienden a los últimos rezagados y los pocos vehículos que circulan lo hacen a toda prisa para llegar a sus respectivos destinos.

Al llegar las 14:00, el norte se desactiva. Se aprecia a uno que otro peatón, equipado con su respectiva mascarilla (ahora es raro ver alguien sin este artículo), pero el panorama general es de una desolación total.

Anochece y el alumbrado público ilumina las calles solitarias. Los semáforos cambian de rojo a verde regulando un tráfico prácticamente inexistente. Solo uno que otro vehículo rompe la soledad y algún eventual perro o gato callejero camina despreocupadamente.

“Ellos (los animales callejeros) son otros damnificados por la cuarentena”, manifiesta un habitante de Los Vergeles mientras le pone comida a un perrito que deambula por la calle.

“Algunos eran alimentados por empleados de las empresas que les dejaban comida a diario. Pero como ya todo está cerrado, no hay quien les dé de comer”.

Son las 20:00 y parece que fuera de madrugada. El norte de Guayaquil se caracteriza por el comercio de barrio, en el que abundan las panaderías y los restaurantes caseros que ofrecen el “dolarazo”: arroz, menestra y pollo, carne o chuleta por un dólar. Pero ahora todo es silencioso y solitario.

El virus mantiene los negocios cerrados, a la gente en sus casas. Y obliga a que la ciudad se vaya a dormir temprano. (I)

toque de queda→A las 21:00, una calle en el norte de Guayaquil, muy transitada a esa hora, hoy permanece desolada. Foto: Danny Mera / El Telégrafo

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