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Érase una vez una pileta contemplativa…

Si va a ver al parque, cuidado y se moja

Vienen de todas partes a bañarse. Las reglas que impuso la municipalidad de Guayaquil no se respetan. Gente con ropa se baña en las piletas algunos llevan hasta jabón y shampo. Foto: Daniel Huertas | para El Telegrafo
Vienen de todas partes a bañarse. Las reglas que impuso la municipalidad de Guayaquil no se respetan. Gente con ropa se baña en las piletas algunos llevan hasta jabón y shampo. Foto: Daniel Huertas | para El Telegrafo
23 de febrero de 2014 - 00:00 - Gisella Rojas y Daniel Huertas. Estudiantes de la Universidad Casa Grande

Es mediodía, no es feriado, ni tampoco fin de semana, sin embargo en la tercera etapa del Parque Lineal del Estero Salado, al sur oeste de Guayaquil, las piletas rebosan, no solo de agua sino de gente vociferando: “¡Aquí uno viene a refrescar el cuerpo!, ¡Yo vengo a remojarme un rato, no más!, ¡Estos chorritos de agua creo que me hacen bien!”

De los automóviles que pasan por la Av. Barcelona y calle Portete, sin timidez bajan la velocidad, asoman su cabeza, y pelando bien los ojos observan boquiabiertos al río de personas que sin ton ni son, chapuzan en medio de corpulentos brazos de agua. Al parecer, el bullicio que emiten las calles no es una molestia y que sea media semana mucho menos; pues desde bebés hasta abuelitos disfrutan del lugar, unos tendidos, otros sentados, pero todos con la misma intención: destilar alegría.

Tras las rejas ya se estaciona el señor de los raspados, el plato de comida a dólar ya se ofrece. Llega el canguilero, y sin quedarse atrás aparece el chico de los pasteles de pollo y carne. Los policías de pantalones caquis cortos, dejando asomar sus piernas velludas, se arriman sobre sus bicicletas; mientras un perro callejero se esconde del sol, que desde temprano abrasa a la ciudad.

Este revuelo empezó meses atrás, cuando se inauguró el parque, el 27 de julio del año pasado. El fin de estas piletas no terminó ni de cerca como se pretendía, pues inicialmente se hicieron para ser contempladas por los visitantes y para que se tomaran fotos.

Parado, vestido de negro íntegro, con botas y con radio en mano está Jairo Jama, guardia de seguridad  encargado de vigilar el sitio

-¿Y desde cuándo la gente empezó a meterse en las piletas?
Uh… como dos semanas después de la inauguración, un salvaje vino y ‘pas’ se metió, los demás lo vieron… desde ahí se meten todos a bañarse, aseguró.

Aunque existen recomendaciones nadie las obedece. Las reglas se rompen con facilidad.Gustavo Quito, arquitecto de la Fundación Municipal Siglo XXI, institución que se encarga de administrar y  mantener las obras de infraestructura construidas en la ciudad, cuenta  que las piletas del parque fueron construidas con la intención de ser solo observadas, pero cuando la gente comenzó a bañarse hubo que tomar otras medidas; la primera de ellas fue colocar adoquines alrededor de las piletas porque estas estaban rodeadas de césped, y se provocaba un “lodazal”. Al no estar hechas para recreación, junto a José Ignacio Carranza, Director comercial de Guesa, empresa responsable de la obra; decidieron crear un nuevo reglamento y colocar letreros para evitar que los niños se corten.

Prohibido: “Deslizarse sobre las rejillas del piso”, “Entrar a la fuente con los pies descalzos”, “Tapar los chorros con las manos”. Son las tres primeras reglas de once, señaladas en los carteles ubicados en lugares visibles del parque.

Aquí vamos…

Como palillo de dientes, empapado y lloriqueando busca a su mamá desesperado; cuando la encuentra, ella lo carga y trata de tapar la herida de su pie, para parar la sangre. El niño no estaba usando zapatos. No muy lejos, un padre con su hija juegan sentados, ¡encima de los chorros! Entre risas y gritos una bandada de niños corretea sin zapatos, tapando los surtidores de agua y deslizándose sobre el piso. Las tres primeras reglas rotas, en tan solo una ojeada, la mañana del pasado 22 de enero.

Manuel Villegas, guardia de seguridad del parque desde hace dos meses, arruga su frente y con gesto de enfado expresa: “los malcriados de siempre”, al referirse a los usuarios que no obedecen las reglas. Aunque cabe recalcar que a la gente  parece no importarle mucho las cortadas y raspones.  O al menos no es un obstáculo, porque así llueva, truene o relampaguee una vez que el reloj marca las 14:00 y las piletas se prenden; todos vuelan a pegarse su refrescón. La fiesta termina a las 22:00, cuando las piletas se apagan automáticamente. Solo los días lunes las instalaciones permanecen cerradas al público; por el mantenimiento de la cisterna y el cambio del agua que rodó toda la semana. De ahí en adelante como dirían algunos, el parque pasa “de bote a bote”.

¿Qué tal le parece el lugar?

“Lindo, en antes esto era bien feo”, responde Jeremías García, residente de Mapasingue mientras pasa sus dedos arrugados por el agua. “¡Han hecho una buena obra!”.

Entre 300 y 500 personas al día visitan el lugar, según cálculos de los guardias. Pero así como los transeúntes bajan la velocidad asombrados porque se  permite la aglomeración  dentro de las piletas, Jairo Jama, guardia de seguridad no se sorprende tanto, pues con tono desengañado comenta: “antes nadie se podía bañar  pero luego se permitió que  todos se bañaran”,  así son las cosas y hay que respetarlas”.

¡Si le contara!

Chascarrillos, historietas, anécdotas o como se quiera llamar, este parque sí que ha tenido sus gracias. Pues la gente sale con cada cosa; que aunque los guardias se quejan por las imprudencias de los usuarios y las canas verdes que les sacan, hay otras veces que  deciden verle el lado gracioso a su trabajo. La quinta regla del lugar es no llevar productos de aseo personal.

Pero las personas van tan preparadas al lugar -y cuando digo preparadas no me refiero a que acuden con zapatos- para no cortarse, además de eso muchos aparecen con  champú, acondicionador y jabón; para después de jugar, por ahí mismo, bañar a sus hijos.

“Les corté toda la viada”, cuenta Luis Antonio Valencia, guardián de seguridad hace tres meses, pues no hace mucho sorprendió a dos jóvenes queriendo tener relaciones sexuales detrás de una banca con vista al Salado. “Aquí uno tiene que andar con ojos de águila”, dice. Aunque esto sea majadería de jóvenes, no ha sido lo más chiflado que ha pasado, pues hace dos semanas llegó una señora de edad a meterse a las piletas; se quitó toda la ropa quedando solo en sostén y calzón. “Le llamé la atención porque había niños alrededor, pero me dijo que solo porque ella era mayor la estaba obligando a usar ropa, pero si ella fuera muchachita, no”, cuenta.  

Si estas piletas hablaran tendrían bastante que decir. Los guardias están repletos de historias. Cuando les pregunto por más anécdotas, moviendo su cabeza de lado a lado y abriendo desahogadamente sus labios sonríen y  con aire de una feliz resignación dicen casi a coro: “Ay si le contara…”

A cinco dólar la mortal

Mientras en las piletas el paraíso es palpable,  unas pisadas más allá,  toma vida aquel dicho que alguna vez hemos escuchado: ‘La belleza está en los ojos de quien la mira’. El tornasol de casas en el estero, adorna la vista de un amplio muelle: y es que aquí, no se escucha el ruido de las piletas, ni se exhala el vapor de los carros. Lo que está presente es la camaradería entre los jóvenes.

Nadie parece escapar de aquel momento de diversión, incluso quien no se conoce con los demás está expuesto a ser empujado por los bordes y chapotear en el estero.
 
El agua del estero se revuelve pastosa, rastros de basura se asoman entre los clavadistas. Por encima del muelle, desde el barandal que conduce hacia el brazo de mar, uno tras otro brinca con estilo particular. Otros se proponen cobrar por enseñar sus piruetas: “A cinco dólar la mortal”, repetía un chiquillo para mostrar su talento.

Los guardias del lugar tienen varias anécdotas. La gente nos solo se va a bañar a este sitio.Nadie se preocupa de las cosas que pueden toparse en el agua, sin importar la contaminación evidente. El presidente Rafael Correa, citado en este diario, el pasado 20 de octubre del 2013 refirió: “Estudios nos demuestran que esas aguas tiene 800 veces más mercurio que lo permitido para la salud. Yo ordené poner letreros para prohibir bañarse, lo que aún no se hace”.

Se suman al entorno jóvenes descamisados y luciendo alhajas, que entonaban el ritmo de una ‘tiradera’ (forma de rap). Esta se reproducía desde un celular: “Y dale enciende ese blunt…Vamo a formar sendo machinon-non…Ya las mujeres se activaron…Y hasta la ropa se quitaron-ron”, coreaban al pie de la letra.

-“Pilas, ahí llegan los pacos”, gritó un muchacho.
-“A ver todos sin zapatos, sin medias y con los bolsillos fuera”, les dice Mauricio Vallejo, oficial de policía.
-“Mi sub, aquí todo está sano como el gusanosh”, exclama un joven, al ser requisado.

La tercera etapa del Parque Lineal del  Salado, se ha convertido en un lugar recreacional, donde las formas alternativas de diversión, de los barrios aledaños a la calle Portete y a los suburbios cercanos, se observan por doquier.  Las piletas, el muelle y las áreas verdes; se vuelven el instrumento donde  las problemáticas de la sociedad y la cultura siguen su curso a pesar de la diversión. Y pensar que todo empezó como una pileta contemplativa, que al golpe de cada chorro de agua  a más de uno  empapó.  

Docente tutora: Torffe Quintero-Touma

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