Renace la esperanza con la llegada de San Biritute
Llegaban de todas partes, de Zapotal, Sube y Baja, Manglaralto, La Libertad, Chanduy, Guayaquil, Quito..., y de pronto la comuna habitada por 50 personas, aproximadamente, recibía la visita inusual de 1.000 que esperaban con ansias la llegada del ídolo secuestrado hace 62 años, que nunca debió salir de la comuna Sacachún.
Es que San Biritute es recordado como el ídolo de la fertilidad, de la lluvia, de los favores especiales, como lo rememora Nicolás Tigrero, de 75 años de edad.
“Tenía 13 años cuando la fuerza pública” -enviada por el Concejo Cantonal de Guayaquil, en la administración de Carlos Guevara Moreno- “se lo llevó”, recuerda. Y desde entonces todo cambió, dejó de llover, la tierra se secó, no hubo más alumbramientos y los comuneros también se fueron.
Mientras acomoda su pequeño negocio de venta de agua y otras bebidas, instalado para la ocasión, cuenta que en Sacachún “vivíamos alrededor de 600 personas... todos tenían ganado, la tierra era muy fértil, pues llovía 6 meses del año... había de todo, paja toquilla, tomate, fréjol”, señala apuntando a un sector donde hoy predomina el polvo y terreno desierto.
Tras el rapto, los sacachuneños “se fueron a la montaña, a hacer carbón”, añade don Nicolás, quien agrega que después “todos se fueron, quedamos pocos y hoy solo somos como 50 viejos”.
Mientras que don Nicolás agrega hielo en los grandes cubos, en los que tiene la cola y el agua, personal de la empresa eléctrica y de la Prefectura de Santa Elena continúan instalando las lámparas y pintando las aceras de la vía principal, la única de la comuna, que tiene una longitud de 400 metros.
Pero no solo los comuneros y sus familias esperaban la llegaba de San Biritute, sino también los vendedores que habían llegado de otros lugares, especialmente de La Libertad. “A ver si podemos ganarnos algo”, expresa Celia Cruz, quien estaba con su esposo y su negocio de “churritos”.
Pedro de la Rosa, vendedor de naranjas y oriundo también de La Libertad, asegura que desconoce la historia de San Biritute, igual que doña Cruz que “solo buscan ganarse unos dólares en la fiesta”.
A lo lejos se ve el polvo que levantan los carros que llegaban con el ídolo desde Guayaquil, y doña Juana Reyes, de 75 años, se emociona. “Mis padres eran de Sacachún, yo me fui a La Libertad cuando tenía 4 años”, comenta la comunera, al tiempo que anhela “que el Gobierno atienda las necesidades” de Sacachún, pues “carecemos de los servicios básicos”, sentencia.
En tanto, doña Juana trata de recordar “los años pasados”, uno de los parlantes del discjockey, contratado para el baile de la noche, irrumpe su concentración. Pero también la banda de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Santa Elena, afina los instrumentos y arregla las partituras, mientras que en el ambiente se percibe a pan caliente.
“Es el pan de don Arcadio, hecho en horno de leña”, comenta don Manuel, que se apresura a adquirir dos unidades. Arcadio Balón Quimí, de 76 años de edad, es uno de los testigos de los milagros que San Biritute realizó hace más de 60 años. “Recuerdo que una vez fui a comprar semillas de arroz a Daule, y en nuestras tierras germinó un grano muy grande, porque llovía mucho”, recuerda don Arcaido, mientras que en el cielo los fuegos pirotécnicos anuncian la llegada del ídolo. Las personas se agolpan a la entrada de la comuna, aplauden, lloran, lo vitorean, se lanzan sobre el camión que lo regresa a su casa.
Las autoridades piden que colaboren, pero los comuneros quieren estar a su lado. Quince personas fueron necesarias para levantar el monolito, de una tonelada de peso, y llevarlo hasta la glorieta diseñada especialmente para su ubicación final. En el breve trayecto la gente se aglomera a su alrededor e invade la glorieta, lo que complica el trabajo de colocación. Ni bien es ubicado, cientos de comuneros se abalanzan, lo acarician y, como era de esperar, le piden los primeros favores, los primeros milagros.
La ministra Coordinadora de Patrimonio, María Fernanda Espinosa, es testigo de las demostraciones de fe y le asegura a doña María, que el Gobierno no se olvidará de ellos, que habrá otras obras para rescatar a los comuneros del ostracismo.
En la tarima, instalada para la ocasión, aguardaban el prefecto Patricio Cisneros y las demás autoridades gubernamentales, esperando que baje el fervor, pero la espera fue larga e infructuosa, por lo que optaron por comenzar la ceremonia.
Los discursos políticos fueron la pauta, como también las promesas de obras contempladas en convenios interinstitucionales que “buscan el desarrollo de Sacachún y de sus comuneros”, señala Cisneros.
Mientras que las autoridades proseguían con los discursos de rigor, entre los sacanchuneños se escuchaba que lo importante no era que haya pronto las lluvias, ni que las obras se concreten, sino que por fin había regresado San Biritute y que en esta ocasión no permitirán que se lo lleven nuevamente.