Planta de gas saldrá del norte e irá a El Chorrillo
La cooperativa Jardines del Salado localizada en el km 7 de la Vía a la Costa es un lugar cercano a los manglares, con casas de distintos colores, tamaños y diseños, y con calles peatonales polvorientas. En la zona norte del lugar se percibe un aroma a gas -odorizado con sales de mercaptano- que proviene de una planta de Duragas-Repsol, que está en el sector El Salitral.
El olor del gas que se manufactura en la planta incomoda a varias de las 1.100 familias de la cooperativa, especialmente a quienes viven del lado que limita con la empresa; mientras que aquellos que viven más alejados sienten temor de que la manipulación de los gases ocasione algún desastre. Repsol adquirió Duragas en 1998 y ha invertido hasta la fecha más de $60 millones y cuenta con cinco plantas en el país.
La planta, ubicada en el sector El Salitral, opera desde 1980 y se dedica al procesamiento, envasado, acopio y distribución de Gas Licuado de Petróleo (GLP). Más tarde (1990), los primeros habitantes de Jardines del Salado compraron los terrenos a la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG).
En 2003, el Municipio de Guayaquil incluyó a la zona en el Plan de Ordenamiento como de carácter residencial y solicitó el traslado de las instalaciones de la Terminal Gasífera de Petroecuador y la planta Duragas Guayaquil del El Salitral.
Desde entonces, para muchos moradores resulta incierto cuándo las instalaciones de Repsol saldrán del lugar. Según Reynaldo Torres, quien representa a los habitantes de Jardines del Salado ante el Cabildo, se conocía, hasta hace poco, que en noviembre de este año se cumpliría el plazo para la reubicación de la planta. Sin embargo, Repsol ha solicitado una prórroga por lo que, en teoría, saldría de El Salitral en febrero de 2013. “Resulta preocupante que le estén dando largas a un proceso que lleva ya varios años”.
En mayo de 2010, el Cabildo expidió una ordenanza que reglamenta el uso de suelo en el macrolote destinado a las nuevas instalaciones de la Terminal Gasífera de Petroecuador, en el sector de El Chorrillo, en Pascuales, y donde podrían también reubicarse las empresas que están en el Salitral. Los responsables de Repsol afirmaron que han realizado los estudios e ingenierías conceptuales previas a la fase de construcción y que se están gestionando los permisos respectivos para el traslado de la planta.
Este Diario consultó a los empresarios mediante correo electrónico y respondieron (sin una firma responsable) que para evitar un desabastecimiento del producto “tenemos varias estrategias en conjunto: el traslado está diseñado en fases, se utilizará apoyo de otras de nuestras plantas y se está coordinando la colaboración con EP Petroecuador para trabajar de forma conjunta”.
Repsol afirmó en la misiva que es la primera vez que enfrentan una situación similar en el país, pero que “en este caso, reconocemos la autoridad de la Municipalidad de Guayaquil y estamos trabajando para viabilizar de mejor manera el cumplimiento de la ordenanza”.
Mientras que los habitantes de Jardines del Salado y sectores aledaños aspiran a que el traslado de la planta se concrete rápido, debido a que su presencia ha dilatado la legalización de los terrenos. El Cabildo ha realizado obras de alcantarillado, agua potable y, actualmente, pavimenta algunas calles. Aunque, “sin legalización se hace difícil aspirar a mayores obras”, aseguró el vecino Reynaldo Torres.
Otros recuerdan que antaño hubo dos percances que ocasionaron pánico entre las familias del sector. Juana Cruz, con 11 años en el sector, relata que en dos ocasiones, en 2004 y 2009, ella y sus vecinos debieron salir corriendo de sus casas, “con lo que llevaban puesto”. En el primer caso, se escuchó un estruendo dentro de la envasadora; y en el segundo, ocurrió lo mismo, pero en este último sí hubo un incendio, según datos del Cuerpo de Bomberos.
En opinión de ciertos residentes, vivir cerca de la planta de gas es lo mismo que vivir con una “bomba de tiempo” y expresan su malestar por los gases que emana y que se pueden percibir, con mayor fuerza, cerca del brazo de estero que bordea la cooperativa.
Jahaira Astudillo, rectora (e) de la escuela “Semillitas de Mostaza”, comentó que los olores provenientes de la planta provocan mareo y dolores de cabeza en los más pequeños. “Existen ocasiones en que los olores llegan con mayor fuerza y las aulas que quedan del lado de la calle llevan la peor parte”.
Ante esta acusación Repsol descartó que los gases que llegan hasta los sectores aledaños representen un peligro para la salud: “No hay evidencias científicas que hablen de efectos nocivos”, responde la entidad vía correo un cuestionario enviado por este medio.
Sin embargo, la doctora Jenny Zambrano cuestionó este argumento ya que el GLP, como cualquier otro gas, corta el paso del oxígeno hacia los pulmones. “Se debe tener precauciones cuando se manipulan los gases que, en altas exposiciones, pueden inflamar las vías respiratorias, producir fatiga, sueño, náuseas y vómitos”.
Este Diario solicitó, por casi una semana, una versión del Municipio de Guayaquil sobre las razones por las que se solicitó el traslado de la planta de Repsol y se aprobó la prórroga para su ejecución, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.