El panorama del Bloque 9, en Flor de Bastión, es lo opuesto del centro de Guayaquil, de calles adoquinadas y nuevos monumentos.

Los caminos polvorientos, extensas pozas y las casitas de caña podrían hacer pensar que no son parte de este cantón.

Parece el pueblo abandonado de un sitio distante. Pero, según el mapa porteño, el barrio está ubicado en el noroeste de la urbe, a 45 minutos del casco comercial.

Un bus urbano, de la línea 49, “varado” en una zanja evidencia el peligro que sortean a diario parte de los 65.000 habitantes de Flor de Bastión.

El chofer del carro de alquiler, 24 horas después del accidente, no podía sacar la unidad de la cuneta.

La noche del lunes -relataron los vecinos- el automotor cayó cuando daba paso a otra unidad que venía en sentido contrario (trayecto tiene dos sentidos).

El usuario José Carrillo se quejó por la estrechez del camino pedregoso y de la falta de obras de vialidad por parte del Municipio de Guayaquil. “No se acuerdan de nosotros. Solo vienen cuando están en campaña”, expresó enojado.

¿Por qué no tapan la zanja? Algunos residentes guardaron silencio ante la pregunta. Pero luego explicaron que por allí circulan aguas sucias. El vecino Alfredo Betancourt aprovechó la presencia del equipo periodístico de EL TELÉGRAFO para denunciar que reside 20 años en esas condiciones.

Hay charcos de distintos tamaños en los caminos de tierra, a pesar de que la estación lluviosa aún no llega a la Costa.

El estancamiento se debe a que carecen del sistema de alcantarillado (ningún tipo existe). Tampoco hay indicios de que se ejecutan trabajos en el sector.   

Los peatones, al igual que los vehículos, también deben buscar la forma de cruzar sin tocar el líquido contaminado.  

Por debajo de las puertas o de los cerramientos siempre salen chorros que se acumulan en la “vía pública” hasta formar extensos lodazales.

Estos adquieren profundidad a medida que circulan los vehículos todoterreno y hunden el flojo terreno. Los autos no pueden ingresar por las irregularidades del suelo.  

Narcisa Briones el martes pasado mostró cómo transitan las mujeres con sus bebés. Ella, quien llevaba a su nieta en un coche, hizo un esfuerzo físico para cargarlos una cuadra. “Todo el tiempo está mojado”, comentó mientras observaba la forma como se escurrían los residuos. Lleva 11 años en el vecindario. La permanente presencia de los mosquitos es una de las incomodidades.

A eso se suma la carencia de agua potable en las viviendas (la mayoría es de caña y pocas son de cemento con techo de metal).  

Tienen una pileta comunitaria -como en otros sectores pobres de Guayaquil- donde los habitantes deben hacer columnas para abastecerse y cargar los recipientes hasta el hogar. “Hay personas que recogen dinero para cancelar ese servicio”, coincidieron los moradores.

De la misma manera, el alumbrado eléctrico es insuficiente en el sector. Prueba de ello, es la caída del bus en una zanja en la noche.

Pero la mayor preocupación es la regularización de los terrenos. Afirmaron que no están legalizados. “Hemos escuchado que nos van a sacar por estar en zonas de riesgo”, manifestó preocupada Narcisa.

El vecino Felipe Chiquito indicó que han enviado oficios al Cabildo porteño para que solucionen el problema.  Hasta el momento, en el Bloque 9 de Flor de Bastión, solo se han pegado afiches (de colores celeste y blanco) en los postes en los cuales se promociona el partido político del alcalde de la ciudad, Jaime Nebot Saadi. (I)