Aunque el negocio está en declive, los establecimientos siguen atendiendo
Los libros usados aún tienen compradores
“Estas librerías son esenciales, existimos personas a las que nos apasiona la lectura, pero no tenemos el dinero suficiente para comprar un libro nuevo”, dijo Rosa Solórzano, consumidora habitual de textos usados o de ‘segundo ojo’, como también se los conoce. Ella, como cientos de guayaquileños, prefiere recorrer el centro de la ciudad en busca de sus preciadas historias, adquiere uno o hasta tres libros cada mes, a precios muy económicos en las librerías populares de los mercados y cerca de las universidades.
En Guayaquil quedan pocos lugares en los que se venden obras de segunda mano, aquellas joyas de papel que muchas veces son desechadas a la basura, pero son rescatadas por sujetos como Ferny Páez, que lleva más de 30 años en el negocio de venta de libros. Su local se encuentra en la calle Pedro Moncayo 1522 y Colón; no tiene nombre, pero todos en la zona lo conocen como la librería Campeón Páez.
Al llegar a su establecimiento se puede percibir el olor a hojas antiguas provenientes de los miles de textos que alberga el local. Páez asegura tener más de cien mil ejemplares de diferentes géneros y épocas. A simple vista se puede notar las filas que llegan hasta el techo en un espacio de 4 metros de ancho, 5 de alto y 11 de fondo.
En este se pueden encontrar libros de literatura, física, química, música, historia del arte y muchas áreas más. Los precios son variados, oscilan entre un dólar y hasta treinta dólares, estos no son fijos, se acuerdan verbalmente con el cliente. “Yo odiaba la lectura, pero cuando crecí me entró la curiosidad; algo he aprendido, aunque me falta mucho por conocer. Empecé este negocio con unos libros que tenía en mi casa, luego mi hermano me ayudó y así fue creciendo”.
Páez afirma que actualmente los clientes escasean, ama lo que hace y lo considera parte de su vida, pero la falta de dinero lo está obligando a buscar otro trabajo que lo ayude a sobrevivir a él y a su familia.
Páez, que es conocido como el ‘Campeón’, recuerda que ese apelativo se lo ganó hace muchos años cuando era boxeador y ganó varias peleas. Muchas gente no sabe su procedencia, pero la vida de Páez en sí ya es un libro.
Otros locales con historia
En el mismo sector se encuentra la Librería Popular, exactamente en 6 de Marzo 1204 y Colón. Su dueño, Javier Campoverde, tiene 30 años en el oficio. Él es oriundo de Cañar y cuenta que el negocio no lo inició por las ganancias, sino por ayudar a los necesitados. “Si una persona pobre necesita un libro, se lo obsequio”. Al comprar un libro usado se ahorra más de la mitad de lo que costaría en una librería tradicional.
Las estanterías no bastaron para organizar tantos textos, obtenidos en remates por sus dueños o por trueques. Hay más amontonados, unos sobre otros, que los que se encuentran en las repisas.
Caminando un poco más, pero en el mismo sector, encontramos a un hombre cuya vida ha estado rodeada por el aroma de hojas antiguas y modernas de los textos de su librería. Su dueño no es un ingeniero, tampoco un literato, no pertenece a ninguna otra carrera.
José Luis Valladares tiene 69 años y lleva 50 años vendiendo obras en las calles Lorenzo de Garaycoa 1636 y Alcedo. Al inicio no le gustaba este empleo, lo hacía solo por ayudar a su padre. “Mi papá vendió toda su vida libros, ahora yo hago lo mismo”.
Valladares coleccionaba libros de la Segunda Guerra Mundial, pero en la crisis económica de 1999 tuvo que venderlos. Afirma que no tenía ni para comer. Considera que las ventas se han desplomado con la llegada de la tecnología. “Vendo por día 3 o 4 ejemplares, con suerte hasta 12. En la época buena comercializaba 250 libros diarios, ahora no se vende ni la tercera parte”.
A estos lugares acuden estudiantes, historiadores, sociólogos, abogados y deseosos de encontrar lo que necesitan. Allí se puede encontrar libros que fueron editados hace 75 años, y otros que no se encuentran en ninguna otra parte. Las temáticas más buscadas son varias: medicina, psicología, literatura, autoayuda, motivación y otros.
El objetivo de estos mercados es ayudar a las personas que buscan un libro, económico y de interés. Esta parte de Guayaquil que pocos conocen mantiene historias culturales importantes, muchas veces olvidadas.
Pocos saben que los mayores proveedores son los carretilleros que van de casa en casa en busca de artículos usados. Algunas personas llaman para vender bibliotecas enteras cuando un gran coleccionista muere. (I)