En guayaquil existen varios sitios para adquirir textos
Los libros de ‘segundo ojo’ que se negocian en los portales
Los guayaquileños siempre se han caracterizado por ese impulso a la hora de comprar. Y es el comercio, precisamente, el que mueve los ejes económicos de esta ciudad.
La compra y venta de libros usados o de ‘segundo ojo’, como los llaman en los locales de venta, es una actividad que sin mover miles de dólares se ha constituido en un negocio que aglutina a todo tipo de profesionales y personas amantes de la lectura.
Encontrarse con este tipo de locales es sencillo. La mayoría se ubica cerca del Mercado Central, en pleno centro de Guayaquil, y muchos de ellos han sido heredados de padres a hijos, quienes siguen la tradición.
En Alcedo y Lorenzo de Garaicoa se ubica Freddy Valladares, considerado uno de los íconos de este negocio. Lleva 30 años vendiendo libros. Él promociona todo tipo de textos, desde un Nacho ecuatoriano, hasta el más avanzado libro de Anatomía, utilizado por los estudiantes de medicina. Antes se ubicaba afuera del Mercado Central, pero con la regeneración urbana fue reubicado en el Mercado de las Cuatro Manzanas.
Comenta que en ese mercado, luego de que los trasladaron, no les fue bien, por eso optó por conseguir un local y comenzar nuevamente con su negocio. Lo mismo piensa Manuel Fabara, quien tiene su negocio en 10 de Agosto y Lorenzo de Garaicoa. Manuel trabaja en su local Ediciones Fabara en Seis de Marzo entre Alcedo y 10 de Agosto. Dice que no solo la reubicación, hace una década, hizo que las ventas bajaran, si no también el avance tecnológico. “Muchas personas descargan contenidos de libros desde la red”.
Un negocio tradicional
Tanto Valladares como Fabara tienen la creencia de que su negocio les ha servido para conocer grandes personajes, no porque han sido populares en el medio sino por su calidez humana.
En una ocasión un cliente lo llamó para venderle un dormitorio completo de libros. “Todo en dos millones de sucres. Una pequeña inversión que luego me dejó muchas ganancias”.
Entre ambos comerciantes poseen un aproximado de 3.000 a 5.000 libros en sus tiendas. Los más vendidos son: El álgebra de Baldor, libros de autoayuda, química, física y anatomía. Estos títulos son requeridos durante todo el año.
Pero el local considerado más grande de todos es el de Néstor Cali, quien lleva 40 años en la actividad y asegura que le va my bien. Ha vendido desde los 15 años ropa, cinturones o lo que se ha propuesto vender.
“Yo gritaba en las calles, vendía diarios. Voceaba las noticias y la gente salía a comprarme”, asegura.
En su local tiene toda clase de libros, desde diccionarios de bolsillo hasta grandes enciclopedias. Inclusive tiene la Biblia en idioma quichua.
Para él su negocio siempre le ha traído cosas buenas, nada malo.
Cali pasa más tiempo en Nuevo Horizonte (ese es el nombre de su librería), otro de sus locales. Es su espacio. Cada libro que entra allí pasa por sus manos y sabe lo que está vendiendo, lo que le ofrece a su público.
Pero así como existen personas que han disfrutado al máximo de su experiencia como vendedores de libros usados, existen otros que tienen sus quejas.
Luis y Carlos Fabara trabajan desde hace 40 años en este oficio y 11 años en el Mercado de las Cuatro Manzanas. Ambos son hermanos de Manuel Fabara, pero ellos, además de vender libros usados, facilitan a su clientela libros nuevos, con las últimas reformas curriculares. Afirman que con eso ganan más, ya que poco a poco el oficio se va a ir perdiendo por la tecnología que brindan los dispositivos móviles.
Gisela Hernández también cree que se irá perdiendo este negocio, aunque ella indica que en la Costa tienen menos hábitos de lectura que en la Sierra. Por eso también tiene su negocio en Ambato, donde hay más ventas. “La gente lee más, está más apegada a la lectura”, asegura Hernández.
Carlos Álvarez, un consumidor de libros usados, acude con mucha frecuencia a estos sitios en busca de un buen texto. Él, ingeniero en informática, no frecuenta las grandes y sofisticadas librerías de la ciudad, pero busca libros de autoayuda o de ciencias exactas.
Asegura que eso se debe al gusto que le tiene a los textos, porque en realidad no guardan relación con su profesión.
Marlon Valero, de 34 años, también es comprador de este sitio. Cuenta que para leer no existen excusas. “Podemos encontrar títulos que en una librería cuestan entre 30 y 40 dólares y en estos locales no pasan de 5 dólares”.
A más de estos locales céntricos también en el Suburbio oeste pueden encontrarse libros a buen precio, asegura Gustavo Ramírez.
En la 24 y la A está ubicado lo que hace muchos años se conoció como el gran mercado de pulgas o, como se lo conoce ahora, ‘el mall de los suelos’, por los tendidos que se colocan en la calle ofreciendo una gran variedad de productos.
Comprar un libro usado en este lugar va ligado al precio. Como Valero decía: “Un libro lo encuentras en las librerías a $25 o $20, mientras que acá, en el mercado, a $4 o $2. Cada persona compra lo que vaya acorde con su bolsillo”.
En estos locales no se utiliza el regateo porque los libros son extremadamente baratos. Quienes llegan a uno de estos locales lo hace con el título del libro en sus manos. Pocos son quienes se quedan leyendo o buscando algo.
Tanto Valladares, como los Fabara o Cali tienen la esperanza de que aun con el avance tecnológico el libro físico no sea reemplazado.
Es algo complejo, señala Cali, “los ecuatorianos que estamos enseñados a leer lo hacemos en formato tradicional, no en la tablet sino en un libro”.