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Ecuador, 18 de Enero de 2025
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Los encargados de mantener limpios los ductos de aguas lluvias y servidas

Los 'hombres topo' realizan un complicado trabajo en las entrañas de la tierra

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Los lugares más oscuros y sucios, en donde los malos se esconden o los ratones se adueñan del espacio, son las alcantarillas de las ciudades. Sin luz solar, higiene, sin ventilación y sin comodidades, no es el mejor sitio para que trabajadores de servicio de alcantarillado realicen su jornada de trabajo. Pero como dice el argot popular: alguien tiene que hacerlo. Aquí la historia de una persona que trabaja en esa ciudad subterránea que pocos conocen.

Diego Ruiz, de 37 años, oriundo de Riobamba, cuenta que desde los 30 trabaja en estos subterráneos sin horizonte. Cambia tuberías, destapa drenajes, rehabilita ramales y realiza tirantes. En pocas palabras, saca desperdicios que obstruyen el paso normal del agua en cualquier temporada del año y sobre todo en el invierno. “Tenemos un equipo de trabajo, liderado por un ingeniero, estamos dispuestos a trabajar en  cualquier sitio, hemos recorrido casi 150 alcantarillas”, dice Ruiz.

Para este obrero, cada día se convierte en una aventura. Su labor comienza a las 08:00. El lugar en donde iniciará su trabajo es Cuenca y la 29, en el suburbio de la urbe. Llega con todos los implementos que necesita. Tuberías, excavadoras, remolcadora, aplanadora  y sus botas, esas que lo acompañan a todos lados. Sus prendas de vestir tienen ese olor característico de alcantarilla. Ruiz está consciente de que cada día está expuesto a contraer  algún tipo de enfermedad; lo más grave que le ha sucedido es una pequeña alergia a la piel y algunas infecciones al estómago.

El sueldo básico que gana no le alcanza para mantener a su familia, compuesta de 5 hijos y su esposa Alicia, quien se encarga de  las labores domésticas. Él es el único que tiene un ingreso estable en el hogar, por ello no piensa dejar su trabajo.

Mientras narra su experiencia, un taladro hidráulico empieza a abrir las calles en donde se realizará la obra. ‘¡Peligro, hombres trabajando!’, dice un letrero que advierte que una persona está sumergida en estas aguas putrefactas.

Diego Ruiz, con una mascarilla en su rostro, saca una pequeña tapa. De ahí emanan aguas servidas y un montón de suciedades. Aunque no es muy común, de vez en cuando aparece una rata que sale despavorida de algún lugar. “Ya no me estreso por nada. Cuando entro digo en son de broma que estoy buscando un tesoro escondido. Ruiz reconoce a su sitio de trabajo como un espacio de confort.

El mundo debajo de la urbe

Este sitio de trabajo es uno de los peores que puede tener un ser humano. No solo por la basura que ahí se acumula, sino por los olores que emana. Además, es muy incómodo, tiene una altura de 1,20 m. En el interior lo único que se observa son tubos incrustados en la tierra. En los alrededores hay desde basura hasta excrementos de animales y personas. Con una vela ilumina las paredes para mostrar los hongos que tiene el lugar.

Luego detiene la luz en un espacio donde empiezan a germinar unas manchas negras. Ruiz afirma que, para que las bacterias no le afecten, utiliza un compuesto (brebaje hecho de hojas y puro fuerte) recetado por los sobadores del parque La Victoria. Este líquido, según cuenta, quema las manos, pero así como quema la piel también mata los hongos, espanta las ratas, ahuyenta las cucarachas y es un repelente para mosquitos y zancudos.

Así como Diego, hay 12 obreros más encargados de este sector, los trabajos aquí durarán 30 días, siempre y cuando no llueva.

Durante el día se dedica a sacar  los extraños artículos que encuentra: zapatos viejos, utensilios de cocina, ropa, trapos, herramientas y un montón de latas y plásticos.
Aunque a muchos les parezca un trabajo aburrido, Ruiz matiza el ambiente cantando su canción favorita, un tema del chileno Américo, ‘El embrujo’. Su pequeña radio portátil le ayuda a pasar las horas de trabajo más rápido. Es su compañera inseparable.

Un día de trabajo puede ser menos tenso y pesado cuando pasa cantando. Además, la limpieza la realiza junto a otras personas. “Es verdad que la actividad es dura por la basura y el ambiente insalubre; porque se puede contraer cualquier enfermedad, y más que eso porque son pocas las personas que desean realizar este tipo de actividades como trabajo”.  

Una de las anécdotas que cuenta, con algo de cautela, es la historia de una persona que hace unos 8 años decidió establecerse en una de estas cuevas urbanas en donde no paga arriendo ni servicios básicos.

“Ahí vivió con varias mujeres, ha bebido alcohol y hasta pasó grandes resacas”. La  historia tiene similitud a la del ‘Hombre Rata’, un delincuente sagaz de hace muchos años en Guayaquil y que era famoso porque huía por las alcantarillas.

La misión de estos guerreros que se dedican a  limpiar los ductos de aguas servidas es muy loable porque gracias al trabajo que realizan se evitan grandes inundaciones. Aunque la población no lo reconozca, quizá por desconocimiento. (I)

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