El lugar nació luego de que hinchas de emelec buscaran un sitio para comer
La tradición continúa con el seco de ‘El Colorado’
Nadie sabe cómo lo hace, mucho menos qué ingredientes le pone, pero todos los comensales concuerdan, los de antaño y los modernos, en que el sabor del seco de chivo o de gallina de ‘El Colorado’ es exquisito y no tiene competencia.
El negocio tiene algunas características que lo distinguen de otros similares. Lo atienden al menos 10 personas entre primos y sobrinos. La atención al público comienza desde las 18:00 y solo 3 horas después se termina la oferta culinaria. “No queda ni el cocolón”, reconoce un cliente.
Pero lo que lo hace diferente de los demás, es sin duda, el sabor. Que es un secreto familiar que lleva guardado más de 45 años. Desde su fundador, hasta la actualidad. Si los descendientes no hubiesen continuado con la tradición el secreto se lo hubiesen llevado a la tumba.
La idea nació cuando el promotor César Leitgeler Mendoza se percató de que todas las tardes de los domingos en el sector, a las 18:00, salía una multitud de gente del estadio Capwell y se los veía ansiosos por comer algo y tomar algún refresco. La multitud de la hinchada emelecista lo hizo pensar en un negocio para satisfacer la necesidad de quienes deseaban comer algo cerca del estadio.
Don César, como lo llamaban amigos y vecinos, instaló un quiosco en la esquina de las calles Quito y Ayacucho y empezó a preparar seco de chivo. Ahí, a partir de las 18:00, iniciaba la venta para los hinchas del equipo azul. La acogida fue tal que en pocos meses ya era conocido por todo el sector. La buena sazón hizo que los secos de chivo de ‘El Colorado’ empezaran a tener tanta fama que los clientes llegaban de todas partes. Así la clientela empezó a aumentar cada día. “Era asombroso ver cómo cada día llegaban desde diferentes sectores de la ciudad”.
En papel de despacho
Don César jamás dejaba que un cliente se fuera sin probar su seco de chivo, por eso cuando alguien no tenía para pagar el plato le servía en un pedazo de papel de despacho y como cuchara agregaba un pan. Esta singular forma de servir se la conoció con el nombre de ‘paquetazo’.
Eso sin contar con aquellas personas que no tenían dinero. César siempre trataba de que nadie se quedase sin comer.
Algunos optaban por dejar en prenda su cédula de identidad u otro documento, algún reloj o anillo, para regresar a la siguiente tarde o noche a cancelar la deuda. En las primeras horas del nuevo día se observaba una infinidad de papeles de despacho en los que servía.
Así, la gente de menor poder adquisitivo pedía diciendo: “Un paquetazo don César”. Lo importante en realidad era que todos quienes deseaban probar su sazón se fueran satisfechos. “A un cliente nunca se desprecia, porque esa persona puede hacer duplicar mis ventas”.
En cuanto a los precios, inició en la época del sucre. Un plato de seco de chivo estaba entre los 0,50 y 0,70. Ya con la dolarización se hicieron varios ajustes y ahora estos van de 1,50 a 1,80 o a 3.00 dólares, dependiendo del pedido.
Como el negocio fue creciendo, don César necesitaba más espacio y quería mejorar la atención, por ello decidió acondicionar su casa y transformar la sala y el comedor, todo para abrir espacio a un restaurante y como sus hijos ya estaban grandes empezaron a ayudarlos. Así pasó a ser un negocio familiar.
Debido a la exigencia de los clientes se aumentó el menú paulatinamente y ahora a más de seco de chivo se ofrece seco de gallina, tallarín con pollo, guatita, caldo de gallina, caldo de pata y la tradicional bandera.
En la actualidad el restaurante ‘El Colorado’ está ubicado en las calles José de Antepara entre Ayacucho y Manabí y a partir de las 18:00 los trabajadores se alistan para recibir a la clientela.
Iralda Monserrat Arbeláez labora fuera del establecimiento de comida, ella vende unos deliciosos jugos de naranja, es vecina de los dueños del local y por esta razón le han permitido vender. “El seco no se puede dejar de comer. Sé de muchas personas que vienen de sitios muy lejanos en busca del plato. Hace 2 semanas vinieron de Portoviejo en busca de un seco de chivo”, manifiesta.
Daniel Peñafiel, de 62 años de edad, es fiel cliente. Asegura que siempre ha degustado este tradicional seco, desde la época del paquetazo; a más de probar el seco de chivo, le gusta la guatita.
Su actual dueño, Jhonny Leitgeler, no solo está pendiente de que la sazón se mantenga, sino también de que la atención sea de primera. “Un cliente viene atraído por la sazón, si esta le agrada viene otra vez, pero para que sea fiel se lo debe atender bien. Solo así se garantiza una buena cartera de clientes”, dice.
Leitgeler asegura que siempre está pendiente de la preparación, de que todo este en orden y de que el cliente vaya al sitio con toda confianza. “Nuestro prestigio no lo podemos perder”, concluye. (I)