La Semana Santa culmina en la Catedral con misa de cura indígena
La imponente arquitectura gótica de la Catedral de San Pedro Apóstol, también conocida como Catedral Metropolitana de Guayaquil, ayer fue el escenario al que concurrieron cientos de creyentes y turistas.
La luz tenue de los reflectores, que apuntaban hacia el techo y los altares, y las grandes pantallas LCD, colocadas en cada pilar de la iglesia para que los devotos pudieran ver de cerca la intervención del sacerdote, ayer dieron un singular aspecto al templo católico.
En un fresco día de Domingo de Resurrección, la parte central y las laterales del recinto estuvieron en su capacidad máxima de personas sentadas y unas cuantas, por llegar retrasadas a la misa, permanecieron de pie.
La novedad de la liturgia fue la presencia del padre Pablo Pineda Morales, quien por su especial indumentaria e inusual apariencia de un sacerdote, no pasó desapercibido.
Con una “cola de caballo”, para mantener el cabello largo peinado, ofició el ritual de la Eucaristía. En su “look” resaltaban las alpargatas blancas y en la túnica sacerdotal se podían observar bordados indígenas.
El párroco, de origen otavaleño, forma parte de la nueva generación de sacerdotes ordenados por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.
Los fieles asistentes restaron importancia si el párroco era blanco, mestizo, negro o indígena, “mientras sea un buen líder espiritual para la comunidad católica, eso es lo de menos”, coincidieron varios devotos que estuvieron en la Catedral.
El padre Pablo -como la mayoría de personas lo conoce en la parroquia– repetidamente extendía su mano, le ponía la hostia a una señora, a un anciano o a un joven, y lo bendecía. Ellos solo miraban el Cirio Pascual que estaba a espaldas del sacerdote y agachaban sus cabezas de regreso a sus bancas respectivas.
La misa estuvo acompañada por un grupo de músicos, de la parroquia, que le puso la melodía a algunos cánticos. Así, cientos de asistentes avanzaban lentamente para recibir la eucaristía de la mano de los sacristanes y, especialmente, de parte de Pablo, que para los habituales asistentes a la Catedral ya es conocido.
Para finalizar la misa dominical, el padre Pineda intercaló en su intervención algunos pasajes bíblicos en los que recordó a los fieles el legado que dejó Jesús a sus discípulos y al resto de la humanidad: “Murió en la cruz y resucitó para acercarnos nuevamente a Dios”.