La resaca de Año Nuevo se extendió a las piscinas
Un radiante sol apareció durante la mañana de ayer, primer día del 2012. A las 11:00 muchos guayaquileños continuaban con la resaca por las celebraciones de la madrugada, otros seguían festejando y también hubo aquellos que aprovecharon el calor para bañarse afuera de sus casas, junto a sus familiares, en piscinas plásticas.
Pero también están los que trabajaron. Los empleados de las pocas picanterías que abrieron este 1 de enero fueron los más ocupados.
Hacia el mediodía, la limpieza de las calles en el puerto principal aún era deficiente, ya que en muchos sectores de los barrios suburbanos se observó basura acumulada y restos de monigotes amontonados en las esquinas.
Para los niños Jermy, Yadizca y Justin quedó atrás la quema de los monigotes y el ruido de los explosivos. Ellos, junto a sus madres, se refrescaron en una piscina de goma que instalaron en las calles Gómez Rendón y la 13ava, al pie de la vulcanizadora de propiedad de su abuelo, Jorge Macías.
El mecánico contó que hasta las 10:30 ya había parchado los neumáticos de dos vehículos. Les cobró $ 3 a cada uno.
Mientras en Argentina y la 13ava se vivió un cuadro parecido al de Macías. Jorge Santos y sus nietos Aldana y Roberto se sumergieron en una alberca rectángular para enfrentar la alta temperatura.
A escasos dos metros se encontraban Pilar López y Gabriela Jiménez, quienes con cerveza en mano y bailando aún daban la bienvenida al 2012.
En tanto, en la 11ava y Francisco de Marcos, en la picantería Angelito, no había mesas para atender la demanda de tantos clientes.
Rostros cansados, trasnochados y con sueño se destacaban en la cola conformada por unas 30 personas. Una empleada contó que el establecimiento abrió desde las 06:30, como lo hace cada años el 1 de enero.
Calculó que ayer vendería unos 2 mil o 2.500 platos de encebollado, a un precio de $ 1,50 el sencillo y a $ 2,50 el mixto con camarón. En una de las mesas de este negocio, que funciona desde hace 14 años, se encontraba Julio Llaguno.
Él acudió a sacar el “chuchaqui” junto a su esposa Petita y a sus hijos. Aseguró que en su caso las celebraciones duraron hasta las 2 de la madrugada, con bastante baile, música y cerveza.
En Letamendi y la 10ma, Ismael Pérez Castro y García Goyena, Capitán Nájera y Guerrero Valenzuela y en un sinnúmero de intersecciones de este sector la gente no paraba de celebrar.
Los ciudadanos consumieron toda clase de bebidas alcohólicas en los portales de sus casas, escuchando música a alto volumen.
En los exteriores de tiendas o de ventanas donde se comercializa cerveza, también había grupos de personas, especialmente jóvenes.
Tampoco faltaron aquellos a los que “se les perdió la brújula”, no pudieron llegar a sus casas y no les quedó otra opción que “descansar” en la comodidad de la vereda.
Grimaneza de Loaiza y Ramona de Mieles iniciaron bien el año en La Atarazana. Ellas fueron algunas de las personas que recibieron muchos clientes posterior al 31 de diciembre.
Desde las diez de la mañana tuvieron que multiplicarse para atender los pedidos de los clientes. Es decir, terminaron el año con ganancias y lo recibieron de la misma manera.
Basura acumulada
En sectores como Letamendi y la 16ava o en Capitán Nájera y Nicolás Segovia hasta el mediodía los desperdicios se acumulaban en las esquinas y parterres.
Un recorrido realizado por este diario evidenció que no todos los habitantes de esa zona madrugaron para limpiar sus portales.
Los obstáculos en las vías no impidieron que la Policía patrulle los barrios suburbanos y ciudadelas. No retiró a las personas que bebían en la vía pública, pero sí vigiló que no se produzcan incidentes en las primeras horas de este nuevo año.