Algunos habitantes del lugar preparan almuerzos para los obreros
La remodelación del Capwell afecta la economía de vecinos y comerciantes
Tres máquinas pesadas de la constructora Valero son las encargadas de demoler los muros de la localidad de la calle San Martín del estadio George Capwell.
El escenario deportivo entró en proceso de remodelación luego del 28 de enero y se prevé que los trabajos tarden más de 1 año.
En la calle una cuadrilla de obreros trabaja arduamente bajo un fuerte sol que hace arder el mismo asfalto. Los carros van y vienen por la avenida Quito y el sonido de la maquinaria que derriba las losas de lo que fue la tribuna de la San Martín genera un apabullante ruido.
Se habla de cambios y beneficios para el club y comodidad para los hinchas de Emelec.
La ampliación del escenario en donde podrán ingresar 40.000 espectadores con seguridad dotará a la ciudad de un estadio moderno y le otorgará comodidades a la hinchada del Club Sport Emelec.
Pero más allá de la obra y de las expectativas que existen, hay un grupo de personas que está siendo afectado con la remodelación del estadio del bicampeón nacional.
Son personas que viven alrededor del estadio. Ellos, a lo largo de muchos años, han logrado mantenerse con sus negocios de ventas de comidas y bebidas alcohólicas. Algunos son cuida carros, otros revendedores o comerciantes de camisetas, gorras y banderas.
Todos ellos viven una historia diferente a la del bienestar del club y la comodidad de su hinchada. Ellos han visto reducir sus ventas y otros se han quedado sin trabajo.
Vendedores en declive
En San Martín y Guaranda está ubicada la tienda de doña Janina Montalvo, más conocida como ‘La madrina azul’. Allí la hinchada eléctrica llegaba a refrescarse. “Extrañaré ver a los hinchas cada 15 días y la fiesta que se vivía en estas calles antes y después del partido”.
Montalvo, quien también cuidaba los vehículos de la hinchada, tratará de recuperar el dinero perdido con la venta de almuerzos a los obreros que trabajan en la construcción del estadio.
Moradores del sector aseguran que los trabajos generan bulla y mucho polvo y que no pueden dejar sus vehículos fuera de sus casas porque deben dar paso a la maquinaria que entra y sale del Capwell.
Asado y fútbol
María España, de 47 años, le hace honor a su equipo. El color azul predomina en el Asadero Emelec, en donde se ofrece a la clientela la especialidad de la casa: pollo asado.
España cuenta que su local tiene 12 años y que solo por estar ubicado en Guaranda y Portete, a dos cuadras del estadio, tiene muchos clientes, no solo emelecistas sino también hinchas de otros equipos.
“En lo económico me afectará demasiado; cada que jugaba Emelec de local, aquí no había dónde poner un pie; ahora venderé, pero no como cuando el equipo juega en el estadio, tendré que esperar el año que viene para que todo mejore económicamente, anhelo que pase rápido el tiempo y que todo vuelva a ser como antes”.
Filomena Tandazo, de 64 años de edad, se dedica a cuidar carros los días que se juega en el Capwell.
En un espacio que abarca media cuadra ingresaban 12 vehículos, algunos subidos en las veredas. Cuidar cada carro costaba 2 dólares. Un solo día ganaba 24 dólares. “Esa es mi pérdida y no la voy a recuperar”, dice. Además muchos vendedores de agua, cola y maní están perdiendo su fuente de ingreso. Nadie quiere viajar a Milagro”
Pero el malestar también se podría sentir entre los jugadores. Miller Bolaños, delantero del bicampeón, manifestó que no jugar en su estadio es un poco penoso, pero que el plantel dará lo mejor. “Es como cambiarse de casa, tenemos que acostumbrarnos”, manifestó.