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Algunos negocios dejaron las calles de la ciudad y pasaron a los centros comerciales

La reinvención de lo tradicional

De las tradicionales carretillas se pasó a sofisticados negocios en los centros comerciales. La demanda sigue siendo la misma de hace muchos años. Foto: Cortesía Universidad Internacional.
De las tradicionales carretillas se pasó a sofisticados negocios en los centros comerciales. La demanda sigue siendo la misma de hace muchos años. Foto: Cortesía Universidad Internacional.
16 de agosto de 2015 - 00:00 - Cindy Arias Valladolid. Estudiante de la UIDE

La diversidad culinaria y costumbrista de la ciudad se extiende ahora a los centros comerciales.

Aquellas carretas con agua de coco, granizados, canguil y algodón de azúcar, que muchas veces vimos transitar por las calles de Guayaquil, no han desaparecido del todo. Aún existen, pero más estilizadas y elegantes y están en los centros comerciales, ofreciendo los mismos sabores de antaño. La diferencia es que ahora son marcas registradas y negocios establecidos.

En la ciudadela Martha de Roldós se encuentran muchas de estas historias. Don Segundo Coalongo, de 50 años, se dedica a la venta de granizados. Natal de Guaranda, provincia de Bolívar, vino a Guayaquil hace 22 años, compró un triciclo y empezó su negocio que ahora se constituye en el sustento diario de su familia.

La idea del negocio fue de su cuñado. Él tenía la carreta y se dedicaba a este oficio, por eso le sugirió hacer lo mismo.Trabaja todos los días de 09:00 a 20:00. En invierno siente que hay más demanda por el calor que hace. 

Tiene todos los sabores típicos como: frutilla, vainilla, menta, chicle, limón, tamarindo y cola. Además, en el Mercado Central consigue todos los ingredientes ya preparados. “Se trabaja tranquilo, no se sufre mucho, despacio, a la voluntad de uno”.

A diferencia de los negocios de raspados en las calles, también existen en los centros comerciales de la urbe, como  los Granizados Don Ramón, que tiene sucursales en Riocentro Norte, Terminal Terrestre, Villa Club y Unicentro.

Érika Ramírez, de 32 años, comenta  que el negocio es originario de Manabí, empezó con una carreta en el Parque California y poco a poco lo fueron agrandando hasta llegar a los centros comerciales. De lunes a jueves se obtiene alrededor de 50 dólares, mientras que los fines de semana la cifra se duplica.

Los sabores más vendidos son rosa, menta y vainilla, los mismos que se han ofertan en las carretas.

Distinta presentación, igual sabor

Las dos familias que son parte de este negocio son oriundas de Manabí, quisieron traer algo de sus raíces que tuviera acogida. Y lo consiguieron.

El éxito logrado con los raspados fue mayor a lo esperado. El refresco de chocolate que ofrecen es diferente  con relación a los otros. Aseguran que gastan poco en todo lo que utilizan con relación a la ganancia que obtienen.

Érika Ramírez, al igual que don Segundo Coalongo, expresan que la mejor estrategia para atraer el cliente es la atención, clave del logro de cada acción. La buena atención es primordial para atraer al público.

Jimmy Cobeña, de 32 años, también nativo de Manabí, cuenta que lleva 7 años en la venta de agua de coco, sin embargo, indica que lo poco que gana no alcanza para subsistir. En 12 horas de trabajo vende de 20 a 50 cocos, que los trae de su ciudad natal y los comercializa a $ 0,50, $ 0,75 y $ 1,00, depende el tamaño. “Vendo cocos porque el pueblo me lo pide”. Siente que hay más demanda en su trabajo todos los años, en  julio, por las fiestas de la ciudad.

Pero mientras este negocio tradicional continúa en las calles, en contraparte, Coco Express vende su producto en los centros comerciales de una forma muy higiénica,

La franquicia, de origen brasileño, concentró en 2006 la venta del típico jugo de coco, además de helados. En 2009 diversificó los productos con galletas, cocadas y alfajores.

Ahora cuentan con 35 puntos de ventas en 15 ciudades del país. Lo que más se vende es agua y jugo de coco, además  de los helados artesanales de ‘choco-coco’.

La demanda crece desde las 12:00 hasta 16:00. Los precios varían entre $ 1,00 hasta $ 2,75.

Otra de las grandes tradiciones es el algodón de azúcar. Henil Novillo, tiene 41 años y desde hace 22 se dedica a la venta de este producto.

Relata que desde pequeña se dedica a este oficio y en las fiestas de cualquier ciudad se instala a trabajar. Vende algodón de azúcar, manzanas acarameladas, fresas chocolatadas y canguil. La contraparte de este oficio tradicional es la  isla de Pop Pop & Sugar ubicada en San Marino.

Los tradicionales productos los disfrutan tanto niños como adultos. Saborean canguil y algodón de azúcar, ya sea natural, dulce, tutti frutti, acaramelado o de sabor a queso y mantequilla. Su precio varía entre $ 1,00 y $ 1,40. (I)

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