Especial coronavirus
Guayaquil, la urbe comercial que trató de resistirse a la cuarentena
Carmela Vizcaíno, de 58 años y oriunda de Chimborazo, vende agua en botella en la esquina de Piedrahíta y Esmeraldas (norte de Guayaquil). Son las 13:50 de un jueves y espera que entre en vigencia el toque de queda (decretado para proteger a la población), para retirarse a su casa en Flor de Bastión. Ella al igual que cientos de comerciantes informales de Guayaquil viven del día a día.
Para la economista Marlene Mendoza, docente de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, las consecuencias para la ciudad y para el país serán de profundización de la crisis económica. “Antes de la aparición del virus la economía nacional ya estaba en un proceso de desaceleración que se intentaba controlar con medidas económicas diversas”.
Pero la crisis sanitaria mundial traerá una cadena de complicaciones como la desaceleración económica del país y por consiguiente de su ciudad más comercial, como es Guayaquil.
Para el economista Luis Cortez, cuando pase la crisis sanitaria y retornemos a la vida cotidiana es importante que se creen líneas de crédito blandas. “Así cada empresario y emprendedor le dará su giro a su negocio con el que no ha podido tener ingresos”.
→Luego de las 14:00 las calles de la ciudad quedan abandonadas. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
Guayaquil, la más afectada
Los comerciantes de la bahía y los informales aseguran que ven el panorama sombrío para los próximos meses.
Lucas Larrea, quien vende ropa en la bahía, dice que no trabajar durante estas dos semanas le deja más de 1.000 dólares en pérdidas. Él está consciente de que las medidas adoptadas por el Gobierno buscan precautelar el bienestar de todos los ecuatorianos, pero que no trabajar le genera angustia porque debe pagar arriendo y cuentas vencidas.
Para Homero Ramírez Chávez, exdirector de la Escuela de Sociología de la Universidad de Guayaquil, la ciudad porteña es una de las más afectadas por el toque de queda y el cierre de negocios porque se trata de una ciudad netamente comercial. “Los guayaquileños en su mayoría no son empleados del Estado, han optado por pertenecer a la empresa privada o a generar emprendimientos”.
Esto causa una dependencia absoluta del movimiento comercial. “No justifico la desobediencia de quedarse en casa, pero existen sectores, en el caso de los comerciantes, que no han vendido ni han ganado nada”. Otros -menciona- como los pequeños emprendedores, al no poder abrir sus negocios no podrán pagar las nóminas del mes.
Según el sociólogo y economista Robert Párraga Cepeda, existe una construcción social de Guayaquil, una ciudad de libertades, en donde se hace vida social en las calles y en los espacios públicos. “El guayaquileño es indisciplinado y por eso le cuesta permanecer en casa. A eso se suma que el clima no ayuda”.
Si recorremos el sur de la ciudad -indica- nos damos cuenta de que se trata de un pueblo de puertas afuera. La gente gusta mucho de conversar en las veredas, jugar o hacer alguna actividad.
Párraga dice que Guayaquil es una ciudad en donde la gente instala su negocio de comida en cualquier esquina. Eso genera una dependencia del comercio que se nutre de un trabajo diario. “Estamos en una emergencia sanitaria mundial que nos obliga a permanecer en casa. No es opcional y el Gobierno está haciendo su trabajo. Solo falta la contraparte ciudadana para que haya resultados”.
Con trabajo se sale adelante
Para Marlene Mendoza, el panorama no es alentador a nivel económico, sin embargo, la prioridad en estos momentos es la salud y la vida de la población. “En los países desarrollados las afectaciones serán tan grandes que tienen claro la necesidad de generar liquidez y harán planteamientos estratégicos para lograrlo y no dejar derrumbar sus economías”.
En el país y en Guayaquil -precisa- se deberá impulsar el consumo interno, ello se podría generar a través de endeudamiento interno. “La banca pública y privada puede dar paso a la moratoria de deudas para dar respiro a la economía, podrán además refinanciar o reestructurar los créditos”.
Añade que la banca privada puede traer una parte del dinero que tiene en el exterior y dirigirlo a la reactivación de sectores como el de la construcción o infraestructura. “Así nos podemos recuperar”. (I)