La falta de buses satura de mototaxis el noroeste de Guayaquil
Carlos Mera no ahorra palabras. Se queja amargamente por la falta de transporte público en las cooperativas de vivienda que rodean la avenida Fernando Gutiérrez, en el noroeste de Guayaquil.
Como que si se tratara de una acción deliberada para callar las quejas de Mera, llegan tres buses alimentadores de la Metrovía hasta el lugar.
La primera de las tres unidades está saturada, las otras dos no cargan más de cinco pasajeros cada una, -una tras otra- se detienen y abren sus puertas en la misma esquina.
“No se deje engañar”, se apura en aclarar Mera, “estos buses pasan cada 40 minutos, algo ha sucedido para que lleguen tres al mismo tiempo”.
Mera explica que los alimentadores solo recorren una parte de la vía y reniega de que para “darles pasajeros a ellos” hayan retirado las líneas 25, 106 y 122, “incluso la 75 ya no pasa”.
“Aquí viven miles de personas. Somos como 10 cooperativas de vivienda”, comenta Juan Cedeño, otro ciudadano que espera bus al pie de un semáforo, diagonal a un parque recién renovado por el Municipio, pero totalmente enrejado, que más bien parece un lote privado.
Efectivamente, la avenida Fernando Gutiérrez Hill es la arteria principal a la que se conectan decenas de calles laterales de las cooperativas de vivienda Juan Montalvo, Pájaro Azul, El Pueblo y su Reino, Voluntad de Dios, Luchadores del Norte, Pantanal, Amazonas, Lotes Alegría, 8 de Mayo, 3 de Marzo y Ficoa de Montalvo.
Todo este sector solo cuenta con tres líneas de transporte urbano: el alimentador de la Metrovía y las rutas 116 y 92, ninguna de ellas, sin embargo, avanza más allá de la avenida principal, por lo que para llegar al interior de las cooperativas, la población está obligada a caminar largos trayectos o tomar tricimotos.
Un medio caro y peligroso
María Zambrano cuenta que vive seis cuadras hacia el norte de la avenida Fernando Gutiérrez. “Seis peligrosas cuadras”, lamenta.
La mujer -de origen manabita- se queja de que todos los días debe acompañar a su hija Yadira, de 18 años, a tomar mototaxi que la lleve a la vía principal, donde aborda el bus para ir a la universidad.
Las mototaxis, más que una solución a la movilidad de las personas, se han convertido en un problema de seguridad y desorden en esta zona del noroeste de Guayaquil.
María sabe por experiencia lo peligroso que es subirse en una de ellas. “Ayer paré una en el mercado, cuando me subí apareció un muchacho con puñal en mano”. Finalmente no fue asaltada porque un carro se les cruzó y ella se bajó rápidamente. Su historia es la misma que cuentan todos los vecinos de la zona.
“No hay control. Aquí vivimos en la ley del monte”, reconoce José Vélez, uno de los más antiguos residentes de la cooperativa Juan Montalvo. Él se queja de que nadie controla las tricimotos. (I)