En el sur de Guayaquil todavía hay vecinos que arman los nacimientos
Con el pasar del tiempo, muchas personas pierden la ilusión, la chispa y el espíritu de la Navidad, y con ello varias tradiciones de esta época van desapareciendo. A veces los avatares de la vida, la influencia de las redes sociales y el estrés apabullante del día a día impiden disfrutar de esa magia especial en unión de familiares y amigos.
Tradiciones como el árbol de Navidad, las coronas de Adviento, la cena de Nochebuena y las misas aún se mantienen, pero no pasa lo mismo con el montaje del pesebre o nacimiento, conocido en otros lugares como Belén, que instalaban en la esquina de cualquier barrio guayaquileño.
La costumbre que inició San Francisco de Asís se ha difundido por el mundo de manera diferente, desde los más vistosos y artísticos en los que no faltaba nada, hasta los sencillos, que se reducen al nacimiento en una construcción de madera en forma de portal o de cueva, en la que figuran tan solo la Virgen, San José, el Niño, la mula y el buey.
Grecia Cando Gossdenovich, coordinadora de Cultura de la Municipalidad de Guayaquil, dice que esta tradición tiene su historia. El primer nacimiento tuvo lugar en una iglesia de Greccio en la Toscana, Italia. Fue así que San Francisco de Asís, basado en este episodio bíblico, estructuró el primer pesebre, elemento preponderante dentro de la conmemoración navideña, y lo hizo con personajes y animales vivos. Los propios habitantes de la aldea cercana representaron a María, José, los pastores y los Reyes Magos. Este acontecimiento ocurrió en 1224.
Los pesebres en Ecuador son considerados sinónimo de alegría y comunión familiar.
En Guayaquil, los nacimientos se mantienen. Muchas familias los arman en sus casas y ahí rezan la novena que inicia el 16 de diciembre y concluye el 24. Sin embargo, los pesebres barriales han perdido espacio en la urbe. Pocos son los sectores de la ciudad en donde aún se los construye.
En las calles Gallegos Lara y Letamendi esta tradición parece esconderse.
Al pesebre se lo reconoce de muy lejos por la tradicional estrella de Belén con destellos multicolores, guirnaldas, lazos rojos elaborados con papel celofán, la clásica corona navideña; y no puede faltar el habitual árbol navideño, que a pesar de no ser tan grande luce muy vistoso y engalanado, sin perder la humildad que es el reflejo de la gente y del barrio.
Washington Alvarado, de 40 años, líder barrial, asegura que el armado es el resultado de trabajo en equipo, amigos y voluntad de vecinos para donar pinturas, adornos y apoyar la idea del grupo, que desea organizar una fiesta navideña para compartir juguetes y regalos con los chicos del sector.
Julio Michalón, de 38 años, morador de la misma zona, considera que las tradiciones se han perdido por los cambios sociales. “No es común ver a los niños participar en novenas, era una costumbre que antes existía y donde la anfitriona era una madre del sector que invitaba a los niños para que participen en el rezo diario. Al final de las oraciones se ofrecían chocolates, dulces y caramelos”.
Tanto Alvarado como Michalón consideran que la verdadera importancia de preparar y decorar un pesebre barrial es la socialización con los vecinos. “Cuando se termina el trabajo nos damos un tiempo para hablar sobre temas de mucha importancia, como la política, la pobreza, la familia y lo que sucede con los equipos del Astillero. Es así que muchos jóvenes dejan a un lado todo lo materialista de la Navidad y se unen por una misma causa.
Dora Avilés, moradora del sector, manifiesta que se siente feliz y orgullosa de ser parte de este sector por ser uno de los pocos que quedan en la ciudad que mantienen la tradición guayaquileña.
El historiador Melvin Hoyos afirma que la costumbre del Nacimiento o Pesebre de Belén es una tradición heredada de los españoles, desde el siglo XVII. En aquella época se comenzaron a hacer arreglos navideños en las iglesias y en las familias tradicionalmente católicas.
Asegura -además- que los nacimientos barriales fueron promovidos en la ciudad por Bernardino Echeverría Ruiz. “En 1969, cuando era Arzobispo de la ciudad, promovió la costumbre de que en cada barrio, así sea el lugar más recóndito de la urbe, exista un nacimiento, como muestra de la fe cristiana de los guayaquileños”.
Años después, ya en la década del 80, un diario inició el concurso de los mejores nacimientos de los barrios de Guayaquil. (I)