La ciudad que planeaban las élites era una que representara la modernidad de la burguesía
El Barrio Obrero, un proyecto inconcluso (I)
La idea de un Barrio Obrero para Guayaquil había sido propuesta originalmente por la Junta Patriótica del Centenario, en 1916, como parte de la concepción de la nueva ciudad impuesta por las élites locales. Su proyecto de cambio urbanístico comprendía:
“a. Convertir la calle 9 de octubre en una amplia avenida de concreto y pavimento, flanqueada por árboles, de catorce metros de ancho, desde el Malecón hasta la Plaza 9 de Octubre, iluminada con faroles de instalación eléctrica y gas.
b. El trazado de la Plaza 9 de Octubre y el ensanche de sus calles adyacentes.
c. La supresión de la calle Villamil y la prolongación de las calles Pichincha y el Malecón.
d. La construcción de un paseo peatonal a lo largo de la orilla del Río Guayas.
e. La urbanización del cerro Santa Ana y del antiguo barrio Las Peñas.
f. La creación de un Barrio Obrero hacia el sector suroeste, de trazado rectangular y con una gran plaza central de seis manzanas de extensión a la que se denominaría Plaza del Trabajo.
g. La construcción del Parque del Centenario de nueve hectáreas de extensión, con una columna recordatoria de los próceres de la Independencia, en un área central de la ciudad en la que habría que expropiar 14 manzanas.
h. La prolongación de la avenida Olmedo con su trazado en diagonal, rezago del antiguo Foso de San Carlos o Estero de Saraguro, que formaba parte de los sistemas de defensa de la ciudad, y su intersección con la avenida 9 de Octubre.
i. La extensión del muro del malecón desde el sector del barrio Las Peñas hasta el monumento a José Joaquín de Olmedo y el Mercado Sur.
j. La construcción de un gran Parque Municipal, aledaño al Barrio Obrero, que abarcaría un área de 84 manzanas, en la que se había proyectado una laguna artificial y un gran arco de triunfo rematado por un conjunto de atlantes que soportaban un gran globo terráqueo, además de columnas esbeltas con motivos clasicistas”.1
La idea que tenía el Cabildo guayaquileño en la generación de estos proyectos era terminar con el modelo de ciudad colonial y crear una ciudad moderna, donde se aplicaran las recetas haussmanianas, tal como había sido la expropiación y reconstrucción urbana del centro de París, en el siglo XIX.
El tipo de ciudad que proyectaban las élites municipales de Guayaquil era una que simbólicamente representara, por un lado, la aspiración de modernidad que mostraba la burguesía ascendente, creando espacios públicos amplios (avenidas, paseos y bulevares), en sintonía con la “moda” urbanística de la época.
Esto se observaba en el discurso de álbumes fotográficos como el Guayaquil a la Vista (1910 y 1920) que describen espacios y ambientes “modernos” del puerto de Guayaquil: “El Mercado Norte.- Guayaquil, siguiendo el ejemplo de los pueblos más adelantados, ha procurado en los últimos años embellecerse con nuevos edificios y hermosas construcciones. Al antiguo mercado, pequeño y estrecho, han sucedido dos nuevos edificios […] El vasto edificio que contempla el lector hace las veces de Boquería en Guayaquil. El que haya visitado a Barcelona recordará la indescriptible animación, el continuo movimiento, el bullicio ensordecedor de la Boquería. Cuadro no menos animado puede verse todas las mañanas, dentro de los alrededores del espacioso Mercado…”.2
Por otra parte, la ciudad imaginada y soñada por las élites municipales debía exterminar el caos y el desorden, e introducir una lógica de racionalización y planificación que responda a sus aspiraciones modernas, al tiempo que resolver los problemas derivados de la presión demográfica que experimentaba Guayaquil, sobre todo en el centro, cuya densidad poblacional había aumentado considerablemente.
A partir de lo anterior, se explica que la respuesta de los proyectistas municipales sea, por un lado, ensanchar las avenidas principales del centro (Malecón y calle 9 de Octubre), así como construir ejes de circulación transversal como la Av. Olmedo y en menor medida la calle Villamil.
Pero las decisiones principales para asegurar el funcionamiento de una ciudad moderna giraban en torno a la “cuestión popular”, una problemática que surgió en las dos primeras décadas del siglo XX, cuando la población de Guayaquil se disparó de 58.000 a 100.000, entre 1896 y 1922. 3
Detrás de estas cifras, las élites sociales y económicas del puerto experimentaban el proceso de crecimiento de los sectores populares y buscaban emplazarse en áreas periféricas como el Barrio del Centenario, para escapar de un virtual “estrangulamiento”.
De esta forma, nacen los principales proyectos urbanos de la modernidad liberal guayaquileña, algunos realmente utópicos como la “New Guayaquil”, al otro lado del río; otros, en cambio, totalmente plausibles que en algunos casos sí se concretaron, y en otros no del todo, como fue el caso del Barrio Obrero.
1. Florencio Compte, “Guayaquil”, en Inés del Pino Martínez, et.al., Ciudad y arquitectura republicana: Ecuador 1850-1950, Quito, Centro de Publicaciones PUCE, 2009, p. 112.
2. Juan Bautista Ceriola, Guayaquil a la vista, Barcelona, Imp. Vda. De Luis Tasso, 1920.
3. Milton Rojas M. y Gaitán Villavicencio, El proceso urbano de Guayaquil 1870-1980, Guayaquil, FES-ILDIS, 1988, p. 182.