Dolce Vita, la tradición que lleva tres décadas de sabor
Si desea saborear un helado artesanal o degustar comida italiana puede acudir a Dolce Vita, ubicado en Rosa Borja de Icaza y Maracaibo (frente al colegio Cristóbal Colón). El sitio tiene una historia vinculada con Italia, país de donde eran oriundos sus fundadores.
En 1989 una pareja de italianos llegó a Guayaquil para invertir en un negocio. El objetivo era tener un restaurante de comida italiana y lo hicieron, pero no imaginaron que no lograrían adaptarse. Al mes de la inauguración estaban seguros de que deseaban venderlo y lo hicieron a Isabel Cucalón y a su esposo, quienes eran amigos de la pareja.
El reto fue muy grande, reconoce Cucalón. “Teníamos que continuar con la misma línea de comida italiana como pastas, risotto y lasaña. Con el transcurrir de los meses decidí darle un toque especial, ya que puse a la venta helados caseros y naturales”.
Así surgen la variedad de canela, higo, nueces, piña colada y morocho. Los helados se convirtieron en la sensación de los estudiantes de los colegios Cristóbal Colón y Domingo Comín.
“Cada vez que tengo una nueva idea con los sabores lo hago porque me gusta innovar, crear nuevas experiencias. Eso le agrada a los jóvenes. Cuenta que el expresidente, Abdalá Bucaram, llevaba a su hijo Dalo a tomar helado a su local cuando salía del colegio.
Ahora Cucalón y sus hijos son quienes atienden en el local.
Asegura que no le gusta quejarse y que las ventas aún se mantienen, pero que en la última década ha aumentado el número de heladerías.
“Yo me mantengo con mi negocio porque vendo helados con base en frutas y los preparo de forma muy artesanal. Además los helados están a precios cómodos, desde $ 2,50”.
Carlos, quien prepara los helados en Dolce Vita desde hace 28 años, es quien primero llega al local. Arriba a las 8:00.
Los prepara ese mismo día ante la atenta mirada de su propietaria, quien da todas las indicaciones. Además él también sabe preparar comida italiana.
“Las mejores experiencias las tengo en este lugar; las personas son muy amables. Siempre vienen exestudiantes del colegio Cristóbal Colón y traen a sus hijos. Ellos les cuentan las aventuras que vivían y se sienten como si volvieran a ser niños. Es un sitio que ya tiene historia”. Eso lo corrobora Lorenzo Aulestia, quien visita el local todos los fines de semana. “Es como regresar a la secundaria. Y el sabor de los helados es de primera”. (I)