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En el centro de guayaquil, un peruano cautiva con su música

Cuando no hay trabajo, llega con su violín

El peruano José Núñez es oriundo de Lima. Trabaja en un mariachi y también toca en las calles. Foto: Cortesía /ULVR
El peruano José Núñez es oriundo de Lima. Trabaja en un mariachi y también toca en las calles. Foto: Cortesía /ULVR
23 de agosto de 2015 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Ya se ha vuelto costumbre que al estar en el centro de la ciudad se escuche el insistente claxon de los automóviles mezclado con el rugir de sus motores.

Las voces de los vendedores que gritan “agua, agua”, los silbatos de los agentes de tránsito y la mezcla de voces y risas de los transeúntes, predominan. Algunos de ellos van con andar rápido  y otros dan pasos más relajados.

En medio de esa bullaranga llama la atención el suave sonido de una melodía que contrasta con el acostumbrado ruido cotidiano, por ello los caminantes concentran su atención hacia dónde viene la música y se dan cuenta de que proviene del violín de José Núñez, quien parado en la esquina de Luque y Pedro Carbo, toca el pasillo de Jorge Araujo, Sendas Distintas.

Mientras el semáforo se encuentra en rojo, los conductores y pasajeros desvían sus miradas un momento hacia al peruano de 32 años que entona la canción My Heart Will Go On, de la cantante estadounidense Celine Dion, conocida por ser el tema principal de la película Titanic. Cerca de sus pies hay una pequeña canasta de mimbre en la que recibe las monedas que algunos transeúntes lanzan luego de registrar sus  bolsillos o carteras. Algunos colocan monedas de 1 centavo y otros de 50, y hasta de 1 dólar, como reconocimiento a su arte.

Tal vez para algunos su rostro es conocido porque Núñez también suele tocar su violín esporádicamente en la esquina de la Av. 9 de Octubre y García Avilés.

Oriundo de Lima, (Perú) el violinista viene de una familia de músicos, por lo que a los 7 años de edad empezó  a estudiar para tocar el violín en el Conservatorio Nacional José María Vayas Riestra.  “Iba al mismo tiempo a mi escuela y al conservatorio, cuando terminé el colegio lo hice como profesión”, declara mientras toca el tema Invernal.

Por la música en las venas

A los veinticinco años llegó a Ecuador con un grupo de mariachis. Vivió en Cuenca por 4 años para después trasladarse a Guayaquil, por su clima cálido. “En Cuenca es muy frío, no se puede tocar en la calle porque los dedos se ponen tiesos”, dice el músico, quien asegura conocer un repertorio de alrededor de 50 melodías, desde clásicas como Mozart, Antonio Vivaldi y Beethoven, hasta los pasillos nacionales.

“La música popular la aprendí por mi cuenta” asegura. “Sé tocar Nuestro Juramento, El Alma en los labios, Sombras”, pero asimismo entona temas conocidos del cine como los de El Padrino, El Señor De Los Anillos, Piratas del Caribe y La Guerra de las galaxias, lo que llama la atención de  adultos y niños, a quienes los complace con temas que podrían identificar en las series animadas: “ellos dicen -es el caballito- pero yo les digo que no, que se llama (la melodía) Guillermo Tell. El Himno de la alegría lo conocen pero no saben que es la Novena sinfonía de Beethoven”, relata.

Núñez es su jefe en el trabajo y se dedica por completo a su profesión. Toca el violín para un grupo de mariachis y da clases a domicilio los lunes y sábados; tiene alrededor de siete alumnos. Sin embargo, a veces el trabajo escasea y es cuando sale a la calle.  Asegura que lo bueno de su profesión es que viene a la hora que quiere cuando desea tocar en el centro de la ciudad, para después dedicarse a practicar en casa.

Cada 15 días se instala en uno de sus lugares recurrentes y toca 2 días a la semana. En esta ocasión fue el martes y viernes, de 14:00 a 17:00. “A veces me he hecho cincuenta dólares y en algunas ocasiones solo $7. Todo depende del día”, dice.

Cuando está rodeado de las miradas de varias personas, algunas conocedoras de música y otras no, se anima a entablar conversación con muchas de ellas. “Hay gente que se me acerca y me lleva a tocar a algún lado. Me han llevado a declaraciones, cumpleaños o a entregar un regalo. Yo siempre estoy presto a trabajar y hago mi labor”, relata.

Cuenta que en una ocasión, mientras entonaba el pasillo de la mexicana Rosario Sansores y el ecuatoriano Carlos Brito Benavides, Sombras, una mujer se quedó a escucharlo y empezó a llorar. “Me pidió que la volviera a tocar, que dos días atrás había perdido a su padre y que esa canción le gustaba mucho. Ella recordó a su papá gracias a mi violín”, manifiesta.

Para él la música es la medicina para el alma. Llegar con una canción a los sentimientos más profundos de un ser humano es un verdadero logro para cualquier músico. “La actividad es complicada, pero mi profesión me ayuda a vivir”, dice.

Es una vida muy bonita, le agradezco a Dios por haberme dado este talento y a mi madre porque me encaminó para seguir una vida musical que yo disfruto.

En noviembre audicionará para los concursos a los que ha convocado la Orquesta Sinfónica Juvenil de Guayaquil de donde se seleccionará a quienes tengan talento. (I)

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