En junio de este año se inaguró la obra
Caminata junto al Guayas con rumbo a Santay
Por Amy Intriago , estudiante de la UIDE
Desde que se inauguró el puente bascular que une a Guayaquil con la isla Santay, la gente ha llegado desde distintos puntos de Ecuador para conocer la biodiversidad que existe en dicha zona. A quien apuesta por este encuentro con la naturaleza le será casi imposible perderse porque puede llegar a este lugar tomando un bus de la metrovía que recorre el circuito Terminal Terrestre-Caraguay.
Desde la parada del barrio El Centenario puede avanzar por la calle El Oro hasta la ría y luego de registrarse, José Benavides, jefe de seguridad, le dará las primeras indicaciones: “de lunes a viernes, Santay es visitada por 800 turistas, aproximadamente; mientras que los fines de semana llegan entre 1.500 y 2.000 personas”. De ellos el 35% prefiere ir a pie; pero, también pueden pedalear su bicicleta o, por 4 dólares las tres horas (se adiciona un dólar si se excede del tiempo), alquilar una al Ministerio de Ambiente, MAE.
De 06:00 a 17:00 es el horario habilitado para recorrer los 840 metros de longitud que tiene este puente. Evelyn Rodríguez, encargada de la garita, aclara que solo se permite alquilar hasta las 15:00 porque dos horas después se cierra el acceso a las ecoaldeas.
A pesar del considerable porcentaje de turistas que optan por ir en bicicleta, el 40% de ingresos que este rubro generaba al inicio ha disminuido con la apertura del Área Nacional de Recreación.
Se pronostica que en 2015, con la inauguración de un lugar para practicar canopy, se recuperen las ganancias.
El puente peatonal-ciclovía que une a Guayaquil con San Jacinto de Santay tiene 4,50 metros de ancho, espacio que es compartido por ciclistas y caminantes. Quienes optan por esta segunda opción pueden sentir la brisa en sus rostros; incluso, hay jóvenes que han optado por hacer de este lugar el sitio ideal para manifestarse su amor.
Eso se evidencia con un candado colgado en el puente en el que se ha dibujado un corazón y sus protagonistas emulado el ejemplo del famoso ‘Puente de las Artes’, en donde cada pareja que lo visita cuelga un candado con sus iniciales y arroja la llave al río Sena como máximo pacto de amor.
“Conserve su derecha” indica la señalética y de esta manera se mantiene el respeto por el espacio tanto del peatón como del ciclista. Al final del puente hay una bifurcación: a la izquierda está el sendero que une a Santay con Durán; y, a la derecha, el camino hacia la ecoaldea.
William Espinoza visita la isla por tercera vez. No se cansa de hacerlo porque le parece un lugar agradable por el ecosistema que posee. “Algo fuera de lo que estamos acostumbrados en la ciudad: el tráfico, la bulla. Estoy encantado”.
El camino es largo y la mirada se pierde entre la variedad de flora: mangle negro, palma real, guachapelí, samán y otros árboles.
Vigilantes de tránsito recorren el lugar en bicicleta para asegurar el orden y resguardo de los visitantes.
El personal de limpieza se esfuerza por recoger la basura y, en medio del camino, se han ubicado pequeños stands que ofrecen bebidas energizantes, gaseosas y snacks.
Yomaira Andrade lleva 6 meses trabajando en uno de estos puestos y no ha visto ganancias. Las ventas son muy pocas, “obtengo entre $30 y $60 diarios, es nada”, dice.
Una visita placentera
Pedro Parrales, nativo y habitante de la isla, se dedica a vender bollos los fines de semana. A pesar del aporte económico que el turismo le ha dado, complementa sus ingresos con la pesca para salir adelante. Su producto cuesta 1 dólar y reconoce que no se gana mucho; pero, cuando la venta es buena, gana entre 50 y 100 dólares diarios.
Margarita Torres, quien vende artesanías, comparte la opinión de Pedro. “Se vende muy poco, hay días buenos y otros malos”.
Ella se dedicaba a buscar turistas para hacerles un recorrido en bote desde el malecón hasta la Isla, pero optó por esta nueva fuente de ingreso. Ahora espera que mejore con la llegada de más atractivos.
En las ecoaldeas hay 56 cabañas que pertenecen a familias de la comuna y 3 para alquilar si alguien desea alojarse.
Tienen capacidad para cuatro personas cada una y, cerca de allí, hay un restaurante que ofrece platos típicos como pescado frito con arroz y menestra, seco de pollo o cebiches. Los precios varían entre $3,50 y $5,00.
Santay tiene una cocodrilera. Allí se ha implementado un mirador para apreciar los 11 reptiles de la zona, 2 de ellos son hembras.
Todos toman baños de sol; unos prefieren hacerlo en pleno terreno árido mientras otros se han convertido en las mejores estatuas al lado de algún tronco de árbol.
Si en este punto su cansancio es insostenible le gustará saber que una manera de regresar a Guayaquil es acercarse al muelle y, luego de cancelar 1,50, embarcarse a las lanchas que lo dejarán en el mercado de la Caraguay.