Alumnos volverán a clases con bancas que arreglaron
Mariana Arellano vive en el Guasmo Sur desde hace casi 20 años y se educó en la escuela Guayas y Quil, el mismo plantel donde su hija empezará a estudiar en 1º de básica.
A la joven madre, a quien la maternidad le llegó tempranamente, a los 16 años, no le importa realizar cualquier sacrificio con tal de que su pequeña estudie, aun si eso implica asumir el mantenimiento de una de las bancas.
“Sinceramente, (el arreglo de la banca) me cogió de sorpresa, porque creí que el gobierno daba todos los recursos para ello”.
El plantel, donde casi 700 estudiantes entrarán a clases el próximo lunes, asumió la reparación y mantenimiento de 300 pupitres, cuyo costo asciende a aproximadamente $ 1.200.
Además, un grupo de padres de familia, tras una reunión, resolvió asumir “voluntariamente” el arreglo de algunas bancas.
Myriam Macías, una de las madres de familia que afirmó estuvo presente en el citado encuentro, aseguró que la idea surgió espontáneamente antes del inicio del período de matriculación (15 de marzo).
“Algunos padres se opusieron a eso, porque decían que no tenían el dinero ni el tiempo para estar pendientes de que alguien les haga el trabajo, y peor si ellos mismos debían hacerlo (el arreglo)”.
No todos los padres de familia, con algunos años de antigüedad en el plantel, conocieron de este consenso, ni mucho menos quienes recién se matricularon este año.
Esto originó cierta confusión y malestar durante los primeros días de matriculación. Según Andrés, un representante que prefirió conservar el anonimato al realizar la denuncia, manifestó que la responsabilidad asumida es algo que debieron informar con la debida anticipación. “A cada padre que conseguía la matrícula le iban entregando su banca para que la reparara”, aseguró.
Esta versión fue corroborada por Álex Córdova, quien tiene matriculados a sus hijos en el establecimiento. Según Córdova, nunca existió una reunión en la que los padres de familia se ofrecieron “voluntariamente” a reparar las bancas.
“Conocí del particular a través de una de las maestras”. Este representante recalcó que desconoce cómo o de quién surgió la disposición.
Los padres que se han opuesto a la reparación individual de los pupitres, según Andrés, lo han hecho porque les representa una alta inversión.
El costo
Kléber Muñoz, quien se ha dedicado 12 años a realizar estas reparaciones en el Guasmo Sur, señaló que en el peor de los casos el costo del trabajo no sobrepasa los $ 10.
En su taller, atrás de la escuela Guayas y Quil, se puede observar la cantidad y variedad de trabajos que debe realizar.
Pupitres de madera, metal y mixtos yacen volteados en el piso para que se seque la pintura que les aplica como última parte de la labor de reparación o mantenimiento.
“El costo varía según lo que necesita la banca: reposición de partes, soldadura o mano de pintura”, explicó Muñoz, quien colabora desde hace dos años con la escuela Guayas y Quil, debido a que uno de sus hijos estudia ahí.
El trabajo no falta. No solo el plantel fiscal solicita el servicio de Muñoz, sino también padres de familia de establecimientos particulares de la zona.
Beatriz Soto, directora del Guayas y Quil, manifestó que las autoridades educativas están prohibidas de solicitar o exigir a los padres algún tipo de colaboración económica, aun si fuera en beneficio de los planteles. “Sin embargo, tampoco me puedo oponer si son los mismos padres quienes voluntariamente quieren colaborar con el cuidado de la escuela”.
Una muestra de ello es la organización de mingas por parte de los representantes, que se vienen realizando desde principios de este mes para limpiar de malezas las zonas cercanas a las aulas, aunque parte de la labor la hace la escuela.
“Nuestro trámite es un poco más complicado, porque debemos buscar reparadores de bancas o jardineros que cuenten con RUC para poder facturar y respaldar la inversión que realiza el plantel”, dijo Soto.
La directora del Guayas y Quil informó que representantes de algunos alumnos, en la matriculación, llegaron al extremo de ofrecer traer sus propias bancas para que sus hijos fuesen aceptados dentro de la unidad, situación a la que se negó, porque “la capacidad del plantel tiene un límite”.