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El Telégrafo

El equipo ‘merengue’ por el momento solo negocia la compra de un arquero

La crisis económica llega al fútbol español

Arda Turan (d.) junto al defensa central Gerard Piqué (i.) durante una de las primeras prácticas con el FC Barcelona, antes de iniciar la Liga Española. Foto: AFP
Arda Turan (d.) junto al defensa central Gerard Piqué (i.) durante una de las primeras prácticas con el FC Barcelona, antes de iniciar la Liga Española. Foto: AFP
02 de agosto de 2015 - 00:00 - Gorka Castillo. Correponsal en España

Hay crepúsculos de muchos tipos, formas muy variadas de ocaso. En el fútbol europeo, la caída de la noche en un club se manifiesta de diferentes maneras, pero la más significativa, es la de reducir el gasto porque no abunda el dinero en el banco. En este caso, un claro proceso degenerativo es el que se está viviendo en la Liga española. A dos semanas escasas de comenzar la competición, ninguno de los dos grandes equipos ibéricos, El Real Madrid y el FC Barcelona, se han destacado por rutilantes contrataciones de estrellas del balón. Más bien al contrario. Si por algo están destacando merengues y culés es por las controvertidas despedidas que han realizado a viejos iconos. El más paradigmático, sin duda, es el caso de Iker Casillas. Su fichaje por el Oporto FC sigue haciendo correr ríos de tinta en España. Son muchos los que censuran a la directiva madridista la mala educación mostrada con el arquero español que tantas jornadas de gloria aportó al club de su vida. Era algo que se veía venir.

Convertido en el paradigma del fútbol global cimentado en el máximo poder económico, el club blanco vive encerrado en una espiral de consumo suicida desde hace ya algunos años. Nada es duradero en este Real Madrid, sumido en la bulimia compradora, pese a la finura mercantilista de este año, en la desmemoria y en el inconformismo permanente, rasgos infantiles donde los haya. No es extraño que en el equipo merengue, el club más grande del siglo XX según la FIFA, se haya instalado una filosofía de usar y tirar, ferozmente utilitaria, que alcanza incluso a sus grandes mitos. Sólo hace falta observar lo que le ha sucedido a Casillas, cuya despedida pública ante las cámaras de televisión se convirtió no ya en un valle de lágrimas sino en un absoluto disparate. La prolongación lógica del escarnio al que fue sometido, teledirigido desde el palco durante la pasada temporada, por una buena parte del Santiago Bernabéu. En soledad, vertía sollozos que ahogaban sus palabras de adiós. La ingratitud hacia él ha resultado asombrosa y desconcertante.

Ni siquiera el Barça es tan cruel con quienes considera suyos. Ahí está el delantero internacional Pedro, que sin sitio en un equipo plagado de genios, ha implorado sin éxito, por el momento, para que el club acceda a venderlo y con ello garantizarse un puesto en la selección nacional que el próximo año defenderá su título europeo en Francia.

Tras esta sucesión de controversias que retratan el talante de los dos poderosos equipos españoles a punto de arrancar las competiciones en Europa, sólo ha quedado el remedio de conformarse con los movimientos en equipos menores y en el desembarco de viejas conocidos en la competición más potente del continente, La Premier inglesa. España se ha resignado, incluso, a que el Atlético de Madrid, un club que desde el 1 de junio se ha gastado más de cien millones en fichajes, haya protagonizado el negocio del año al vender al turco Arda Turan al FC Barcelona para atemperar los 271 millones que debe a la Seguridad Social y a la Agencia Tributaria. Y, sobre todo, que el Valencia, un equipo con su nuevo estadio a medio terminar desde hace dos años por falta de liquidez, esté presente en las subastas futbolísticas reservadas a cinco conjuntos multimillonarios. Nadie puede entender cómo sólo el Liverpool y Manchester United superan en Europa a ambos equipos en gasto por fichajes. O quizá, sí. Una de ellas puede ser la entrada de financieros chinos obsesionados con el control del fútbol español. El Barça ocupa la posición 11 en el ránking de fichajes y el Madrid, que solo ha pagado por Danilo y Kiko Casilla a quienes podría unirse el arquero del Manchester David de Gea , ocupa el 12.

Marcelo Bielsa solía decir a menudo que lo importante en el fútbol es “la hondura del proyecto”. Y esa hondura hay que examinarla cuando les alcanza una crisis económica como la actual. En tiempos de bonanza –y España ha gastado más dinero que nadie en el mundo– no había dudas. Al revés. Todo era orgullo, empezando por el estilo de fútbol que proponía la Liga BBVA. Las dudas llegan con la derrotas, pese a que el FC Barcelona lo ganó todo el pasado ejercicio. Pero sólo el Barça. En el fútbol, como en la vida, perder es el momento inevitable que pone a prueba la consistencia de las convicciones y la solidez de los juicios.

Al menos, este terremoto financiero que asola sin disimulo al deporte rey en España ha permitido que casi todos los equipos de la Liga BBVA no hayan tenido otra opción que apelar a sus valores clásicos, es decir a sus jóvenes promesas que las hay y muy buenas. Justo lo opuesto a lo que ha comenzado a suceder en la Premier, donde los códigos de equipos legendarios forjados con futbolistas procedentes de sus propias escuelas están dejando paso a ramilletes de estrellas fichadas a golpe de talonario. Ya sucedió en España. Aunque pocos lo recuerden ahora el Real Madrid vendió a la Juventus italiana a Álvaro Morata, un joven con aspiraciones de su prolífica cantera, por 30 millones de euros. Un año después ha intentado recomprarlo convertido ya en una figura pero el precio tasado llega a las tres cifras. (I)

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