El exdirectivo y la fiscal que pusieron en jaque a la FIFA
La decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de presentar cargos a un grupo de altos ejecutivos de la FIFA por soborno, corrupción y blanqueo de dinero, no hubiera sido posible sin la determinación de una fiscal afroamericana y el micrófono oculto de un exdirectivo del fútbol estadounidense.
Magnolia de acero
Desde su confirmación como fiscal general a fines de abril por el Senado estadounidense, Loretta Lynch anunció su determinación de perseguir a los "cuellos blancos" y otras élites, ya que según subrayó no hay personas "que estén por encima de la ley". Y el miércoles vaya que lo demostró.
Hija de un pastor bautista que defendió los derechos civiles hace cincuenta años en Greensboro, Carolina del Norte, Lynch, de 55 años, sucedió en el cargo a Eric Holder, también afroestadounidense, quien dimitió tras más de 6 años como secretario de Justicia.
"Loretta se ha pasado la vida luchando por la Justicia. Desde su posición enfrentará, entre otros temas, muchos casos de corrupción", vaticinó el presidente Barack Obama cuando el Senado aprobó finalmente su designación. Se convirtió así en la primera mujer afroamericana en asumir una de las principales posiciones en la Justicia de EE.UU.
Quienes la conocen llaman a Lynch la magnolia de acero. "Si una niña negra del sur de Estados Unidos, que le decía a su abuelito Súbeme en la mula para ver más arriba, se convierte en fiscal general, cualquier cosa puede ser posible", dijo la ministra durante la ceremonia de juramento.
Destacada como académica –recibió la distinción Cum Laude de la Universidad de Harvard en 1981-, se convirtió en una figura notable de los tribunales de su país después de ganar el caso de Abner Louima, un inmigrante haitiano que fue golpeado brutalmente y violado por varios policías en Nueva York en agosto de 1997.
El miércoles desató un tsunami al imputar por corrupción a 9 miembros de la FIFA y 5 ejecutivos de marketing deportivo, por hechos ocurridos en los 24 últimos años.
Los dirigentes de la FIFA denunciados o arrestados en la jornada corrompieron el mundo del fútbol, especialmente con sobornos en torno a la venta de derechos de transmisión de eventos, afirmó Lynch.
"Estas inculpaciones atestiguan la presencia de una corrupción endémica, generalizada y profundamente instaurada en el extranjero y aquí en Estados Unidos", señaló.
El exdirectivo que decidió colaborar con la justicia
El otrora hombre más poderoso del fútbol estadounidense, ahora con 70 años y según dicen enfermo de cáncer, decidió cooperar con las autoridades para desvelar los secretos de la FIFA, un organismo con más poder de convocatoria que la ONU y más cerrado que el Vaticano.
Corpulento y de espesa barba cana, Chuck Blazer fue la imagen del fútbol de Estados Unidos y Concacaf entre 1991 y 2013, cuando perdió su puesto en el comité ejecutivo de la FIFA. Y su fortuna personal creció paralela al desarrollo del deporte en la región.
Nacido el 26 de abril de 1945 en Nueva York, Blazer no fue lo que se dice un amante de los deportes. Su tardío amor por el fútbol nació una tarde de 1976 en que el equipo de la escuela primaria de su hijo se quedó sin entrenador, y Papá Chuck se puso al frente, con tal entusiasmo, que 8 años después era electo vicepresidente ejecutivo de la Federación de Fútbol de los Estados Unidos.
En 1986 conoció al trinitario Jack Warner durante el Mundial de fútbol en México, y desde entonces mantuvieron un vínculo afincado en intereses comunes. Cuando no pudo ser reelegido en su cargo en US Soccer, convenció a Warner para que se presentara a las elecciones como presidente de Concacaf.
Al frente de la campaña de Warner, Blazer se pateó toda la región, ampliando su red de contactos, y al salir electo, el trinitario le recompensó con el cargo de secretario general del organismo.
Experto conocedor del negocio del fútbol y vendedor avezado, hay que darle el mérito de haber reavivado la pasión por el fútbol en Estados Unidos, y las finanzas de Concacaf.
Esta no es la primera vez que Blazer sirve de informante a las autoridades. En mayo de 2011, fue el principal testigo en la investigación realizada por John P. Collins, exfiscal federal de los Estados Unidos y miembro del Comité Legal de la FIFA, que terminó en la suspensión de Warner y Bin Hammam, vicepresidente de FIFA, de todas las actividades de fútbol.
El nuevo presidente de Concacaf, Lisle Austin, intentó despedir a Blazer cinco días más tarde de asumir el cargo, pero resultó defenestrado por ir contra los estatutos del organismo.
Blazer se mantuvo como el poder detrás de Concacaf negociando los jugosos contratos de las Copas de Oro y otros torneos de Concacaf. Pero su lujoso tren de vida llamó la atención de las autoridades estadounidenses. Con apartamentos en Nueva York, Miami y las Bahamas, cargaba a la tarjeta de crédito de Concacaf hasta 29 millones de dólares en gastos.
Tenía dos apartamentos en la Torre Trump en Nueva York. Una unidad de cuatro recámaras por la que pagaba 18.000 dólares al mes, y otra contigua de 6.000 mensuales, sólo para su extensa corte de gatos.
Atrapado por el Servicio de Rentas Internas (IRS) de Estados Unidos por evasión fiscal, derivadas de los 20,6 millones de dólares que recibió de la Concacaf entre 1996 y 2011, Blazer acordó ayudar a los investigadores a construir un caso contra otros funcionarios de la FIFA.
Accedió a colaborar con el Departamento de Justicia de Estados Unidos tras declararse culpable de conspiración de crimen organizado, fraude, blanqueo de dinero, evasión de impuesto sobre la renta, y por no presentar un informe sobre sus cuentas en bancos extranjeros.
También pagó una multa de 1,9 millones de dólares y acordó pagar otra cantidad indeterminada cuando sea sentenciado.
Diarios estadounidenses señalan que ayudó a convencer a otros dos importantes testigos del caso: Darryl Warner y Daryan Warner, los hijos de su exsocio Jack Warner. (I)