Las postales de José Laso dieron la vuelta al mundo
Sus fotografías se imprimían en postales; aparecían en libros y se publicaban en revistas. Tenían que trascender el ámbito privado, eso era lo que más deseaba José Domingo Laso, un quiteño que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX en la capital. Aprendió el arte de la tipografía con los salesianos en la Escuela de Artes y Oficios, fundada por el sacerdote franciscano Jodoco Ricke.
Con el conocimiento adquirido abrió un taller donde practicó la fototipia. En aquella época, ya fotografiaba a familias pudientes, a los nobles de Quito y a las familias burguesas. Su trayectoria y su legado se han desvanecido con el transcurso del tiempo, pero uno de sus bisnietos, François Laso, fotógrafo y documentalista, ha intentado rescatarla y, aunque le tomó tiempo y esfuerzo, ha conseguido recuperar piezas valiosas del trabajo de José Domingo, quien no solo se destacó por su fotografía, sino también por ser uno de los primeros impresores de imágenes de Quito. En su intento por aproximarse al trabajo de su bisabuelo, François decidió realizar su tesis de maestría —a la que denominó Antropologías de la mirada, el tiempo y la memoria— sobre el trabajo desarrollado por José Domingo.
“En la época en que él vivió llegaron a Ecuador muchas técnicas de reproducción de imágenes y también se abrieron los primeros talleres de fotograbado. Por primera vez los quiteños se enfrentan a las imágenes que son reproducidas en cantidades considerables”, puntualiza Françoise.
Durante su investigación, François encontró que en el país se ha estudiado mucho sobre los enfrentamientos entre liberales y conservadores, pero poco sobre la incidencia que tenía la fotografía; él lo llama el conflicto de la mirada. Al desarrollar este estudio, Françoise constató que José Domingo fue un editor de imágenes que además vivió una época marcada por un boom fotográfico. En la información que ha podido recopilar, hay registros que revelan que el mentalizador de José Domingo fue Benjamín Rivadeneira, considerado el retratista oficial del General Eloy Alfaro. Ambos vivieron en un Quito apacible a finales del siglo XIX. Según una publicación de Taller Visual, en esos años imperaba la moda europea; la gente vestía elegante, los hombres con levita y las mujeres con trajes vaporosos y zapatos altos. Así debió ser el Quito de Benjamín Rivadeneira y de José Domingo Laso. Ambos vivieron los cambios que trajo el nuevo siglo y uno de ellos es la llegada del ferrocarril. En 1908 llegó a Quito la primera locomotora procedente de Guayaquil, un hito histórico que fue celebrado con un festejo multitudinario por los habitantes de la capital. Fue la obra cumbre de Eloy Alfaro, quien había dedicado los mayores esfuerzos para unir la Sierra y la Costa, a través del ferrocarril. Con esta obra también llegó la expansión de la ciudad y por supuesto la consolidación de las luchas liberales.
François comenta que José Domingo formó a una generación de nuevos fotógrafos, entre ellos, a Guillermo Illescas y Remigio Noroña. Hace 3 años, durante una exposición en homenaje a estos fotógrafos, el historiador Wladimir Serrano indicó que estos profesionales se han regocijado retratando a la ciudad. “Hoy podemos hacer el ejercicio de ubicar la calle y la plaza a la que corresponde la fotografía”. José Domingo tenía un taller de fototipia y fotograbado, técnicas que permitieron que democratizara las imágenes, pues estas estaban confinadas durante mucho tiempo al ámbito privado. No conforme con el ajetreo de su oficio, este fotógrafo publicó 7 libros y 250 postales diferentes. De cada una de ellas —precisa François— se vendieron entre 100 y 200 ejemplares, lo cual, para la época, era una cantidad considerable.
Las fotografías que José Domingo convertía en tarjetas postales abordaban 3 grandes temáticas: la ciudad (Quito), los paisajes del Ecuador y las costumbres de los indígenas. Cuando hablamos de la ciudad nos referimos a los alrededores de Quito, sus fincas y haciendas y también el Centro Histórico.
En aquella época surgió la Academia Nacional de Historia y entre sus miembros estaban González Suárez, Jacinto Jijón y José Gabriel Navarro, crítico de arte, entre otros, quienes reflexionaron, por primera vez, sobre el Centro Histórico de Quito como un legado patrimonial y artístico. “Allí empiezan a surgir las primeras ideas de conservación del Centro”, indica el fotógrafo Laso. Precisamente esa serie de postales se enmarcaron en ese deseo de hacer de Quito un Buenos Aires o un París chiquito, una ciudad que, de algún modo, buscaba recuperar ese legado hispánico.
El otro grupo de postales corresponde a los paisajes del Ecuador, inmortalizados por la cámara del geólogo ecuatoriano Augusto Martínez, quien le entregó imágenes a Laso para que las imprimiera en postales. Para que la fotografía exista tiene que ser publicada y eso era lo que conseguía Laso, quien incluso fue el creador de la revista La Ilustración Ecuatoriana, una publicación que estuvo en circulación por casi 3 años. En esa revista, los artículos ya se acompañaban de ilustraciones. “Las postales en aquellos años tenían un doble sentido: permitían que la fotografía se difunda de forma masiva y, además, hacían posible que los turistas que comenzaron a llegar a la capital enviaran estas imágenes al exterior”, comenta François, quien después de realizar una búsqueda exhaustiva por Internet logró encontrar varias de las tarjetas postales de su bisabuelo en diferentes países. Algunas estaban en Francia, otras en Estados Unidos, en Perú, Argentina, Chile y España. Gracias a una amiga cercana se enteró que en Internet hay una página electrónica en la que se subastaban postales de diferentes regiones del mundo. Al ingresar a este sitio encontró algunas de su bisabuelo José Domingo y las adquirió para su colección personal. Muchas de ellas están en un álbum que François conserva como un tesoro. “Solo lo traje para esta entrevista”, aclara. De hecho, sería una tarea titánica tratar de hallar este álbum, en medio de la pila de papeles, documentos, libros y revistas que este joven fotógrafo tiene sobre su escritorio. Su lugar de trabajo está situado en una de las oficinas de Mundo Juvenil, en el Parque La Carolina. “Mire, mire aquí está la postal del Parque La Alameda. ¿Qué le parece?