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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Ellas son quienes dirigen el negocio agroecológico en Manabí

Comida manabita
Comida manabita
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Entre los ecosistemas manglar y bosque seco se ubica la comuna Las Gilces, en Portoviejo, Manabí, donde el negocio está en sacarle provecho a la típica sazón manabita y al manejo sostenible de las 68 fincas agroecológicas que, actualmente, funcionan en esa localidad.

Marlene Reyes, presidenta de la Asociación de Servidores Turísticos Las Gilces, y parte del 57% de las mujeres que ocupan un cargo directivo en esa zona, administra uno de los 24 comedores populares de las ‘Cabañas La Boca’, ubicados en la entrada de su comuna; el funcionamiento de cada uno de estos locales genera empleo para otras seis familias de la zona. En temporada media alta, las ganancias que deja la venta de comida preparada con verduras, granos, frutas, hierbas y hortalizas 100% libres de químicos bordean los USD 300 diarios, para cada uno de estos negocios.

La mujer que en su infancia trabajó en los aún existentes pozos de sal y ahora es empresaria y agricultora, indica que cada finca cuenta con sistema de riego que les garantiza la cosecha. Este insumo y la capacitación en agroecología, negocios y turismo es el aporte que la Fundación Heifer Ecuador, a través de la ejecución del proyecto ‘Desarrollo rural sostenible y conservación de recursos naturales, en la región Pacífica de Ecuador y Colombia’, junto a la ONG alemana Johanniter, brinda a las familias productoras en sus escuelas de capacitación.

Para Rosa Rodríguez, directora de Heifer el objetivo es buscar la sostenibilidad de los negocios que están desarrollando las mujeres alrededor de la agroecología en todo el Ecuador, pues no solo se capacita para la aplicación de 0 químicos y monocultivos, sino también se concientiza sobre el uso de los recursos naturales con acciones ambientales que se realizan en la comunidad.

Como un apoyo para el desarrollo de los negocios de las Cabañas La Boca, la ONG adecuó y mejoró el techo del centro gastronómico al que, a diario, acuden turistas nacionales y extranjeros para saciar, de forma saludable y con un toque casero, su apetito.

Quien también ha hecho su negocio a través de su sazón y la agroecología es Aida Sandoval, de la Federación de Organizaciones Campesinas de la Zona Norte de Manabí (Focazom), en San Vicente, donde esa organización mantiene activas 63 fincas agroecológicas.

La mujer que hace 35 años recorría a pie las playas y las calles vendiendo empanadillas con gaseosa caliente, pues no contaba con una nevera, ahora es la dueña y administradora de una tienda y el comedor ‘Aidita’, en el km 17 de la vía a San Vicente.
Su finca agroecológica le permite usar como materia prima para sus tongas, empanadas, dulces manabitas, corviches y demás bocadillos que comercializa, los productos que siembra, cosecha; y los animales de granja que cría. Cada tonga, uno de sus platos principales, cuesta USD 3.50.

Aunque aún no cuenta con una marca establecida, todos sus productos, incluso los que lleva a las ferias o deja en la tienda, ‘La Criollita’, un espacio físico de comercialización para los productores agroecológicos, se venden bajo el nombre de ‘Aidita’; su dueña que, es parte de la Escuela de Negocios impulsada por Heifer Ecuador con el apoyo de la academia, se capacita porque busca darle una etiqueta comercial a su comida.

En Manabí, según datos de la ONG, el 82% de los alumnos capacitados en la Escuela de Negocios son mujeres.

Una tienda física que agrupa más de 15 marcas y cientos de productores
Desde el norte de San Vicente llega hasta el centro de acopio y comercialización ‘La Criollita’, ubicado cerca de la Terminal Terrestre, Edgar Abeiga, dueño de la heladería ‘El Cucharazo’, en el Malecón Leónidas Vega. Su objetivo es comprar cacao artesanal de la Finca la Esperanza. Ese insumo es el único que contiene el sabor perfecto para sus helados, asegura.

Mientras, Vanessa Burgos, administradora de la tienda, registra la venta en el computador de la caja de la tienda, Edgar comenta que, mensualmente adquiere 120 barras de ese producto, cada uno cuenta USD 2.
El promedio de ventas de ‘La Criollita’ es de USD 18.789, alcanzando una utilidad bruta de USD 2.283. El registro de las ventas se realizó después de que los asociados se capacitaron en este tipo de manejo como parte de la ejecución del proyecto.

En sus estands se ven productos como vinagre de guineo, mermelada de mango, pesto de cebollín, ají de aceite de oliva y de sacha inchi todos estos son elaboradas por mujeres independientes o pertenecientes a asociaciones que se han capacitado en agroecología y negocios. Vanessa agrega que son, alrededor, de 15 marcas de mujeres las que se exhiben y venden en ‘La Criollita’.

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