Reasentamientos brindan una nueva vida a quienes lo perdieron todo
Hace un mes, Narcisa Zambrano vivía con sus dos hijos, de 7 y 14 años, en el albergue de El Matal, en Jama; hoy, un año después de haberlo perdido todo en el terremoto del 16 de abril, ya tiene su casa nueva.
Desde hace dos semanas, la mujer y otras 73 familias de Jama dejaron atrás las carpas, ahora son parte de los 1.296 hogares que cuentan con una vivienda en terrenos urbanizados por el Gobierno Nacional en Manabí y Esmeraldas tras el sismo. Además, otras 4.910 familias tienen sus nuevas viviendas, que fueron construidas en terrenos propios.
Es una mañana de jueves y Narcisa tiene una lavacara afuera de su casa; está lavando la ropa mientras varios de sus vecinos hacen arreglos a las afueras de sus moradas. “Cada quien la está dejando a punto”, resalta Narcisa, para luego entrar a su vivienda y mirar que todo esté en orden con el almuerzo: arroz colorado con varios mariscos.
Luego retoma sus labores con la ropa. “Este es un lugar muy bonito, donde mis hijos podrán jugar sin problemas. Además, nos llevamos bien entre todos, porque nos conocemos de toda la vida”.
En Jama serán 357 las familias que tendrán acceso a un hogar en terrenos urbanizados. De esas casas, 104 ya están habitadas. Además, ya se han construido 699 en terreno propio y otras 493 están en ejecución, tanto en la parte urbana como rural.
La inversión del Gobierno Nacional, en vivienda, en este cantón es de $ 20’253.814,05, mientras en todo Manabí asciende a $ 169’700.000.
En Portoviejo, Miriam Zambrano es una de las personas que perdieron su casa en el terremoto. Hasta noviembre pasado estuvo en el albergue que estaba ubicado en el exaeropuerto Reales Tamarindos, ahora es parte de una de las 320 familias que están en el reasentamiento El Guabito, urbanización que la Secretaría Técnica de la Reconstrucción levantó con una inversión estatal de $ 7’788.026,74.
Destaca que el estilo de vida es tranquilo. “Obviamente hay alguno que otro inconveniente, todo dentro de lo normal, porque muchos nos conocimos aquí; entonces, debemos aprender a vivir en sociedad”.
Contrario a El Matal, en Jama (donde todos los beneficiarios del reasentamiento son de una mismo zona), en El Guabito hay personas de diferentes sectores de Portoviejo. “No me imaginaba que iba tener una casa tan pronto”, expresa Miriam, quien disfruta ver a los niños jugar en las calles del pacífico lugar.
Sus vecinas Bella Zambrano y Lafior Martillo indican que se sienten tranquilas al estar en un lugar donde sus hijos tienen acceso a un parque. “Hay columpios, canchas y estamos en un sitio cerrado; la vida nos mejoró mucho”, acota Lafior. El ambiente es similar en los 13 reasentamientos de Manabí.
En Bahía de Caráquez, reasentamiento Acuarela II, las tardes son movidas. Los niños que residen aquí se toman el parque y las calles para jugar. Más de uno de los menores sueñan con ser como sus ídolos Antonio Valencia, Miler Bolaños o Felipe Caicedo y, algún día, formar parte de la selección nacional.
Tras perder su casa en el sector de La Bellaca, Andrea de Mera es una de las 168 beneficiarias que recibió una vivienda en el reasentamiento Acuarela II. Ahí vive junto con su suegra, su esposo y su hijo. La joven madre destaca que el lugar cuenta con espacios para que los niños puedan jugar.
Al ver a los chicos, Andrea de Mera, una de las beneficiarias, espera que su pequeño hijo, de 1 año, pronto pueda correr por esas calles y crecer en un ambiente paz. Indica que en su anterior casa, en La Bellaca, no tenía mucha tranquilidad. “Después de la desgracia del terremoto, pensamos que nos iba a ir peor, pero ahora estamos en un lugar bonito, con un buen ambiente y entre los vecinos nos llevamos muy bien”.
Su vecina Margarita Paz también observa con satisfacción cómo se divierten los niños mientras juegan. “Lo más importante es que mis hijos (3) tengan un espacio bonito para estar. Aquí han encontrado más amigos”.
Por su parte, Colombia Chila es una de las beneficiarias del bono que otorgó el Miduvi (Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda) para reconstrucción. Debido a los daños en su vivienda, ubicada en el barrio María Auxiliadora, en Manta, recibió $ 4.000.
Desde hace dos semanas volvió a su casa. “Me siento muy feliz por esta ayuda. Quedó muy bonita, me la dejaron bien arregladita”, resalta la mujer, que vive en el lugar con su esposo, Ramón Zambrano; su hija María y tres de sus nietas. Cuenta que ya son 28 los que residen en María Auxiliadora. “Afortunadamente hubo arreglo para los daños que dejó el terremoto, porque yo no me quería cambiar de aquí”. (I)