Indígenas y afroecuatorianas
Excluidas por su etnia
Incómoda. Así se ha sentido Mónica Yamberla (35 años) tras recibir miradas despectivas por su ropa. Ella se autoidentifica como indígena otavaleña y viste con las prendas tradicionales de su etnia: blusa bordada, anaco, alpargatas, etc.
Nació en Quito y estudió diseño de modas en un instituto de educación superior. Trabaja en el área de diseño de una reconocida empresa textil de la capital.
Ha visto el asombro en la cara de algunas personas al saber que tiene un trabajo fijo, un buen cargo y un sueldo alto porque consideran que es menos capaz por ser indígena.
El género sumado a la etnia y a la condición socioeconómica son, para la asambleísta Encarnación Duchi, las razones del principal problema que debe enfrentar este grupo: la discriminación.
“Por ser mujeres, ser indígenas y ser pobres son más discriminadas por el sistema en todos los aspectos de la vida”, enfatiza.
Este comportamiento social se debe a que “el Ecuador es un país social y políticamente, en el sentido de sus estructuras, profundamente racista”, explica la socióloga Natalia Sierra.
“Es la herencia que viene de la colonia. Ha habido avances (...), pero no se ha logrado del todo. Más allá de todas las luchas que han emprendido los pueblos ancestrales por romper con esto, la herencia colonial subyace”.
En 2010, en el Ecuador había 7’517.797 mujeres, de ellas el 7,1% se autoidentificó como indígenas en el censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Según la Encuesta de Empleo, Subempleo y Desempleo (Enemdu), de esa cifra el 66,1% vivía en situación de pobreza por ingresos. Para 2019 el número bajó a 55,4%; sin embargo, sigue siendo más de la mitad de ese grupo poblacional.
En el caso de la mujer afroecuatoriana ocurre lo mismo, pero —indica Sierra— el tema de la discriminación de este grupo no es muy debatido porque no es una población numéricamente tan grande como los pueblos ancestrales.
En 2010, 513.112 mujeres, es decir el 7,0% se autoidentificó como afroecuatorianas. La mayoría se encontraba en las provincias de Guayas, Esmeraldas y Pichincha. La situación para ellas también se agrava por la escasez de recursos.
En su caso, el 39,7% vivía en condición de pobreza por ingresos en 2010, cifra que bajó 4 puntos en 2019, es decir a 35,7%.
A decir de Sierra, el comportamiento social de exclusión hacia estos grupos de la población incide en la pobreza que experimentan.
“Las poblaciones más empobrecidas son las indígenas y afroecuatorianas. Tomemos como referencia Esmeraldas y El Chota. La gente no nace pobre sino empobrecidos y, en cierto punto, enmiserados”.
Sin embargo, —agrega la especialista— las mujeres siempre llevan más violencia por su género porque hay además una estructura patriarcal tanto en el sistema colonia como en el sistema capitalista.
Según la Encuesta Nacional de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres en 2011, 265.104 indígenas y 248.248 afroecuatorianas fueron víctimas de violencia.
Mónica coincide con ella. Comenta que el género ahonda más las diferencias. Ha visto la desconfianza hacia la capacidad de las mujeres para desempeñar, sobre todo, funciones en ámbitos políticos. Sin embargo, considera que ante la mirada de condescendencia que ha recibido por ser mujer e indígena, lo importante ha sido demostrar con hechos que está calificada para ejercer su carrera.
Para Duchi, la forma de alcanzar la igualdad es la resistencia y cree que hay que romper paradigmas. “En el ámbito social y familiar, las mujeres indígenas somos las que llevamos la batuta, criamos a los hijos, estamos pendientes de todo; sin embargo, seguimos mucho más violentadas”. (I)