Especial
Luego de la tragedia, Érick decidió convertirse en rescatista
Desde Manta, Manabí.-
Debajo de un árbol y rodeado de cinco familias que se ubican en albergues, el manabita Érick Fabricio Coello observa la casa en la que habitó por 17 años. Esta fue destruida en el barrio 4 de Noviembre de Manta por el terremoto del pasado 16 de abril.
Inhala para contener las lágrimas. A pocos metros donde está sentado hay un altar con una vela que enciende por las noches al Divino Niño, la Virgen de Guadalupe y La Dolorosa.
Está seguro de que su fe religiosa abogó ante Dios para que lo protegiera y así pudiera salvar a cuatro personas que quedaron atrapadas entre los escombros junto a su vivienda aquella noche del terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, que afectó a ciudades manabitas y parte de Esmeraldas.
Aquel fatídico día, Érick Fabricio tenía planificado ir hasta Pachinche (Santa Ana) a visitar a familiares, como lo hace periódicamente. Esa noche decidió quedarse por pedido de su mamá, Mónica Saltos (42 años).
Cerca de caer la tarde le dio ganas de escuchar vallenatos. Cuando iba a prender la computadora recuerda que su casa de construcción mixta comenzó a temblar. Estaba junto a una de sus hermanas (Katherine) a quien le indicó que saliera de la vivienda. En pleno terremoto corrió hasta un espacio al frente de la casa y cuando volteó la mirada vio que esta se había desplomado junto a las dos casas vecinas.
Érick en esos días era adolescente, pues tenía 17 años. El lunes 25 de abril cumplió los 18 años. Este mantense de contextura delgada y un metro 60 de estatura escuchó la voz de su mamá, Mónica, que gritaba: “¡Auxilio!”. Corrió. Estaba al lado, en la vivienda de la vecina Olga Zambrano, atrapada junto a cuatro personas. “Mi mami me dijo ‘¡Fabricio, aquí estoy!’. La observé a través de un hueco que había entre las ruinas, me saqué la camisa para ingresar y comencé el trabajo de rescate. Esa noche me llené de adrenalina y no miré el peligro al que me exponía, quería salvarlas”.
Mientras Érick Fabricio hace una pausa para tomar aliento y seguir con la narración, su madre recuerda que ella había ido donde una amiga del sector quien sufría de dolor de cabeza. Le prometió que regresaría con una pastilla y para que la joven descansara le indicó que se llevaría a su bebé de 8 meses.
En ese instante la hermana del niño decidió irse con Mónica. La madre de Érick avanzó hasta su casa, pero como tenía la costumbre de conversar con su vecina Olga, se quedó en la vivienda de ella. Luego llegó su otra hija, María Belén, de 13 años.
Todas estaban en la vivienda cuando ocurrió el terremoto que las dejó atrapadas y provocó la destrucción del inmueble. Fue entonces cuando Érick se convirtió en el rescatista de su madre y vecinas.
“Moví una piedra y halé al niño. Luego fui por mi mami, tuve que sacar otra piedra hasta que salió; ella tenía el brazo izquierdo hinchado. Mi hermana estaba atrapada entre vidrios y una ventana; tuve que sacarla como hice con la niña de 9 años. Para rescatar a la señora Olga me ayudó otra persona, pero ella falleció”.
En el cuello del mantense hay heridas; un varilla le pasó rozando. También tiene marcas en su cuerpo debido a los rescates. “Me tomé siquiera 10 minutos para sacar a las personas”.
Al conocer que en Tarqui había personas atrapadas en edificaciones quiso ir, pero sus allegados se lo impidieron. “Quería ayudarlos, pero no me dejaron”.
Luego de la experiencia, Érick ha decidido ser rescatista del Cuerpo de Bomberos de Manta; esa es una de las oportunidades que espera tener, además de estudiar mecánica.
Al conocer la labor que cumplió Érick en la emergencia, todos los vecinos y familiares lo llamaron para felicitarlo. Le dicen que es un verdadero héroe. “Me han escrito a través de Facebook hasta de Venezuela”.
El joven es el segundo de seis hermanos y es estudiante del décimo año básico del Colegio 5 de Junio. Le gusta jugar pelota, oír música y arreglar motos, oficio que actualmente realiza.
No esconde el sentimiento de tristeza que tiene al haber perdido la casa de sus abuelos en donde habitaba. “En las noches me acuerdo de lo que pasó y no puedo dormir, me quedo pensando”, dice el habitante, quien asegura está protegido por Dios.
Cuenta que el domingo pasado, mientras pedaleaba acompañado de su enamorada, se les atravesaron unos cables de alta tensión y ambos cayeron, pero salieron ilesos. “Érick Fabricio es un buen hijo. Es amoroso. Él llora en silencio desde aquel día”, sostiene su mamá.
El joven con su familia está viviendo al frente de las ruinas de las casas destruidas que dejaron tres fallecidos. Allí las cinco familias cocinan y acomodan varias carpas para descansar. En su bicicleta BMX sale a recorrer los alrededores de la zona cero. Solo contempla lo que dejó el sismo. (I)
Los rescates que realizó el pasado 16 de abril dejaron heridas a Érick Fabricio Coello. Él logró mover los escombros y sacar a sus vecinos. Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
DATOS
En Manta, el hogar de Érick Fabricio Coello está en una de las zonas más afectadas por el movimiento telúrico.
El más reciente informe de la Secretaría de Gestión de Riesgos estima en 208 el número de fallecidos en este puerto manabita, y 8 desaparecidos.
Desde el terremoto del 16 de abril se presentaron 6 réplicas de magnitud mayores a 6.
El Instituto Geofísico indicó que las réplicas de menor intensidad continuarían hasta por un mes.