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Carmita giler, rocafuerte

"Las tablas se abrieron y sentía que mi casa se empezaba a hundir hasta que mi papá nos sacó"

"Las tablas se abrieron y sentía que mi casa se empezaba a hundir hasta que mi papá nos sacó"
24 de abril de 2016 - 00:00 - María Fernanda Arreaga

Fueron los 3 minutos más largos de terror. Al caer la tarde del sábado en casa de los Giler Zambrano, Carmita se apresuraba a servir la merienda a sus 3 hijos y sobrinos. Estaba en la cocina y sintió que la casa se quebraba. Las tablas se abrieron tres centímetros y las paredes empezaron a temblar. “Sentía que mi casa se iba hundiendo”, recuerda.

Mientras esto ocurría los gritos de sus hijos “mami, mami qué pasa” hicieron que cayera en pánico y pensar en lo peor. “Les gritaba que se vinieran hacia mí, pero nos los podía ver, solo escuchaba que las cosas empezaban a caer y todo comenzaba a moverse más duro”.

Pasaron segundos para que el sector quedara a oscuras, lo que le dificultó encontrar a los menores. “A ciegas los agarraba como podía. A uno de mis pequeños tuve que sacarlo de los peñascos en los que quedó atrapado. Cuando escuché: mami estamos aquí, estamos vivos, sentí algo de tranquilidad”.

Al salir de la casa con ayuda de su papá, de 70 años, Carmita cuenta que pensó que su hijo más pequeño no había sobrevivido tras caerle la pared. “Pensé que sí los había sacado, pero sin vida”, cuenta aún aturdida.

La mujer del recinto Pasaje, en el cantón Rocafuerte, está llena de moretones y cojea. En la rodilla derecha tiene raspones profundos y la lesión más grave es en la pierna izquierda. “El martes vinieron unos doctores y me dijeron que el ligamento está sobresalido yo no siento esa parte de mi pierna. Pero no me importa nada de eso, me importa que mis hijos estén con vida”.

¿Qué la salvó de no morir junto a sus hijos y sobrinos enterrada? Carmita cree que de no ser por una palmera de coco que quedó cruzada y sostuvo la pared de atrás no estarían para contarlo. “Nos hemos salvado de milagro, sino hubiese estado eso, de hecho nos mataban”.

En el lugar dedicado a la agricultura hay centenares de palmeras de coco, además del cultivo de melones. Carmita agradece estar con vida, pero también le preocupa qué pasará después.
No solo perdió su casa mixta que construyó hace 2 años, sino todo el cultivo de melones del que vivían.

Su esposo Fermín Enrique Zambrano pide que haya créditos para todas las personas que han hecho préstamos al Banco de Fomento. “Para la cosecha del melón tuvimos que prestar más de $ 7.000, de lo que quedó solo pudimos recuperar $ 80 que es con lo que hemos subsistido”.

Él me decía Carmita si vamos a sacar cualquier cosita están bonitos los melones, pero de forma extraña el día de la emergencia parecía que los hubieran quemado. Gente que trabajaba en la melonera dice que una noche antes pasó una bola de fuego. No sabemos qué pensar”.

Hoy los días de esta manaba al igual que los de su familia y otros moradores de Pasaje, que también perdieron sus viviendas, son dormir junto a los escombros. Allí se refugian en carpas elaboradas con fundas, cartones y palos de las casas caídas.

Están a la espera de que llegue ayuda. “Necesitamos comida para nuestros niños. Aquí hay algunos que están enfermos por la lluvia que cayó la misma noche que vivimos esa pesadilla”, dice Carmita.

Reconoce que al lugar han llegado unos pocos para ayudarlos, como Tita García que es odontóloga y vive en el centro de Rocafuerte a unos 15 minutos del sector afectado. “Ella nos trajo algunos víveres y ropa, pero aquí hay muchas familias”.

Las noches en Pasaje, donde se alumbran con velas, terminan con una misa en la que se reúnen los afectados para pedir que no se repita otro terremoto. “Aquí estamos aterrados porque a cada rato la tierra tiembla y no sabemos qué va a pasar”, expresa. (I)

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