Katty rezabala suárez, manta
Katty fue rescatada luego de 57 horas de quedar sepultada por el centro comercial Felipe Navarrete
Acostada al filo de su cama, Katty Rezabala (20 años) espera que una amiga de la familia desenrede su cabello. No puede hacerlo y le corta una parte, mientras ella comienza a narrar las 57 horas que pasó entre los escombros del centro comercial Felipe Navarrete, de Tarqui.
Con los ojos cerrados, como evitando la luz y un poco adolorida por los golpes, cuenta que tenía apenas 2 días de trabajo como impulsadora de una marca de cuadernos en una librería. Desde el lunes 11 de abril se había integrado al equipo para familiarizarse con el empleo. La jornada de labores era hasta las 19:30.
La joven había adelantado la parte final de su tarea para salir rápidamente. Decidió barrer, para luego trapear, pero en ese instante comenzó el terremoto de 7.8 que sacudió al país. “A esa hora había gente comprando. Estaba por el área de lápices barriendo, entonces corrí y me quedé en el sector de cajas. Me cubrí con el brazo porque comenzó a caer todo y allí se nos vino la losa encima. Quedé acostada”.
Pese a la oscuridad, Katty sabía que a su alrededor habían al menos unas 20 personas en una especie de pasillo. Un señor que quedó a su lado murió inmediatamente. Tocó el piso y cogió 2 teléfonos. Intentó llamar, pero no había señal. Entonces fue cuando a su espíritu lo alimentó de fe. “Habían niños, estaban vivos; luego comenzaron a alucinar, estaban desesperados; tenía uno por debajo de mis piernas, cuya cabeza estaba metida en una canasta. Lo ayudamos a salir. Él tenía la mano quebrada y sangraba mucho”. El niño la comenzó a morder y a golpear. “Yo aguantaba los golpes, no me importaba, pero ese niño murió”.
Katty allí adentro no sabía si era de día o de noche. Pensaba que ya había pasado una semana. “Se me hizo eterno. Pensaba en mi familia, por ratos gritaba: ‘¡aquí estoy!’. Un señor nos dijo ‘ya duérmanse, no nos van a rescatar’, pero yo igual tuve fe y les dije: ‘si Dios lo quiso así es porque me da otra oportunidad, no me ha dejado morir, yo confío en eso”.
Las horas iban pasando; afuera del edificio que quedó en escombros los bomberos escarbaban para dar con sobrevivientes. Los curiosos se mantuvieron allí. Las familias de los atrapados estaban cerca observando la tarea de rescate.
La mamá de Katty, Jobita, se hallaba desesperada. Entre los escombros, en el segundo piso, Katty les daba valor a los demás, como a Yadira Reyes y a Liber Pincay. Este último perdió a su esposa.
Entre sus palabras de aliento entonaba una canción: “la sangre de Cristo tiene poder, tiene poder, tiene poder (...)”. Recordó aquella melodía que como cristiana evangélica aprendió de pequeña. “Cuando ellos se desesperaban les cantaba y les oraba y allí se tranquilizaban. Recuerdo que tomé la mano de un niño para decirle que inhalara y exhalara, pero llegó un punto en que ya no aguantó”. En un momento pensó que Liber había muerto. “Yo creía que estaba muerto porque ya no lo escuchaba, él siempre hablaba, nunca se cansó”.
Katty rememora que los bomberos estuvieron cerca. “Nos prometieron que nos iban a sacar… allí me dormí y al despertar no me acordaba de nada”. La mamá de Katty se había retirado del lugar porque entró en desesperación.
Luego la joven despertó. “Vi una luz y exclamé ¡ya me están salvando! Le dije a los bomberos de Quito que en el lugar habían dos personas más con vida”. Le dieron agua, adentro se habían hidratado con orine. Cuando la sacaron (04:00 del martes) estaba tranquila, “quería cerrar los ojos, pensaba que estaba en otro lado”. Lo primero que quiere hacer ahora es ir al templo y darle gracias a Dios. (I)