Infraestructura educativa, turística y habitacional de Esmeraldas se consolida
Cual cicatrices, algunas casas semidestruidas por el terremoto permanecen de pie en San José de Chamanga, parroquia del cantón Muisne. La desolación de la tragedia bajó de temperatura, pero aún no desaparece. La 18 de Octubre, calle principal del lugar, no recupera aún ese aire de polo comercial que tenía hasta las 18:58 del 16 de abril de 2016, hora del siniestro. No obstante, el empuje de los habitantes y el apoyo del Gobierno Nacional levantan a la localidad, que poco a poco recupera el optimismo.
Sellando sobre el polvo las huellas de sus botas de caucho, José Antonio Moreira camina pausado; cuenta que el día de la tragedia, providencialmente, salió de su casa antes de que esta se derrumbe. “¡Crack! ¡Bululum!”, recuerda, sonó la estructura de concreto, en una mezcla de crujido y golpe después de mecerse como una hamaca.
De pronto su rostro se ilumina, sabe que él como otros damnificados pueden beneficiarse con las soluciones habitacionales que construye el Gobierno Nacional. Por ahora continuará con su existencia, esa que respira día a día y que como todo buen pescador empieza antes del amanecer. Con 56 años, José disfruta su rutina: madrugar, revisar las redes, empujar el bote y hacerse mar adentro en busca del sustento cotidiano.
Atención y optimismo
“¡Desgracia con final feliz!”, es una frase que Nancy Muñoz, teniente política de Chamanga, no menciona, pero da a entender cuando expresa un “gracias a Dios”, porque en Chamanga no hubo víctimas mortales, un gran punto de partida para quienes desean superar la adversidad.
Entre las pérdidas materiales, resume, además de las casas de los pobladores, quedaron destruidos el subcentro de salud, la Unidad Educativa San José de Chamanga, la sede de la Junta Parroquial, la Unidad de Policía Comunitaria, la escuela fiscomisional Monseñor Enrique Bartolucci, la Unidad Educativa Domingo Perdomo, de la comunidad Chachi, entre las principales. Los establecimientos constan en la lista de 75 planteles educativos que sufrieron afectaciones por el movimiento telúrico en toda la provincia de Esmeraldas.
Cabe recordar que tras la urgencia, el Estado levantó 2 unidades educativas provisionales, conocidas como aulas móviles, una en Muisne y otra en Chamanga, cada una a un costo de $ 934.000. En Muisne, el desembolso total en el ámbito educativo asciende a $ 4,8 millones.
Las reparaciones muestran un gran avance. Según Muñoz, para la inauguración del año lectivo 2017-2018, el próximo 24 de abril, los niños y adolescentes ya contarán con nuevas instalaciones, que tienen implementos y equipos por estrenar.
Funcionarios de la Unidad Educativa Chamanga, la más grande del sector, no dieron mayor información sobre cómo se desarrolló y culminó el periodo escolar 2016-2017. Detallaron que el ciclo finalizó con 1.436 alumnos, quienes ocuparon 38 aulas provisionales. Además, como parte de la reconstrucción, se levantó una cancha grande de césped sintético.
En el ámbito de la salud, la reconstrucción del subcentro Federico Acevedo está bastante avanzada y atiende a la comunidad con normalidad. Ofrece cuidados emergentes y de medicina general; los pacientes que demandan atención especializada son trasladados a Muisne o Esmeraldas.
Otro aspecto fundamental es el de las viviendas; Nancy Muñoz manifiesta que la cobertura se da de distintas maneras. Algunas provienen -directamente- del Gobierno Central, otras son del Municipio de Muisne y la Junta Parroquial. Estas instituciones habilitaron terrenos en los que se levantan las casas.
El plan más ambicioso es la residencia para 500 familias. Esta iniciativa se construye a la entrada del poblado, en un terreno que perteneció a Néstor Aquiles Cevallos Martínez. Son bloques de 4 departamentos, cada uno cuenta con sala-comedor, 2 dormitorios, cocina y baño. Ahí se reubicará a quienes se refugian en el albergue Chamanga 1. Está previsto que el 19 de este mes se entreguen las primeras 20 moradas.
A los citados se añaden otras casas impulsadas por el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), que en febrero pasado otorgó las llaves de los domicilios a 119 familias, 74 de ellas se hicieron con el incentivo de reconstrucción en solares propios y 45 correspondieron al programa de reparación. Hasta el 4 de este mes, la inversión del Miduvi en la provincia verde fue de $ 34 millones.
La Flota Petrolera Ecuatoriana (Flopec), también respaldó a los perjudicados: erigió 120 unidades habitacionales de madera, tipo ecológicas, con acceso a todos los servicios básicos. Están ubicadas en la vía a Atacames, en el sector conocido como Bilsa.
Entre las tareas pendientes en Chamanga está un nuevo espacio para la Unidad de Policía Comunitaria (UPC), pues esta sufrió daños en su infraestructura. La reactivación económica de la zona es un tema en el que se sigue trabajando.
Entre los principales trabajos que el Estado planificó consta el levantamiento de un nuevo puerto pesquero, cuya ejecución se estima en $ 5,5 millones. Conforme a la representante del gobernador en la parroquia, quedarse sin inmuebles provocó que muchos lugareños no logren acceder a préstamos, pues no cuentan con una propiedad que les sirva de garantía.
A través de la banca estatal se analizan posibles alternativas crediticias. La funcionaria prioriza la edificación de la UPC. Esto porque, los uniformados, al no contar con una infraestructura adecuada, pernoctan en Sálima. Por las noches los chamangueños quedan desprotegidos; sugiere que deben haber más de 2 agentes, porque la población es de 5.700 habitantes.
Cinco albergues aún están operativos
En Esmeraldas aún operan 5 albergues. El más grande es Muisne 3. Ahí hay 180 carpas, en las cuales viven 174 familias (675 personas). En los exteriores de algunas de las carpas hay una antena de servicio de televisión pagada. Cledys Caicedo (foto), es maestra y se dedica a dar clases de refuerzo en las afueras de este refugio.
El camino es de tierra, una fila de frondosos árboles flanquea el sendero y proporcionan algo de sombra en la entrada del Campamento Muisne 3, el más grande de los 5 albergues que aún funcionan en la provincia verde.
El ingreso es restringido. Solo quienes constan en la lista de damnificados (adultos y niños) y los funcionarios del MIES, Policía Nacional y el Ejército pasan sin inconvenientes. Si alguna persona que habita en el campamento quiere recibir una visita lo puede hacer, pero hay un horario: desde las 09:00 hasta las 17:00, informa la agente Carla Quinteros. Ella y otros dos miembros de la Policía se encargan de vigilar la entrada y la salida de todos en el campamento.
Son las 18:00, la intensidad de los rayos de sol que iluminan las 180 carpas que hay en el albergue desciende. Después de una larga jornada laboral vendiendo dulces en la vía que conecta Muisne con la parroquia de Atacames, Katiusca Robayo vuelve al albergue que desde hace 10 meses es su hogar.
Ella está acompañada de su primogénito Jordan y su amiga Kasandra Risco, quien “gracias a Dios” no perdió su vivienda durante el terremoto del 16 de abril de 2016 y las réplicas registradas días después.
Mientras Robayo hace que su amiga se registre en el ingreso, Jordan camina descalzo por un sendero aledaño que conduce a una construcción. Se trata del plan habitacional que el Estado levanta para las familias que perdieron sus viviendas.
“¿Hoy también trabajarán hasta la noche?”, pregunta el menor de 12 años a uno de los obreros. La respuesta es afirmativa, pues el grupo de jornaleros tiene una misión: terminar la construcción de 300 moradas hasta la primera semana de mayo próximo.
En un terreno de 17 hectáreas se levantará un total de 1.000 casas. La inversión de la construcción más las obras de urbanización y la instalación de los servicios básicos (luz, agua potable y alcantarillado) asciende a $ 30 millones, mientras que en Chamanga, donde operan 2 albergues con 141 familias, el Estado destinó $ 10 millones para el levantamiento de más de 400 residencias.
Robayo ingresa apresurada, argumenta que está atrasada con la preparación de la merienda. En Muisne 3, al igual que en los otros albergues, las mujeres se turnan para preparar los alimentos que consumirán todos los moradores.
En una de las 2 cocinas que hay en el campamento Muisne 3, Sandra Vera y Patricia Guano se dedican a la preparación de la merienda. Todos los días ellas alimentan a más de 300 personas que permanecen en el albergue. Las mujeres reciben un incentivo económico de $ 250 por su trabajo en la cocina.
Un reloj colocado junto a un televisor de pantalla plana que hay en el comedor general marca las 18:45. En la cocina está Sandra Vera, junto a Patricia Guano y Calicsta España. Mientras las 2 primeras desgranan unos 100 choclos, España se encarga de encender las hornillas de una de las 2 cocinas industriales con las que cuentan las féminas para preparar los alimentos de cerca de 300 personas.
Por la cantidad de damnificados que hay en Muisne 3 (675), la administración dividió al campamento en 2 bloques. Cecilia Ruano, administradora del MIES, comenta que, en un inicio, el sitio albergó a más de 1.000 personas; 200 de ellas ingresaron al campamento por prevención. “Estuvieron aquí mientras se evaluaba sus viviendas. Si el informe determinaba el buen estado de los predios la gente volvía”.
Ruano agrega que la convivencia entre los habitantes es llevadera. Como una medida para ayudar a reactivar la economía de cada familia, las 17 mujeres que ayudan en la cocina, tanto en el bloque A como en el B, reciben un incentivo económico. Al mes, el MIES les entrega $ 250 por sus labores.
Además de esto, los habitantes del campamento buscan la forma de ganar dinero. En la parte frontal de una de las carpas hay un letrero que anuncia la venta de botellas de agua, detergente, jabón, pasta dental y otros artículos de aseo. Laura Zambrano construyó un improvisado cerramiento de madera en la entrada de su carpa. En un espacio de 3 metros de largo por 4 de ancho vive con sus 5 hijos.
La mujer prefiere no hablar sobre el paradero del papá de sus hijos. Asegura que desde hace 2 años no sabe de él y es ella quien se encarga de mantener su hogar. Por ello optó por comprar artículos de aseo en el centro de Esmeraldas y revenderlos en el albergue.
Robayo, además de expender dulces y recibir el incentivo económico por trabajar en la cocina del campamento, también se dedica a la venta de camarón. Su hermano, quien vive en la comuna Limón, trabaja en las camaroneras. Una vez por semana ella y Zambrano van hasta estos sitios y adquieren cerca de 20 libras de este producto cada una. Ese mismo día lo ofrecen entre sus vecinos del albergue. “Los policías, la gente del MIES nos hacen el gasto. Así, poquito a poquito nos ganamos la vida”, dice Zambrano.
La reconstrucción también es educativa
Como en estos días los niños y los adolescentes están de vacaciones, la administración del campamento organizó varios talleres para que los escolares aprendan manualidades con materiales reciclados, pintura, música, danza, lectura, entre otros.
El próximo lunes 24 de abril, Carlos Poveda, de 10 años, ingresará al séptimo año de Educación General Básica (EGB). Él al igual que otros 500 estudiantes estrenarán un nuevo establecimiento. Se trata de la Unidad Educativa Siglo XXI Gabriel Iriarte Ríos, ubicada en la comunidad San Gregorio de Muisne.
El último miércoles, el vicepresidente electo, Jorge Glas, y el ministro de Educación, Freddy Peñafiel, entregaron a la comunidad el centro educativo.
Peñafiel, resaltó el trabajo del Gobierno Nacional. “No hay un solo lugar de la patria donde no hayamos sembrado una escuela. No hay un lugar donde no hayamos sembrado la esperanza de tener un mejor Ecuador con educación de calidad”.
La nueva institución educativa que ofertará todos los niveles de bachillerato cuenta con 10 aulas, un laboratorio tecnológico, una oficina para el Departamento de Consejería Estudiantil (DECE), baños, bar, cancha de uso múltiple, y áreas verdes.
El establecimiento se suma a las 16 UE Siglo XXI, que el Gobierno Nacional ha entregado a Esmeraldas.
Concepción Delgado, madre de Carlos, confiesa que una de sus mayores preocupaciones, además de la vivienda, era la situación de la escuela en la que su hijo estudió hasta el año pasado. El temblor de la madrugada del pasado 19 de diciembre afectó gravemente la infraestructura del centro educativo.
“Nos dijeron que la escuela cerraría, pero realizaron una reubicación de los estudiantes. Ahora mi hijo irá a un centro nuevito”, dice Delgado mientras camina con su hijo hasta la carpa E9 donde habita la docente Cledys Caicedo. Por las tardes, la mujer se dedica a impartir clases de refuerzo a los 151 niños que viven en el campamento.
En los exteriores de su carpa no hay un pizarrón, tampoco pupitres, los menores llegan y se sientan en el suelo o sobre unos pedazos de madera. Caicedo porta un cuaderno y un libro de cuentos. Ella inicia la lectura y luego le pasa el libro a uno de los 3 niños que llegaron a recibir clases. El infante lee con lentitud, Caicedo lo anima, le indica que no hay prisa, que se concentre y que continúe.
Después de cerca de 45 minutos de lectura es hora del dictado. Los pequeños sacan unas libretas y empiezan a escribir lo que Caicedo lee. “No tan rápido, profe”, dice Yadira Vera, de 11 años.
Mientras los alumnos revisan si cometieron alguna falta de ortografía, Caicedo recuerda que desde niña siempre quiso ser docente. Sonríe y cuenta que en su casa, siempre, les pedía a sus hermanos jugar a la escuelita. “Obvio, yo era la profesora”.
Desde que se instaló el campamento, 19 de junio de 2016, Caicedo imparte clases, dice que lo hace por la vocación y el compromiso que tiene con los niños.
Aunque en 2 semanas iniciará el nuevo año lectivo para el régimen Costa, Caicedo aún no tienen asegurado un cupo como docente en un centro escolar de su cantón. Su contrato pasado terminó y está tramitando el ingreso a una de las UE Siglo XXI.
El sector turístico de Esmeraldas se levanta
A lo largo de la avenida Gaviota, en Tonsupa, se ubican grandes edificaciones de hoteles y departamentos que se rentaban a los turistas. Muchas de las construcciones evidencias trabajos de reconstrucción. Las autoridades inspeccionaron los predios para identificar cuáles son aptos para la reconstrucción.
A lo largo del malecón de Tonsupa, una de las 5 parroquias del cantón Atacames, una covacha se diferencia de las otras. En su interior no hay mesas, sillas, equipos de sonido o luces llamativas. Esos muebles fueron remplazados por una cocina, varias ollas y una hamaca en la que se mece Francisco Zambrano. El hombre, quien hace 38 años llegó a esa localidad desde su natal Manabí, perdió su hotel, tienda de víveres, restaurante y vivienda en el sismo del 19 de diciembre de 2016. En el espacio en el que funcionaba el Hotel El Encuentro ahora hay una carpa azul, de igual características de las que hay en los albergues.
Zambrano explica que no ha podido acceder a los préstamos para reconstruir su hotel y su vivienda, pues no es sujeto de crédito. Antes de que su edificación de 3 pisos colapsara, el manabita vivía con toda su familia en el predio.
Cuando una maquinaría del Municipio de esa localidad demolió lo que quedaba de la construcción, su familia se separó. Su esposa, Gloria Mendoza, quien viven con un 75% de discapacidad, se trasladó con una de sus hijas y sus nietos a Santo Domingo. Otra parte de la familia volvió a Manabí.
Según Gioconda Triviño, directora de Turismo de Atacames, de los 45.500 habitantes que hay en Atacames, el 80% vive del turismo de forma directa. La semana pasada inició el proyecto de socialización de reconstrucción de las estructuras hoteleras de ese cantón. Esto porque el sismo de diciembre afectó al 60% de la estructura turística. En Atacames, por ejemplo, se demolieron 2 hoteles, mientras que en Tonsupa fueron 3.
La funcionaria comenta que poco a poco, el sector turístico de Esmeraldas se levanta. Una muestra de ello fue la cantidad de turistas que llegaron durante el último feriado de Carnaval; 60.000 personas visitaron las playas de esa zona.
Para el este feriado de Semana Santa, las autoridades esperan el arribo de la misma cantidad de visitantes que llegaron en febrero pasado. Está previsto un operativo de seguridad y movilidad. (I)
Después del sismo del 19 de diciembre de 2016, el hotel y la vivienda de Francisco Zambrano colapsaron. Desde entonces, el hombre vive en una covacha en la que antes del desastre natural ofertaba comida y bebida para los turistas que visitaban las playas de Tonsupa, una parroquia del cantón Atacames, en Esmeraldas.