Delimitación física y cartografía de zona intangible del Yasuní estará en 180 días
El Decreto Ejecutivo 751, emitido la tarde del martes por el presidente de la República, Lenín Moreno, incrementa la zona intangible en dominio de las etnias amazónicas en aislamiento voluntario tagaeri y taromenane, al interior del Parque Nacional Yasuní.
Concretamente son 60.450,42 hectáreas más de las que se estipuló el 3 de enero de 2007 (758.051 ha), mediante Decreto Ejecutivo 2187, que da un total de 818.501,42.
El decreto indica que alrededor del área intangible se aumentan 10 kilómetros a lo ancho como zona de contingencia, en la que no se puede ejercer actividades extractivas de ninguna índole con fines comerciales.
El documento especifica las coordenadas de los territorios y otorga un plazo de 180 días improrrogables, contados desde la vigencia del decreto, para que los ministerios del Ambiente, y de Energía y Recursos Naturales No Renovables, la Secretaría de Derechos Humanos, con el apoyo de la Secretaría Nacional de Gestión de la Política, realicen la delimitación física, la cual incluye la demarcación con hitos; así como la elaboración y difusión de la cartografía oficial.
Los territorios se encuentran en las parroquias Cononaco y Nuevo Rocafuerte del cantón Aguarico; e Inés Arango, del cantón Orellana, pertenecientes a la provincia homónima. Así como en la parroquia Curaray, cantón Arajuno, de Pastaza.
El ambientalista y biólogo pastacense Gabriel Llerena, quien pertenece a colectivos de defensa de la Amazonía, consideró que el decreto favorece a los intereses de pueblos ancestrales.
“Por más de 10 años grupos naturalistas del país han protestado por la falta de atención a este tema. Ventajosamente el decreto 751 estipula coordenadas exactas y específicas con las que se definen las tierras”, comentó.
Llerena explicó que la demarcación de los territorios tagaeri y taromenane pondrá fin a actividades de explotación ilegal, así como al turismo irregular que pone en riesgo a etnias y visitantes.
“Esto último se concretará haciendo respetar la zona de amortiguamiento”, insistió.
Julián Martínez, docente universitario y antropólogo ambateño, en cambio, consideró que si bien la delimitación tiene un carácter ambientalista, “su emisión además evitará futuros conflictos entre las nacionalidades huaorani con tagaeri y taromenane, pues fijará la frontera hasta donde estos primeros pueden ingresar”.
Nidia Solís, ambientalista y defensora de la naturaleza cuencana del grupo Yasunidos, dijo que hoy habrá un pronunciamiento definitivo sobre esta decisión del Gobierno. Sin embargo, indicó que existe preocupación por la zona de amortiguamiento, que debe tener el mismo cuidado que el resto, “y también por todo lo que constituyen las áreas que están fuera del sector protegido, las mismas que deben ser lo suficientemente amplias”.
Para Solís, la decisión del Presidente se basa en la aceptación de la pregunta 7 de la consulta popular de 2018 que planteó un aumento a la zona sensible de al menos 50 mil hectáreas, “si se amplía esta zona, pero no se hace una protección al sector de amortiguamiento, no es una garantía”, comentó.
Katerin Mosquera, de la agrupación Mujeres por el Cambio, indicó que el tema debe analizarse más allá de lo territorial para garantizar la biodiversidad. “No es solo decir que se amplió el territorio, sino hay que analizar y garantizar los beneficios del mismo”, expresó. Mosquera insistió en que no hay tecnología tan avanzada para vigilar cada centímetro del territorio.
La ambientalista y bióloga guayaquileña Nancy Hilgert se mostró emocionada de que finalmente se haya delimitado el área. Ella también consideró que es importante controlar la actividad de las petroleras, porque estas “siempre buscarán ganarse un centímetro más” y ese centímetro puede causar gran daño.
Hilgert agregó que esto beneficia a las etnias en aislamiento voluntario.
Los tagaeri renunciaron a vivir con la modernidad
El grupo de los tagaeri era parte de los wuaoranis. Después de la evangelización agresiva de los años 60, los tagaeri, al mando de Taga, renunciaron al contacto con el mundo moderno, con las petroleras y otras comunidades indígenas y se propusieron defender su territorio.
Al comienzo eran 30 personas, pero aumentaron con los wuaoranis que renunciaban a la evangelización.
Los tagaeri también son llamados patas coloradas, su idioma es el wao terero, que no está clasificado.
La ubicación de ellos está en el Parque Nacional Yasuní, donde viven también los kichwa o naporuna, waorani, tagaeri y taromenane.
En 1987, los tagaeri atacaron a muerte a monseñor Alejandro Labaka y la hermana Inés Arango, con lanzas al corazón. Esa es parte de historia de un pueblo que no quería ser invadido y no renunciaba al deseo de permanecer viviendo libres en el que siempre fue su mundo: la selva.
Desde 1958 hasta 1977 la fama de ferocidad de este clan aumentó debido a los múltiples “ataques”, según se relata en la página gruposetnicosec. blogspot.com.
El pueblo taromenane rechaza a la civilización
En una extensa zona de la Amazonía ecuatoriana vive una etnia regida solo con las leyes de la naturaleza: los taromenane, indígenas que habitan originariamente en la selva amazónica y que evolucionan a su manera.
Si bien los taromenane tienen su origen en los wuaorani, hay diferencias en el lenguaje y la forma de trabajar las casas y sus armas. Viven en grandes chozas de materiales vegetales, en grupos familiares de entre 20 y 50 integrantes. Cazan, pescan y se defienden con lanzas y cerbatanas.
Los taromenane están instalados en la frontera con Perú, en zonas totalmente despobladas. Se sabe poco de este grupo. Muchos de los waorani describen a los taromenane como criaturas casi mitológicas, gigantes, parecidas, pero diferentes. Se mantienen escondidos, inclusive cocinan en la noche para no ser avistados a causa del humo. No representan una amenaza para nadie, excepto para los intrusos que atentan contra su aislamiento. Se estima que existen entre 150 y 300 taromenanes que aún mantienen el nomadismo.
Waoranis, la raíz de los pueblos no contactados
Sesenta y cinco años han transcurrido desde que Dayuma Kento, la mujer waorani más conocida en el mundo, mantuvo contacto con personas ajenas a su pueblo. Específicamente fueron misioneros evangélicos de Estados Unidos.
Ella, en su posición de lideresa, propició el contacto entre sus vecinos, quienes hasta mediados de 1954 no conocían nada más allá de su comunidad, con la población mestiza del cantón Arajuno, en Pastaza, y extranjeros. “En honor a esta cultura ancestral, su nombre se debe escribir con w y no con h, es decir waorani (wao), pues así es como ellos lo prefieren.
Según estudios antropológicos recientes, los tagaeri y taromenane son pueblos hermanos de los wao, quienes hace un par de siglos se separaron por ligeras diferencias en la concepción de su espiritualidad, tradiciones y método de cultivar”, destacó Julián Martínez, antropólogo tungurahuense.
A decir de este estudioso, la rotunda negativa al contacto con el mundo exterior de los tagaeri y taromenane es una herencia de los wao, “mismos que con Dayuma, quien falleció hace 5 años, rompieron el miedo al mundo exterior”. (I)